Un artículo de New York Times que señala como narcotraficantes hondureños negociaron con la DEA se ha convertido en una especie de aviso a pocos días de las elecciones donde por primera vez se reelige un presidente en Honduras, pero ¿qué mensaje está queriendo dar Estados Unidos antes de este proceso electoral? ¿A quiénes está dirigido?
El artículo habla de la confesión que hizo Devis Leonel Maradiaga, líder del cartel “Los Cachiros” en marzo de este año sobre el asesinato de 78 personas incluidas periodistas, abogados y el zar antidrogas asesinado por la cúpula policial pagada por dinero del narco. Nada nuevo. El mismo New York Times reveló hace un año la corrupción en la cúpula policial, las confesiones de los Cachiros que vinieron después salieron a la luz en marzo y a partir de allí vino la extradición de otros narcos como Wilter Blanco y miembros de sus carteles. La reestructuración de poder en sus zonas de influencia se ha venido dando desde ese entonces. Sin embargo, aunque este caso podría revelar toda la red de corrupción que está inserta en lo más profundo de Honduras, desde los mismos territorios hasta la cabeza que controla toda la institucionalidad, eso no ha sucedido.
El Cachiro reveló esto durante el juicio en contra de Fabio Lobo, hijo del expresidente Porfirio Lobo Sosa, por complicidad en el tráfico de cocaína con el cartel más poderoso de Honduras. Y contó como el mismo Porfirio Lobo Sosa recibió sobornos a cambio de protección, también hace mención de diputados, alcaldes, hijos, hermanos de presidentes, personajes de diversos partidos políticos, pilares fundamentales de la maquinaria que lleva ahora a la reelección a Juan Orlando Hernández. Una reelección que, si bien es cierto, no tiene la oposición por parte de Estados Unidos como la que tuvo la pretensión de Manuel Zelaya en 2009, no deja de causar incomodidad. Podría ser un mensaje de presión para que Hernández regule la reelección.
A pocas horas de la nota (recordatorio) de New York Times, el gobierno de Hernández a través de un comunicado se adelanta y prácticamente suscribe el artículo del Times, lo firma y lo coloca como propaganda política. En el comunicado el gobierno afirma que el Times solo ratifica el trabajo exitoso que ha realizado Hernández en la lucha contra el narcotráfico y que los únicos interesados en evitar la reelección son quienes buscan la reestructuración de los grupos criminales para seguir garantizando el paso de la droga por Honduras hacia Estados Unidos. ¿A quién le beneficiaría que Hernández no salga electo siendo el único presidente que ha extraditado a tantos narcos y metido en el Pozo a los líderes de pandillas? pregunta el gobierno, como si todo esto ha tenido que ver con la institucionalidad hondureña, como si los que ahora están siendo juzgados en Estados Unidos han pasado por tribunales hondureños.
Mientras tanto seguimos viendo en la papeleta a funcionarios corruptos que participaron en esa red de corrupción que ha permitido a los grupos criminales cogobernar este país con las élites económicas y políticas por décadas. Un país que no camina hacia “la anarquía”, como dice el New York Times, sino hacia la barbarie contra un pueblo que sigue sin exigir justicia.
En las últimas semanas, la Misión de Apoyo contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (Maccih), anunció que investigarán la red de corrupción alrededor de “Los Cachiros” y su involucramiento con políticos de poder en Honduras. Esta misión está en Honduras respondiendo a la exigencia de la clase media hondureña que se sintió agraviada por el saqueo del Instituto Hondureña de Seguridad Social (IHSS), un caso que muestra ese cogobierno entre élites, crimen y partidos políticos.
Falta poco para las elecciones generales y hay muchos que esperan que antes de las mismas salga la lista de extraditables u otro mensaje desde afuera que tambalee un poco más la estructura que Hernández y su élite ha conformado desde 2009 para garantizar el poder. En este momento mantener ese poder garantiza no ser tocado por la justicia o la venganza.