Tiempo de campaña, tiempo de vals

El primer día de septiembre, románticamente el día de la Bandera Nacional, salí a correr. Uno a uno, veía pasar los postes de alumbrado público ahora decorados con caras que no podía reconocer; caras familiares, sonrientes, agradables, todas con colores distintos. Tuve que detenerme para reconocerlas. Me causó gracia no hacerlo antes, quise atribuírselo a mi inocencia, pero tampoco quise robar el mérito a los artistas que se encargan de retocar estas fotografías. Tuve que haber reconocido esas caras porque son las mismas caras de siempre, son las caras que vi cuando era niña, cuando fui adolescente y las que he visto en los primeros años de mi joven adultez.

Pensé en fotografías mías a lo largo de mi vida y aunque el patrón de mis rasgos faciales se mantiene, ciertamente se nota que el paso de los años ha hecho su trabajo y entonces me pregunté cómo estas caras seguían siendo las mismas después de casi quince o veinte años. Sin arrugas, algunos hasta se ven más jóvenes, sonrisas de una blancura que pondrían a modelos de Colgate a temblar, cabelleras brillantes y sin una atrevida cana, todas con ojos penetrantes invitándonos a confiar, a creer que – en cuatro años – ellos nos harán un país mejor. No faltan las frases inspiradoras, pero de ruego, prometedoras, pero de venta. Aunque yo no me dedico a las relaciones públicas, mercadotecnia o siquiera un rubro afín, debido a sus obvias y denunciantes estrategias, fui capaz de hacer mi propio análisis de cada uno de los partidos en propaganda, esos partidos que nos ponen el vals de siempre para hacernos creer que todo estará bien si los elegimos.

El partido Unificación Democrática (siempre minoritario  y de una aparente y falsa oposición) ya ni se preocupa en colgar fotografías de sus candidatos a presidente; es como que sin siquiera antes de dar inicio al periodo de campaña, supieran que no tienen oportunidad de ganar. Se limitan a enviar a sus “guerreros más fuertes” a puestos de diputados y ponerle una vez más cara al nombre en la papeleta, tal, que la gente le reconozca al momento del voto. Nuestro pueblo funciona así: con la cara del anuncio televisivo, de la fotografía bonita, de la canción pegajosa, con la cara que trae los víveres de septiembre a noviembre en año electivo.

En la siguiente cuadra, me encontré con el renovado Partido Liberal, que ahora ya no usa tanto el rojo, sino el blanco porque todos asociamos el blanco con la transparencia, la pureza, la honestidad – o al menos eso fue lo que mi mercadológa empírica interior pudo asumir-. Entre risas tímidas recordé el comentario de una amiga hacía un par de semanas: “Luis Zelaya ahora usa camisa blanca y pantalón rojo, qué horror”. Aquella “fashionista” observación fue la que me ayudó a darme cuenta de que no solo el presidenciable ha optado por el santo color, sino que también lo hicieron todos sus correligionarios, en un intento por ganar el voto de los más incautos.

Dos calles más y esperaba encontrar a la Democracia Cristiana, pero al menos aquel día en el Boulevard Suyapa todavía no habían colgado nada, tampoco los extrañé. Sí extrañé a la Alianza, pero enseguida entendí que su estrategia es la diferente, la de la supuesta nueva política, la que no engaña al pueblo… es la que hace todo a través de redes sociales porque se gasta menos y se llega más. Al igual que el partido de gobierno, ellos nunca han dejado de hacer campaña y ya todos sabemos cómo luce Salvador Nasralla. Los domingos de Cinco Deportivo y X0 da Dinero le aseguran que, al encontrarlo en la papeleta, a más de algunos miles no se les escapará la tan anhelada marca; esto también lo saben muy bien en Libre, de otra manera seguiríamos viendo a doña Xiomara al frente.

Y finalmente, la estrella solitaria. Sin fotos y con un mensaje breve y conciso: votá por todos los diputados del Partido Nacional. Me pareció bastante atrevido y debo confesar que llamó mi atención no ver la foto de nuestro presidente en el cartel; la verdad es que he visto más su foto durante su mandato que ahora en periodo de campaña. Lo que en un principio parecía ser una idea noble, rápidamente mostró sus verdaderos colores: la cara del jefe de Estado no es un referente de confianza y su fotografía en lugares públicos siempre ha sido víctima de bigotes y cuernos de demonio pintados con aerosoles anónimos. Es fácil adivinar que su dirigente de campaña está al tanto de ello y decidió sacrificarlo.

Más o menos fue así cómo se lo comenté al señor que estaba a mi lado, habían pasado veinte minutos y él había terminado de leer su periódico. Me dirigió una mirada de aprobación y se retiró. Decidí creer que él recordará mis palabras el 26 de noviembre más que el vals romántico que nos inunda en tiempo de campaña.

Ivonne Cruz Contributor
Sobre
Ingeniera civil que escribe. En mi décimo cuarto cumpleaños descubrí que me gustaba contar historias y aunque leo más de lo que escribo, aprovecho cada rincón de tiempo y espacio para hacerlo, y de preferencia, con cigarro en mano. Parte del Colectivo Habitaciones Propias, taller de escritura crónica experimental.
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