El invencible verano de Liliana: un recordatorio de que nunca es tarde para nombrar la violencia
Al hacer un recuento de las lecturas que he realizado durante la primera mitad del año, me di cuenta que en su mayoría son libros escritos por mujeres.
Al hacer un recuento de las lecturas que he realizado durante la primera mitad del año, me di cuenta que en su mayoría son libros escritos por mujeres.
Llegó a ser una ciudad tan silenciosa que lo único que se escuchaba era el llanto de las estatuas. Sí, las estatuas también lloran. Aunque no siempre fue así. No siempre lloramos.
Amaneció con dolor en las encías. ¿Qué fecha es hoy?, se preguntó, mientras revisaba el calendario en su celular. Ah claro, estoy por menstruar, pensó. Odiaba el olor a hierro en la sangre. Más bien odiaba la sangre. La hacía sentir sucia. Odiaba herirse. Odiaba los raspones. Odiaba arrancarse los pellejos de las uñas. Y, aun así, Paula se las mordía a menudo, tenía ansiedad. Aunque no lo había confirmado clínicamente, bueno, eso no parecía importarle.
Bueno, creo que vamos a ir empezando… Buenas tardes, hermanas, el día de ahora empezamos entregando este rosario a nuestra queridísima hermana Carmen, que partió desde hace mucho de este mundo terrenal, para acompañar a Dios, a los ángeles y a los santos… pero sobre todo a las vírgenes… Hoy tendría 20 años mi niñita…
La textura de las pasas en la lengua. El olor a hierro enmohecido. La frondosa ceiba que sobrevive a las deforestaciones. Los hoyos que dejan las termitas en los muebles de madera. Todo se deteriora, todo se deteriora, todo se deteriora. La memoria también.
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