Texto e ilustraciones por Angel Gabrello
«Esa es música de mujeres», «los niños no escuchan eso», «eso es música de culeros».
Esas son frases que casi todo hombre gay o miembro del colectivo al que le gusta el pop ha escuchado en algún momento de su vida, especialmente durante su adolescencia o en alguna etapa de desarrollo personal. A mí me pasó, es un tema que nos toca de cerca: las divas pop, esas artistas y musas que han acompañado y marcado la vida de millones de personas dentro de la comunidad LGBTIQ+.
Aunque no todos los hombres gays se sienten inclinados hacia este tipo de música, es innegable que existe una conexión universal y profunda entre estas figuras y sus fans gays.
Es casi como si naciéramos con un imán interno que nos lleva a buscar a esta representación de una mujer talentosa, poderosa y visualmente impactante, a la que adoptamos como símbolo de fuerza, respeto y admiración.
Eso sí, a ningún niño o adolescente se le dijo, «vos sos gay, tenes que escuchar a Beyoncé». Al contrario, muchas veces este gusto fue reprochado o ridiculizado. A mi parecer, esta afinidad surge de manera orgánica desde una edad temprana y, al crecer, terminamos identificando ese vínculo compartido con otros hombres gays, sin ninguna influencia externa.
Pero, ¿qué representan estas artistas para la comunidad LGBTIQ+? Y ¿por qué se demoniza a estas cantantes? A pesar de su éxito, sus millones de ventas y talento inmensurable, admirarlas es a menudo catalogado como «vacío» o «superficial». Escuchar música dirigida a una audiencia mayoritariamente femenina y gay tiene una connotación negativa.
Tengo un recuerdo vívido de estar viendo un canal de videos musicales alrededor de 2005. Yo tendría unos seis años en ese entonces y, de repente, me encontré deslumbrado viendo a una mujer rubia vestida con nada más que diamantes pegados al cuerpo. En otras escenas aparecía como una aeromoza bailando en un avión, luego como una agente secreta de cabello rojo esquivando lásers de la manera más elegante posible, y finalmente completando su misión de «intoxicar» a un hombre mientras lucía como una mujer fatal. Estaba viendo «Toxic» de Britney Spears. Desde ese momento hasta hoy, no he podido superar a esta diva.
En ese instante, lo único que sentí fue admiración y asombro: ver cómo todos esos personajes se fusionan en una sola mujer, cuya aura transmitía tanto poder, no solo visualmente, sino también con su voz y ese sonido emblemático, clásico del dance pop.
¿Cómo algo que me llenaba de poder podía ser considerado algo malo para mí, o para cualquier otro niño que en ese momento contemplaba este ícono monumental?
¿Qué hace a un ícono gay?
Las divas y su definición existen desde hace más de un siglo. Fuera del ámbito musical, podemos mencionar a íconos del cine de oro como Marlene Dietrich, Joan Crawford, María Félix, entre otras, adoptadas como símbolos admirados por la comunidad homosexual de la época. Muchas veces, este apoyo fue recíproco, como en el caso de Félix, quien mostró una postura adelantada a su tiempo.
Sin embargo, no fue hasta la aparición de Judy Garland, considerada el primer ícono LGBTIQ+, que se forjó el término gay icon. Su actuación en El Mago de Oz (1939) la convirtió en este símbolo. Como mencionó la revista Times en 1967, «una cantidad desproporcionada de sus admiradores parecen ser homosexuales. Los chicos en sus pantalones ajustados, blanquean sus ojos, se tiran del pelo y prácticamente levitan de sus asientos, particularmente cuando Judy canta «Over the rainbow».
Aunque el comentario es estereotipado, su mensaje es claro: los gays amaban a Judy Garland. Con el tiempo llegaron nuevas divas como Donna Summer, Olivia Newton-John, Cher, Diana Ross y muchas más. ¿Qué tenían todas estas artistas en común para atraer tanto a este público en específico? La representación LGBTIQ+ en los medios prácticamente no existía y si aparecía, era negativa.
Las divas no sólo ofrecían música o voces inigualables, como Barbra Streisand, Mariah Carey o Celine Dion, sino que también presentaban un mundo idealizado, conceptual, visualmente rico y lleno de belleza. Para muchos gays, que enfrentaban problemas sociales, familiares y de rechazo, estas artistas representaban un escape. Sus letras, sufrimientos y escándalos se volvían identificables.
Pero las divas, además de marcar culturalmente y ser un apoyo importante a la comunidad LGBTIQ+, como Madonna y Lady Gaga, tienden a poseer un sonido muy específico. Si bien no se limitan a este estilo, ya que también pueden ser poéticas y buenas compositoras, su música suele ser bailable, electrónica y seductora, con un dominio total del show, características que comparten Britney Spears, Kylie Minogue y Beyonce.
Por otro lado, están las divas del pop con un estilo más melancólico, como Lana del Rey, Billie Eilish y Adele. También están aquellas que nos marcaron en la infancia, cuando nuestras madres y tías las escuchaban: Rocío Durcal, Amanda Miguel, Jeanette y Myriam Hernández, algunas de las cuales quedan en nuestras playlists hoy en día. Las divas se admiran desde la pista de baile hasta la melancolía de un amor no correspondido. Yo, personalmente, adoro el drama de estas canciones.
Volviendo al primer ícono, Judy Garland, su himno «Over the rainbow» es la canción principal de El mago de Oz, una película que narra la historia de una joven solitaria que queda al cuidado de sus tíos tras la muerte de sus padres, y accidentalmente llega a un mundo de fantasía, lleno de color, en contraste con su gris realidad.
El pop, el dance pop y sus variantes representan ese mundo de fantasía, un lugar seguro para muchos miembros de la comunidad LGBTIQ+, que durante años, y en diversas etapas de la vida, han encontrado en él un refugio.
Lo que las divas nos ofrecen con su arte, vestuario, baile, producciones innovadoras y empoderamiento sexual podría interpretarse como un mundo utópico, un descanso de la dura realidad.
La comunidad adoptó canciones icónicas que, reinterpretadas, se adaptan a la experiencia gay, como «I will survive», de Gloria Gaynor, «Believe», de Cher, o «Express Yourself», de Madonna.
Otras canciones se han convertido en parte del estilo de vida y las discos gays, como «Can’t get you out of my head», de Kylie Minogue, «Raise your glass» de Pink, «Don’t stop the music», de Rihanna, o «I kissed a girl», de Katy Perry.
Sin embargo, fue «Born This Way», de Lady Gaga en 2011, el primer sencillo de gran magnitud que abordó el tema LGBTIQ+ explícitamente. Esto ocurrió después de «Free Xone» de Janet Jackson, una canción de su álbum The Velvet Rope (1997), que, aunque no fue un sencillo, también tocó temas de identidad y aceptación.
Más allá de la diva de preferencia, Madonna y Lady Gaga han sido figuras clave en la comunidad, no solo con su música, sino también creando conciencia y luchando por los derechos y la visibilidad del colectivo. Se podría decir que son las divas más agradecidas y leales a su público. Madonna, durante la crisis del VIH/sida en los ochenta, se opuso públicamente a la propaganda negativa contra las personas con la enfermedad y al estigma hacia los hombres gays de la época, algo que no era común en ese entonces.
Otros íconos gays fuera del ámbito musical, como Elizabeth Taylor y la princesa Diana de Gales, también hicieron grandes aportes a la comunidad.
Las divas del pop no se quedan solo en el mundo del espectáculo, sino en el de las causas y luchas sociales por los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTIQ+.
¿Por qué la vergüenza?
La feminidad y belleza a menudo son interpretadas como algo malo y lleno de prejuicios. ¿Por qué? ¿Y por qué lo que habla de armas, machismos y abusos es considerada como buena música? Que suele ser escuchada mayormente por hombres heterosexuales.
Aún así, hay millones de mujeres que tienen inclinaciones totalmente opuestas al pop o la música girly y optan por otros géneros. Muchas lo hacen porque es parte de su identidad y gusto personal, pero en otros casos esto puede estar influenciado por una construcción social. Durante años se ha perpetuado la idea de que ciertos géneros representan «buena música», una norma moldeada y aprobada según los gustos de muchos hombres heterosexuales.
Las divas del pop ofrecen calidad, moda, voz, coreografía, poesía, producciones experimentales e influencia, sin mencionar los millones de ventas y récords que han roto. Desde Whitney Houston hasta Christina Aguilera, pasando por iconos contemporáneos como Miley Cyrus, Lana del Rey, Ariana Grande, Charli XCX, y figuras latinas como Shakira y Thalía, existe una gran representación de íconos gay. Entonces, ¿por qué se nos reprocha admirarlas? ¿Por qué debería ser un secreto?
Muchos nos vimos obligados a decir que escuchábamos otro tipo de música por la vergüenza que nos inculcaron y para encajar con nuestros compañeros, por el machismo y la homofobia internalizada. La heteronormatividad a veces obliga a las personas diversas o con gustos musicales distintos a mezclarse con la multitud.
No todos los miembros de la comunidad se sienten atraídos por las divas, pero sí muestran interés en otros mundos ficticios como videojuegos, ciencia ficción, magia y superhéroes.
Los hombres gays son muy diversos y están presentes en todas las áreas laborales y de la vida, pero una gran parte se dedica a las artes visuales, como el diseño de moda, el maquillaje, los peinados y los procesos creativos. Esto no se trata de escapar de la realidad, sino de la necesidad humana de tener algo estable que forme parte de nuestra identidad.
¿Por qué elegimos a las artistas mujeres?
Un hombre gay puede disfrutar y escuchar la música de un artista masculino perfectamente, pero quizás no con la misma intensidad o admiración que siente por las artistas femeninas, incluso si esos artistas también son gays, como Freddie Mercury, George Michael, Sam Smith, Elton John o Troye Sivan. Sería comprensible no sólo admirar la música de estos artistas, sino también sentir una atracción física o sexual, como las mujeres heterosexuales disfrutan y desean a cantantes como Justin Bieber, Bad Bunny, Drake y Harry Styles, entre otros. Sin embargo, esa conexión no existe, o es muy rara.
El terapeuta Joe Kort explicó en 2012 para The Huffington Post: «Mi teoría es que al inicio de nuestra vida, nuestra inhabilidad de apegarnos e identificarnos con los hombres nos puede llevar a tratar de escapar hacia el reino femenino, para evitar la vergüenza y el miedo de ser comparados desfavorablemente con otros hombres. Aunque esto sea cierto tanto para gays como para heterosexuales, los hombres heterosexuales llevan estos problemas a sus parejas mujeres. Al no tener una mujer como pareja, recurrimos a nuestras divas».
Sin fomentar estereotipos, la idealización de un artista masculino es mucho más compleja para un hombre gay, ya que la representación de poder, sexualidad y emociones a menudo sigue una estructura más heteronormativa, difícil de identificar con la vida y sentimientos de una persona LGBTQI+. Esto es completamente opuesto con las artistas femeninas, incluso si el artista masculino es gay. Existen miedos internalizados relacionados con la comunidad, como tensiones, atracción física, y el temor a que el cantante sea el típico mean girl gay. Por el contrario, una diva no nos genera inseguridad.
En pocas palabras, aunque seguimos siendo hombres y muy felices siéndolo, emocionalmente nos identificamos más con una energía femenina.
Existen innumerables razones por las que un hombre gay encuentra en estas artistas a su mother o incluso varias a lo largo de su vida. Estas divas han ayudado a millones de personas de la comunidad a superar momentos difíciles, inspirandonos a crear en diversas áreas y a identificarse con sus luchas. Nos enseñan a admirarlas por su resiliencia, su relevancia y su capacidad de mantenerse vigentes, pero también porque no hay nada que se compare con una buena canción pop y una mujer «devorando» el escenario.