Por María Eugenia Ramos
Fotos: Fernando Destephen y María Eugenia Ramos
Quizás uno de los inventos más relevantes en la historia de la humanidad, uno que ha contribuido como ningún otro a desarrollar y difundir el pensamiento, es el libro. Desde los códices de las culturas precolombinas y los papiros egipcios, pasando por las tablas de arcilla, los manuscritos medievales, hasta llegar finalmente a la imprenta, y actualmente a los sistemas digitales, el libro es el instrumento mediante el cual las ideas se transportan, comparten y se convierten en algo más, un producto que reúne siglos de sabiduría y trabajo.
Precisamente como vehículo de ideas, el libro ha sido visto como amenaza por los regímenes totalitarios. Un mundo donde los libros están prohibidos, la premisa de la célebre novela Farenheit 451, de Ray Bradbury, se basa en hechos reales como la quema en los estados del sur de los Estados Unidos del clásico La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe, por su denuncia de la esclavitud.
La prohibición de libros ha sido y es una característica del fascismo y de gobiernos autoritarios de todo sesgo, e incluso de algunos regímenes considerados democráticos. Siguiendo con el ejemplo de Estados Unidos, en el año 2024 más de 10,000 libros fueron prohibidos en bibliotecas públicas y escolares de ese país. Y por otro lado, en la antigua Unión Soviética hubo también censura hacia autores considerados traidores al régimen, sin olvidar los países como Irán y Nicaragua, entre otros, donde hay autores y autoras censurados, perseguidos, exiliados y amenazados de muerte.
Para que el libro pueda convertirse en ese vehículo de sueños e ideas de quienes escriben, debe seguir un proceso que no siempre se visibiliza. Detrás de ese objeto de papel y cartón que llega a las estanterías, hay un equipo de personas que hace estudios de mercado, trata con autores, lee originales, los traduce, corrige, sugiere cambios, gestiona y supervisa ilustraciones, diseño, materiales, para que el libro pase luego a impresión, encuadernación, y finalmente a la distribución, mercadeo y venta.
Ese es el trabajo editorial, una industria en la que las mujeres se destacan cada vez más, tanto al frente de grandes editoriales, como Tusquets Editores, como de proyectos independientes que nutren el mercado del libro con novedades y más de algún gran descubrimiento.
En Honduras, pese a la opinión generalizada de que hacer libros no es rentable, se ha observado en los últimos años un repunte en el que las mujeres están desempeñando un papel relevante. De acuerdo con un reporte que solicitamos para elaborar esta nota, un total de 354 mujeres, entre autoras y editoras, están registradas en la Agencia ISBN de Honduras (International Standard Book Number, por sus siglas en inglés, código internacional que hace las veces de documento de identificación único para cada libro).
En ocasión del Día de la Mujer Hondureña, en Contracorriente consultamos a ocho mujeres que se desempeñan o se han desempeñado en la dirección de proyectos editoriales en Honduras, para conocer su experiencia y visión sobre el sector.
Editorial Guaymuras, un referente nacional y centroamericano
Con una experiencia de casi cuarenta años y un liderazgo indiscutible en el desarrollo de la industria editorial hondureña, Isolda Arita Melzer dirige la Editorial Guaymuras, un proyecto fundado a inicios de los años ochenta que opera como asociación civil sin fines de lucro. La editorial cuenta con su propio taller de impresión y encuadernación, así como su propia librería.
A nivel centroamericano, Guaymuras sigue siendo un referente. Isolda cuenta con orgullo que, a pesar de las dificultades, la editorial sigue participando en ferias centroamericanas como las que se realizan en Guatemala y Costa Rica, y que encuentra un público receptivo. Sin embargo, es realista en cuanto a que no se puede esperar una reacción similar en las grandes ferias internacionales. Parte del éxito alcanzado por la editorial en términos de consolidación consiste en haber definido muy bien un segmento de mercado y líneas de trabajo, para no plantearse expectativas poco realistas.
Sorprendentemente para la cantidad de títulos que publican al año (7 nuevos en 2024, sin contar con las reimpresiones), Guaymuras tiene un equipo pequeño, constituido actualmente por 11 personas, de las cuales siete son mujeres; de ellas, tres se desempeñan en cargos de dirección; además de Isolda, Marianela González en el área de diseño, y Venus Rivera como directora de la librería.
Para Isolda, en las nuevas generaciones, pese a la avalancha digital, hay un interés renovado por el libro en físico. «Me encanta ver que a la librería entra gente joven, no los mismos de siempre», dice, y apunta que hay un renacer en el mundo del libro que se puede aprovechar para crecer más y obtener mejores resultados.
Esta opinión es de gran relevancia, considerando que a lo largo de sus más de seis décadas de existencia, Guaymuras ha hecho frente a la represión de los años ochenta, los efectos de desastres naturales, dificultades en la gestión administrativa, la pandemia de Covid-19, que causó estragos en el mercado del libro impreso, y también los efectos del golpe de Estado.
No resulta extraño que, al consultarle cuál es su mayor logro en la gestión editorial, Isolda responde: «Sobrevivir». Y destaca que ha sido posible gracias a un equipo de trabajo «bastante leal», con una mayoría de personal contratado desde hace varios años. «El problema es que algunos estamos prontos a jubilarnos», dice, «y hay que ver los relevos».
Consultada sobre las nuevas tecnologías en el mundo del libro, Isolda considera que son una realidad y una posibilidad que permite abaratar costos. Sin embargo, advierte que implican el riesgo de que «el libro pierda su esencia y su razón de ser»; por tanto, dejar de imprimir libros sería desnaturalizar la esencia de la editorial, que seguirá produciendo libros en físico.
«Es lo que nos ha identificado toda la vida, el libro bien hecho, fácil de leer, agradable al tacto, al olfato. Creo que el lector se merece eso y no seguir cocinándose los ojos en una pantalla. Estoy convencida de que la asimilación, la forma de compenetrarse, de comprensión, de un libro en digital, jamás va a ser la misma que la de un libro en físico», apunta.
Y subraya: «Creo que el libro en papel tiene vida para largo. Por muchas décadas van a convivir las dos modalidades, impresa y digital, porque el libro inpreso tiene cualidades que son insustituibles; por eso la gente lo sigue buscando y utilizando. No es casual que los centros educativos sigan trabajando con el libro impreso. En Honduras, con una sociedad que por miles de razones todavía no está digitalizada, el libro en papel tiene un buen futuro por delante; es más, creo que a medida que crece el libro digital, el libro en papel se empodera y se posiciona más».
Con respecto a las políticas públicas destinadas a fortalecer el sector editorial, Isolda considera que, a diferencia de otros países del área centroamericana, donde existen aranceles que gravan el libro, en Honduras el papel y otros materiales requeridos para producirlo no pagan impuestos; así lo contempla la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, aprobada por el Congreso Nacional en el año 2013.
A pesar de este avance, no ha habido suficiente difusión ni aplicación de la Ley en todos sus aspectos; de hecho, muchas personas vinculadas con el mundo del libro no la conocen, incluyendo a algunas de las editoras consultadas.
Editorial Capiro, una experiencia de los años noventa
En 1995, por iniciativa de cooperantes holandeses, se fundó en San Pedro Sula la Editorial Capiro. Jessica Sánchez, en ese entonces con apenas 22 años, fue la coordinadora de la junta directiva de la empresa. «La idea inicial», nos cuenta, «era ser una alternativa de publicación para los movimientos sociales de la región y publicar autores/as que no tenían recursos para publicar sus propios libros o se consideraban fuera del circuito editorial». En esta editorial se publicó el primer libro de Juana Pavón, Yo soy esa sujeta.
Jessica apunta que los principales desafíos que encontró fueron, por una parte, la demora de los procesos de edición con los escritores varones, que en lugar de aceptar correcciones justificaban el por qué incluían esto y lo otro; «el ego de los escritores es el principal obstáculo que tuve que enfrentar porque eso demoraba y a veces posponía indefinidamente el proceso de publicación».
Además, refiere que había muchas discusiones con respecto al diseño de los libros, sobre todo las portadas. Reconoce que «algunas terminaron siendo francamente horribles, mientras hubo otras geniales y la mayoría pasables; la calidad del papel a utilizar, las imágenes, que un libro no fuera muy cargado».
A pesar de estos obstáculos, el proyecto logró editar y publicar libros para centrales obreras, agendas para el movimiento feminista, libros para el magisterio, entre otros. Lamentablemente, no se logró la sostenibilidad; se sobrevivía, dice Jessica, «al ras»; las organizaciones no siempre pagaban, y el proyecto se clausuró en 2005.
Para Jessica, «las nuevas tecnologías han ayudado muchísimo a la difusión de la información. Pero tiene pros y contra. El pro es que se puede acceder a la lectura de un libro, cómic o audiolibro desde cualquier dispositivo; sin embargo, la mayoría de la población utiliza los dispositivos para ver o escuchar videos de entretenimiento, como bailes, cocina, ejercicios, etc. El contra, que va muy ligado a lo anterior, es que no todo lo que se lee o escucha es de buena calidad literaria».
«La falta de lectura», apunta, «y por ende, la paciencia y el disfrute que eso conlleva, nos va quitando algunas habilidades humanas como el “conectar” con las emociones, con personajes o con el mismo ambiente del que nos habla el libro. Siempre, creo, habrá lectores/as, pero estos se van reduciendo hacia una especie de élite intelectual cada vez más reducida».
Con respecto a la existencia de políticas públicas para el sector editorial, Jessica considera que «no existen políticas culturales, por lo tanto no existe una política para el sector editorial. No conozco que haya apoyos para editoriales autónomas o privadas. Se elogia que la editorial de la Secretaría de Cultura se llame “Eva Thais”, como el seudónimo de una ancestra escritora y que se primen las publicaciones de mujeres; sin embargo, este no es un esfuerzo suficiente para la industria editorial. Se debería seguir trabajando la Ley de Pueblos y Culturas, además de empezar a trabajar sobre una política para el sector editorial».
Finalmente, para impulsar la participación de las mujeres en el sector editorial, la escritora y dirigente feminista propone asegurar espacios libres de violencia, acoso sexual y violencia en general para las mujeres; un protocolo de espacios libres de violencia a nivel artístico-literario; crear una política editorial nacional y regional con recursos monetarios por concurso (similar a lo que se hace con el sector cine); organizar encuentros y una agenda de mujeres editoras, para recoger la diversidad de propuestas o al menos puntos en común; así como concursos y formación para editoras jóvenes sobre principios básicos editoriales, perspectiva de género desde la industria editorial, entre otras.
Cacho Editores: reivindicación de la escritura en lengua garífuna
Xiomara Cacho Caballero, poeta, escritora y traductora de la lengua garífuna, ha combinado su experiencia como autora y educadora con su formación académica en el área de derechos humanos para fundar en 2019 Cacho Editores, motivada, según refiere, por «las condiciones históricas de opresión, porque el idioma fue usado como medio para subyugar a los miembros de los pueblos étnicos, haciéndoles creer que su lengua era de categoría inferior».
Su propuesta, expresa, parte de su proceso como autora, «en un contexto donde se observa una creciente demanda por la visibilidad de la negritud en la sociedad nacional, considerándonos actores sociales en el diseño e implementación de políticas y programas con enfoque intercultural, en el marco del ejercicio de nuestros derechos».
Considera que los mayores desafíos para su trabajo editorial son «sobre todo la valoración negativa del trabajo de edición que una mujer puede realizar; la falsa creencia de que no puede existir un editor (a) de raza negra y que la lengua garífuna no puede expresar una diversidad de ideas y conceptos, así como la actitud negativa que mantiene la sociedad dominante frente a esta lengua».
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También señala como desafío «la necesidad de que el sistema educativo corrija los errores del pasado, a fin de responder a las expectativas y necesidades lectoras de la población; un proceso que incentive a la lectura para que nuestros estudiantes sean pensantes y críticos, para que egresen individuos inteligentes, con objetividad y lógica».
La primera editora garífuna considera que «en ningún sector en nuestro país se le hace fácil a la mujer participar», y señala que «ser mujer negra en Honduras y participar en el sector editorial es símbolo de impacto e incidencia, es ser capaz de superarte a pesar de los desafíos, violencia, pobreza, la falta de representatividad y representación, en donde por lo general eres la primera o la única».
«Participar en el sector editorial siendo una mujer negra en este país», dice Cacho, «es ganar un protagonismo por la lucha contra una triple discriminación: ser mujer, pertenecer a un pueblo étnico y luchar para insertarse en un espacio digno en la literatura nacional».
Los Amorosos: una apuesta por la poesía
La editora y traductora Frances Siman, con la editorial Cisne Negro, ha contribuido a traducir y publicar en Honduras a poetas extranjeros poco conocidos en el país, pero además fundó en 2017 otra editorial. «Fundé Los Amorosos», dice, «con la idea de editar libros de poesía hondureña, especialmente obras difíciles de encontrar o que llevaban años sin reeditarse. Por ejemplo, quería leer a Clementina Suárez, pero en ese momento solo circulaba su Poesía completa, y con suerte, alguna edición anterior. Era complicado encontrar tanto a Clementina como a otros poetas hondureños fallecidos, o mayores, en ediciones recientes».
Entre sus principales logros destaca el poder «reeditar obras de poetas hondureños que llevaban años fuera de circulación». Dice que entre los mayores desafíos que ha encontrado está «comprender las dinámicas del público en distintas librerías: identificar los intereses de los lectores y saber qué títulos funcionan mejor en cada espacio. Cada librería tiene políticas particulares de consignación, lo que implica que el editor debe estar pendiente de la distribución y reposición de libros».
Reconoce que «en el caso de la poesía, la situación es aún más compleja. Este género tiene pocos lectores, y las librerías no suelen incluir libros de poesía en su inventario, mucho menos promocionarlos. Además, hay un interés limitado por conocer a poetas extranjeros, a menos que haya un esfuerzo directo de promoción por parte del editor o que el poeta visite el país». Agrega que «en este sentido, agradezco a iniciativas como las de Olvin Almendares, de la Librería Tinta y Letras, que siempre promueve la poesía y da espacio a mis títulos».
Consultada sobre las perspectivas del sector editorial, señala que «Honduras es el país con menos librerías per cápita en toda América Latina. Sin embargo, plataformas tecnológicas como Amazon han incrementado la producción editorial, permitiendo que se publiquen más libros con menor inversión».
No obstante, señala como desafíos que «el apoyo gubernamental y privado sigue siendo limitado. Aunque hay esfuerzos por promover la educación y los libros de texto, no se observa un interés significativo por fomentar la literatura de ficción y poesía. Además, la promoción y mantenimiento de bibliotecas públicas es poca».
Con respecto a la participación de las mujeres dentro de la industria editorial en Honduras, nos dice que, aunque no dispone de datos concretos, por lo que ha observado en las ferias del libro locales, no hay una participación equitativa. «Por ello, en mis editoriales, he procurado incluir a mujeres en roles clave, como el diseño y la contabilidad», comenta.
Siman sugiere que, para impulsar la participación de las mujeres dentro de la industria editorial, se creen «programas de mentoría liderados por editoras experimentadas que puedan guiar a mujeres jóvenes (o menos experimentadas) en su desarrollo profesional dentro del sector».
Solsticio Ediciones, una nueva propuesta
La poeta y docente universitaria Venus Ixchel Mejía ha combinado su labor como autora con la fundación de iniciativas editoriales. Después de un primer intento en conjunto con su colega Johanna Burgos, fundó en 2024 un nuevo proyecto, con el nombre de Solsticio Ediciones.
Venus observa que «las editoriales han aumentado considerablemente en el país; no obstante, muchas de ellas se limitan a la autopublicación y están en manos de gente con pocas herramientas en el oficio. Otra dificultad que encuentro es la preferencia del libro extranjero en vez del nacional o regional».
«No siempre podemos invertir en una obra literaria porque la capitalización y las ventas del libro son lentas y bajas», comenta; «ofrecemos nuestros servicios editoriales, pero el bajo poder adquisitivo de los escritores hace que no puedan pagar los costos de nuestro trabajo. Prefieren invertir solamente en los servicios de una imprenta local».
Con respecto a las políticas públicas que impulsen el sector editorial, expresa: «No las hay, o no las conozco. A excepción de invitaciones a capacitaciones organizadas por la Editorial Universitaria y el Centro Regional para la Promoción del Libro y la Lectura en América Latina y el Caribe (Cerlalc), el Estado está ausente de la problemática que atraviesa el sector editorial independiente. La Secapph creó su editorial y con eso quisieron tapar el sol con un dedo. No se han ocupado del fomento a la lectura ni han incentivado la producción editorial».
Para impulsar la participación de las mujeres en la industria editorial, recomienda «apostar por publicar con mujeres en sus editoriales, contratar más mujeres editoras para consultorías, comprar más libros escritos y editados por mujeres».
Guanacaste Editores, un proyecto en formación
Johanna Burgos es docente universitaria y ha tenido experiencia como editora de textos educativos en proyectos de la Secretaría de Educación, así como en el Instituto Hondureño de Antropología e Historia, donde estuvo a cargo de la Unidad de Publicaciones. Junto con Venus Mejía, fundaron en 2011 Ixchel Editores. Luego de que este proyecto finalizara, ambas iniciaron nuevos emprendimientos.
En 2024, Johanna comenzó a incursionar en la elaboración de materiales didácticos. «Me he estado preparando en diversos programas para que este nuevo proyecto no solo incluya publicaciones literarias, sino también una colección didáctica enfocada en apoyar a docentes y estudiantes», explica. «Con este nuevo proyecto», dice, «deseo atacar lo que considero el mayor problema en el sector educativo: la falta de comprensión lectora».
Agrega que «el proyecto ya está patentado, y actualmente estoy en el proceso de creación de materiales, con el objetivo de lanzar al menos cinco títulos en su primera etapa»; también está contemplando el lanzamiento de una página web para marzo del 2025.
Para Johanna, entre los principales desafíos se encuentran «equilibrar el esfuerzo y conocimiento empleado en la creación editorial con la sostenibilidad de los proyectos. No existe una cultura lectora, y publicar es una tarea que en el mayor de los casos no es rentable en nuestra Honduras».
Añade que «un público bombardeado por los dispositivos audiovisuales y una cultura de lo efímero sin mayor complejidad, nos deja una situación adversa, ya que la mayoría de las editoriales seguimos aferradas al modelo tradicional del libro (al menos en mi caso y lo que he observado), mientras el sector editorial se ha diversificado en formato y forma. Tocará adaptarse sin perder la esencia del valor del libro y del contexto nacional».
Por otra parte, estima que «los autores nacionales desean tener un público lector amplio, desconociendo que el sistema educativo no está formando lectores, por lo que como sector editorial debemos, además de generar textos, formar y acercarnos a los espacios docentes para hacer que el educando adquiera el hábito de lectura desde la infancia. Para ello, se necesitan políticas públicas, planes a largo plazo y mucho compromiso».
Sobre la participación de las mujeres en el sector editorial hondureño, Johanna expresa que, en su experiencia, «he visto más puestos de decisión editorial liderados por hombres que por mujeres, por lo que hay un terreno que debemos equiparar». Y puntualiza: «He visto carreras prolíficas de mujeres, pero lideradas por la edición y la visión de lo masculino, por lo que lo primero sería definir: ¿Hay una propuesta editorial nacida de la visión femenina? Aún seguimos trabajando desde un enfoque masculino, pues es el que predomina, el que aprendimos, pero conscientes de ello, es hora de buscar una voz y propuesta más cercana a las necesidades de las mujeres: ¿qué quieren decir, crear y leer las mujeres?».
Consultada sobre la existencia de políticas públicas para el sector editorial, nos dice: «Sé que, a nivel estatal, se trabaja desde hace mucho en una política editorial. Desconozco que se haya socializado, pero lo que sí sé es que no se ha llamado a los diferentes proyectos editoriales para consultarles en mesas de trabajo sobre esta política, lo que representa un error institucional».
Johanna considera que para fomentar la participación de las mujeres en el sector se debe «identificar los proyectos editoriales, publicaciones o esfuerzos que las mujeres estén haciendo; revisar las líneas de acción, los logros y los fracasos, para determinar qué se puede mejorar o qué se debe cambiar totalmente».
Finalmente, apunta que «la profesionalización del rubro es decisiva para mejorar los procesos y los resultados. Debe existir un espacio de diálogo y aprendizaje de las mujeres, para que definamos la ruta a seguir y los objetivos comunes para apoyarnos y crecer juntas».
La edición universitaria
La Editorial Universitaria, fundada en 1958, ha tenido diferentes etapas, de acuerdo con los cambios sufridos por la propia universidad. Cabe destacar que una de las intelectuales hondureñas más destacadas del siglo XX, la historiadora Leticia de Oyuela, fue directora de la Editorial Universitaria en los años setenta, según refiere el historiador Jorge Amaya.
De acuerdo con su sitio oficial en la página web de la UNAH, la Editorial Universitaria «es la unidad encargada de difundir el conocimiento y la cultura producidos dentro y fuera de la UNAH, mediante la publicación de textos en distintos formatos, para ponerlos al alcance de la comunidad universitaria, la sociedad hondureña y la colectividad centroamericana e internacional, en condiciones óptimas de cantidad, calidad, pertinencia
Estos objetivos podrían alcanzarse si la Editorial Universitaria fuera una prioridad institucional. Por el momento, los talleres gráficos con los que cuenta están en abandono desde el año 2013, lo cual plantea la inquietud de si no pudieron haberse reacondicionado para no depender del trámite burocrático que implica pagar por la impresión fuera de la UNAH.
Dilia Celeste Martínez es la actual jefa del Departamento de Edición de la Editorial Universitaria. Su experiencia laboral incluye haber colaborado como redactora de textos para el Programa Telebásica, de la Secretaría de Educación, y en el año 2020 obtuvo una beca de la Cooperación Española para realizar una estancia en la Academia Hondureña de la Lengua, en donde editó varios libros y revistas. Posteriormente ingresó a la Editorial Universitaria como especialista en edición y corrección de estilo, y recientemente, en enero de 2025, fue nombrada en su cargo actual.
Considera que su mayor logro es «haber publicado artículos en dos libros editados por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, además de haber participado en el titánico reto que representó la segunda edición de la Nueva gramática de la lengua española, un trabajo de casi cuatro años en el que colaboramos muchos especialistas en lengua española de 23 países».
Para ella, el principal desafío ha sido «luchar contra la invisibilidad que tenemos los correctores de estilo dentro y fuera del sector editorial. Soy profesora de Español, y en algunas ocasiones mis propios colegas me han intentado hacer sentir menos solo porque no estoy dando clases como actividad principal, sino que, como dicen ellos, solo “quito y pongo comas”», lamenta Celeste.
Agrega que se considera «mejor correctora de estilo que editora. Por tanto, trato de hacerles ver a las personas, y en especial a los autores, lo complejo que puede llegar a ser corregir textos y todavía más en un país como el nuestro, donde el nivel de redacción del hondureño promedio es bajo. Aquí el corrector no solo corrige estilo, sino que, en muchas ocasiones, reescribe, lo cual no es correcto ni recomendable. Como consecuencia, en labores de correctora de estilo me ha tocado tener que ser editora también». Y apunta que «por este tipo de situaciones es que en Honduras todavía muchas personas no pueden distinguir la diferencia entre el corrector y el editor».
Perteneciente a la generación millennial, nacida en la década de los noventa, Celeste creció leyendo libros tanto en físico como digital; por tanto, está a favor de ambos formatos. Desde su perspectiva, en el país se ha avanzado en el ámbito editorial. «Hoy en Honduras las ferias del libro son una realidad», dice, aunque reconoce que «seguimos enfrentando múltiples retos en el ámbito de la producción, porque en Honduras los materiales son muy caros en comparación con otros países y, por lo visto, un camino viable (y rentable) para continuar publicando será tener que recurrir a un minimalismo todavía más extremo, además de recurrir a la autopublicación en plataformas como Kindle Direct Publishing».
Pero ante todo, considera que el principal desafío es «crear lectores. En países que tienen una industria editorial consolidada se dice que los lectores ya están muriendo porque se están volviendo consumidores de bestsellers: aquí todavía no han nacido muchos lectores. Debemos impulsarlos, porque sin lectores no podemos siquiera imaginar una industria editorial en Honduras. También considero que debemos volver a replantearnos cuestiones básicas como qué es leer. A fin de cuentas, si no hay comprensión de un texto, ¿cuenta como leer?», se pregunta.
Respecto a la participación de las mujeres en el sector editorial, opina que «no es equitativa en puestos de liderazgo. Este es un dato que no solamente lo digo yo, sino que está plasmado en estudios regionales. Sin embargo, me atrevo a decir que cada vez hay más correctoras, editoras, ilustradoras y diseñadoras innovando en nuestro sector editorial». Con el propósito de visualizarlas, Celeste inició hace dos años el proyecto «De la idea al concepto: editoras hondureñas», que consiste en entrevistarlas para dar a conocer su trabajo.
Celeste considera que se debería crear programas formativos de profesionalización en el ámbito editorial. «Muchas editoras que conozco», dice, «al igual que yo, han tenido que estudiar cursos en línea y a veces con precios nada baratos, si tomamos en cuenta los salarios de Honduras».
Propone, además, promover la lectura de literatura escrita por mujeres, y crear convocatorias para que las mujeres publiquen sus obras y den a conocer su voz. «Siempre hago hincapié», destaca, «en que no debemos olvidarnos de todas las personas que forman parte de la cadena del libro: traductoras, ilustradoras, editoras, correctoras, diseñadoras, promotoras de la lectura, libreras, etc.».
En su opinión, «sin distinguir si es hombre o mujer, se debe impulsar la figura del editor dentro de todos los actores de la cadena del libro. Históricamente la relación autor-editor es como la relación músico-productor: tanto el editor como el productor muchas veces no son reconocidos cuando son quienes orientan al autor-músico hacia una curaduría de su obra».
La publicación de libros desde el sector gubernamental
La devolución de la categoría de Secretaría de Estado, con el nombre de Secretaría de las Culturas, las Artes y los Patrimonios de Honduras (Secapph), a lo que durante los gobiernos anteriores se había reducido a Dirección de Cultura, despertó muchas expectativas en el sector cultural. A ello se unió el nombramiento como ministra de la nueva Secretaría de la académica y escritora Anarella Vélez Osejo, quien además cofundó, a finales de los años ochenta, Ediciones Paradiso, en conjunto con su esposo, el poeta Rigoberto Paredes.
Sin embargo, la gestión de la Secapph no ha estado exenta de cuestionamientos, entre ellos, que a la mayoría de las actividades que realizan se les da una connotación de política partidista. Las convocatorias a concursos literarios sobre el tema de la refundación, así como concursos de canto cuyas bases dicen explícitamente que tienen la finalidad de «exaltar la figura de la presidenta Xiomara Castro», son más apropiadas para la Secretaría de Cultura del Partido Libre que para una Secretaría de Estado.
Carolina Torres, quien es poeta, narradora, y ha realizado estudios universitarios en Antropología, es la directora de la Editorial Nacional Eva Thais, fundada como dependencia de la Secapph en abril de 2022. Entre los principales logros de la editorial, menciona «el poder brindar un acceso a libros a la población sin costo alguno desde una institución gubernamental; diversificar la oferta literaria; abrir espacios de publicaciones literarias para asociaciones, organizaciones, autores y autoras a través de proyectos que presentan a la Secapph».
No obstante, reconoce como «una de las principales limitantes el presupuesto asignado», que repercute en la falta de más «materiales para la producción y más personal para el trabajo que implica todo el proceso de creación hasta distribución de libros».
A su criterio, el sector editorial en el país «se encuentra en una etapa de experimentación con respecto a nuevas tecnologías, por ejemplo, temáticas de Inteligencia Artificial (IA) que se están debatiendo», y que «la situación del público es algo complicada, porque no hay una dimensión grande de audiencias para el sector».
En su opinión, para impulsar la participación de las mujeres en el sector editorial, es importante «socializar la problemática y llevarla al debate dentro y fuera del sector, puntualizando acciones que sean iniciativas de las mujeres participantes del ecosistema literario y editorial del país, y también de aquellas en instancias académicas o creativas».
Carolina menciona la Ley del Fomento a la Lectura y el Libro, pero reconoce que no se lleva a la práctica. Apunta que, en el año 2024, la Secapph presentó una propuesta de reformulación de la Ley a la Comisión de Cultura del Congreso Nacional, «donde se contemplan otras demandas que el sector tiene, como aranceles para importación de materiales para libros, facilidad de publicaciones e incentivos al público».
Cabe hacer notar que ninguna de las editoras consultadas por Contracorriente expresó haber sido convocada para participar en la socialización de la Ley o de las reformas propuestas, ni siquiera Editorial Guaymuras, que en su condición de fundadora de la Cámara Hondureña del Libro participó activamente en la elaboración de la propuesta original.