El museo de la revolución de Orlando

El museo de la revolución de Orlando

Texto y fotografías: Fernando Destephen

Orlando Ferrera, de 81 años, es dueño del Bar Bon, una cantina para amigos ubicada en el municipio de Colinas, Santa Bárbara, cuyo nombre es un juego de palabras en honor a la barba de Orlando. El bar es un cuarto poco iluminado que en la entrada tiene un grabado color negro con las palabras Bar Bon sobre un fondo verde.  Adentro hay varios bancos rectangulares de madera pegados a las paredes. Del lado izquierdo cuelgan pósteres con imágenes de mujeres y calendarios; del lado derecho, dos pósteres de Vicente Fernández en dos etapas de su vida, y en medio, una foto de un joven Pedro Infante levantando el mentón con la mirada levantada hacia el cielo. No hay mesas, para platicar hay que hacerlo de lado o de frente, sentados en esos bancos de madera.

El Bar Bon no tiene barman. Para ser atendidos hay que oprimir un timbre que está ubicado junto a una verja negra que separa el baño y los refrigeradores del resto del lugar. A los pocos minutos de sonar el timbre, alguien aparece por la parte de atrás, donde funciona «Mi Tiendecita», un comercio que vende desde fajas de cuero, licores y dulces hasta –a veces–  ataúdes.

Mi Tiendecita es parte de una casa más grande de piso de madera, levantada casi a un metro del suelo porque ahí inicia uno de los nacimientos de agua de Colinas, por lo que el agua recorre la casa hasta el patio, para salir a través de una llave en una pileta a nivel de suelo.

Bar Bon es un bar que funciona sin mesas, nombrado en honor a la barba ahora blanca de Orlando Ferrera, dueño del lugar. San José de Colinas, Santa Bárbara, 19 de febrero de 2025. Foto CC/ Fernando Destephen.
Bar Bon es un bar que funciona sin mesas, nombrado en honor a la barba ahora blanca de Orlando Ferrera, dueño del lugar. San José de Colinas, Santa Bárbara, 19 de febrero de 2025. Foto CC/ Fernando Destephen.

Orlando es un historiador enamorado de la revolución cubana. Guarda fotos del Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Fidel Castro y Hugo Chávez, a quien ha incorporado como el más reciente de la colección.

Dentro de su casa, Orlando tiene otro espacio: su museo personal. Ahí guarda  más fotos de sus héroes. Además, sobre un televisor plasma, y colgadas en la pared, hay cuatro tejas pintadas con los rostros del Che, Cienfuegos, Chávez y un joven Orlando vestido con el uniforme militar de la revolución cubana.

Cada objeto en el museo de Orlando tiene una historia. Uno de ellos es el poema que Ismael Cerna dedicó al expresidente de Guatemala, Justo Rufino Barrios. Orlando relata que un amigo, durante un viaje a Guatemala, recordó su aprecio por ese poema en particular. Con ese detalle en mente, decidió imprimirlo, enmarcarlo y obsequiárselo, acompañado de la historia detrás de sus versos.

Cerna lo escribió desde la cárcel y llegó a manos de Justo Rufino Barrios, quien ordenó que lo dejaran en libertad. El poema se hace más interesante cuando Orlando lo lee, con su voz y la intención de revivir el sentimiento del poeta. El poema tiene una segunda parte, que es el epígrafe de Cerna contra su adversario. Cuando Rufino murió, Cerna visitó la tumba y escribió lo que algunos consideran el perdón del poeta hacia el político:

«No olvido que un instante en tu abandono
quisiste engrandecer la Patria mía.
Y en nombre de esa Patria te perdono.»

Orlando cuenta que ha visitado Cuba seis veces, y asegura que el bloqueo de los gringos «es perro, es criminal». Dice también  que ha hecho amistad con los médicos cubanos que han llegado en brigadas, entre ellos los que están en el Hospital de Santa Bárbara.

Orlando es ingeniero agrónomo. Cuenta que estar en el campo le ayudó a desarrollar una mayor conciencia social, pero que también «se nace siendo así», en referencia a su sentido revolucionario y su comprensión de la realidad del país.

A Orlando le gusta conversar. Relata anécdotas de Santa Bárbara, habla con autoridad sobre ciertos temas y critica otros, todo mientras explica la historia detrás de cada adorno o pieza de su improvisado museo, una colección que ha curado a lo largo de casi 60 años. Llaveros, libros, revistas, su acervo abarca todo lo relacionado con la izquierda cubana y la Venezuela de Hugo Chávez. Sin embargo, Orlando no es un fanático. Escucha y opina sin interrumpir ni alzar la voz, espera su turno con paciencia y expone sus ideas con calma, sin gritos ni insultos.

Para muchos en Colinas, Santa Bárbara, el día termina con una cerveza helada en el Bar Bon y, con suerte, con una visita al museo particular de su propietario. Allí, la conversación puede transitar desde la llegada de judíos y europeos a Trinidad, Santa Bárbara, hasta este nuevo siglo, en el que el fascismo resurge y la izquierda –parece– sigue siendo la misma.

Sobre
Fernando Destephen 1985 Tegucigalpa, Honduras. Fotoperiodista y contador de historias.
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