Texto y portada por Persy Cabrera
Pocos o mejor dicho, ningún personaje ficticio sería tan acertado de imaginar sosteniendo y defendiendo la bandera de Palestina como Luffy. Más allá de los debates que circulan en internet sobre los fanarts que lo representan en esta postura, Luffy representa en esencia un personaje construido políticamente del lado más sencillo posible: este capitán pirata de 19 años jamás podría mantenerse neutral y no posicionarse al lado de un pueblo que sufre un genocidio y una limpieza étnica, que lleva resistiendo décadas y décadas de abuso, vulneración masiva a los derechos humanos, tortura, sangre y constante pérdida.
Desde su lanzamiento el 22 de julio de 1997 en la Weekly Shonen Jump, probablemente la revista de manga más popular en Japón, hasta la última actualización de One Piece a inicios de octubre de este año, tras 1,128 capítulos (y los que faltan) de este manga que Luffy protagoniza, no podría haber dudas sobre su convicción, su compás político. Aunque en la obra nunca se hable abiertamente de estos temas, sus decisiones lo llevan, por ejemplo, a enfrentarse a un gobierno mundial autoritario, genocida, militarista, a dictadores, a monarcas que se ven como una raza superior y a grupos terroristas que nacieron de las injusticias de ese mundo imaginario, que casualmente no es muy diferente al que vivimos nosotros.
Los antecedentes están: hay arcos enteros de One Piece en los que puede verse reflejada la historia de genocidio y limpieza étnica que Israel ha cometido en contra del pueblo palestino. El arco de Arabasta, que cubre del capítulo 155 al 217 del manga, nos embarca en la historia de un país en el desierto que está siendo orillado a sumirse en una guerra civil, y en el que la población ha sido privada del agua, todo esto con conocimiento del gobierno mundial, entidad que determina quiénes son héroes y villanos en ese mundo.
El último arco de One Piece nos llevó a Wano, un país que vive una dictadura en la que la población disidente es encarcelada y torturada, y los demás viven bajo hambruna, esclavitud y en peligro de ser asesinadas. Todo bajo la atenta mirada del Gobierno Mundial que no puede –o mejor dicho– no quiere hacer nada, o que tiene más que perder en términos económicos o militares si decide hacer algo por esta gente.
Todo cambia cuando llega Luffy; siempre cambia cuando él llega a cualquier rincón del Grand Line, el mar que lo llevará hasta el preciado One Piece.
Mientras, en nuestra realidad el pueblo palestino ha sufrido la muerte de 16,756 niños y niñas entre el 7 de octubre de 2023 y el 10 de septiembre de 2024, de acuerdo al Comité sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas. Bragi Gudbrandsson, vicepresidente de este comité, afirmó: «No creo que hayamos visto antes una violación tan masiva como la que hemos visto en Gaza. Hay tres violaciones de las seis más graves que no queda duda de que Israel comete: matar y mutilar a niños, atacar hospitales y escuelas y denegar el acceso humanitario».
Pero esta desgracia no inició el 7 de octubre con el ataque del grupo terrorista Hamás en Israel, en el que asesinaron alrededor de 1,200 personas y secuestraron a otras 250. El periodista Joe Sacco, en una de sus novelas gráficas, titulada Palestine, detalló cómo en Cisjordania o la Franja de Gaza, a finales de 1991 e inicios de 1992, la población palestina ya vivía bajo una opresión militar, violenta, restrictiva de derechos humanos. En esta obra Sacco representó a personas que vieron morir entre llamas a los olivos, de décadas de edad, con los que obtenían aceite para vender y sobrevivir en un sistema excluyente; a víctimas de tortura; a personas que no tienen acceso a educación, a un trabajo digno, a una vivienda, a vivir.
Esta es una realidad que sobrepasa lo que hay en la ficción de One Piece, aunque Eiichiro Oda, su creador, tampoco escatima en hablar sobre racismo, trata de personas, esclavitud o abuso de poder de fuerzas del orden.
Hay pocos personajes como Luffy. Su sencillez y bondad se asemeja a la de figuras como Naruto, de Masashi Kishimoto; Goku, de Dragon Ball Z; o incluso Superman y Wonder Woman en el ámbito occidental, todos ejemplos de voluntades inquebrantables para posicionarse al lado de las víctimas. Sin embargo, aunque todos ellos tienen un trasfondo político que les identifica, ninguno sostendría la causa palestina y defendería su bandera porque ninguno está construido como Luffy, con un amplio abanico de ideales y convicciones por la justicia.
Para el aniversario número 23 de la publicación de One Piece, Gonzalo Espinoza, periodista y host del podcast «El anime triunfó», escribió que lo que diferencia a Luffy de otros protagonistas es que «[Luffy] se transforma en el portador de una voluntad colectiva que va a cambiar el ordenamiento del mundo en el que habita», y que «el triunfo que va a lograr Luffy no es un triunfo para el mundo como una comunidad completa que deba ser rescatada de las garras del mal, sino que va a ser la victoria de ciertos tipos de comunidades, y de ciertos tipos de identidades, que están reclamando su lugar en el mundo».
One Piece se planteó desde el inicio como un épico viaje de piratas para encontrar el One Piece, el legendario tesoro que Gol D. Roger, el rey de los piratas, en el día de su ejecución exclamó que podían encontrar en el Grand Line, el mar que atraviesa el mundo de One Piece y donde se desarrolla la historia, y que ahí estaría para quien pueda alcanzarlo. Hay muchísimo de piratería en la historia que narra este manga, con los significados clásicos de un pirata: ladrón, vividor, saqueador y rufián; pero hay personajes como Luffy, que creen que ser un pirata significa algo más: ser libre.
Luffy no concibe otra manera de vivir la vida que en libertad, enfrentar el mar y a todo aquel que impida que otros sean libres, y por eso es que se levanta de manera anárquica contra el gobierno, sin atender a ninguna advertencia para enfrentarse a aquellos que son injustos y desalmados con los pueblos que él conoce de primera mano.
Por eso es que aunque causó revuelo en redes sociales, tampoco fue una sorpresa tan grande que la bandera pirata de la tripulación de Monkey D. Luffy se levantara al lado de la palestina en una protesta en Estados Unidos.
Actualmente el manga ya entró a su etapa final después de más de 1,000 capítulos, y al día de hoy no se ha revelado siquiera qué es el One Piece, y Oda sigue dejando migas de misterios que vemos pasar cada tantos episodios, colocados sistemáticamente para llamar la atención sin decir mucho.
La escena a la que los fanarts hacen referencia, que mencioné al inicio de este texto, es una en la que Luffy sostiene la bandera que representa al pirata Dr. Hiruluk mientras está en el punto más alto de un castillo. Hiruluk intentó encontrar una medicina para curar un país entero de la desesperanza y falta de empatía. Estando ahí arriba, Luffy recibe muy dispuesto un cañonazo, solo para demostrar que la bandera iba a seguir ahí intacta mientras estuviera alguien para defenderla. Esta obra es brillante en esos términos simbólicos; cada acto de heroísmo de Luffy está impregnado de épica, de emoción y de un valor político inmenso.
Luffy defendería la bandera de Palestina. Lo haría porque sería consciente de lo que significa para el pueblo palestino, que ve cómo quieren borrar su bandera de nuestro mundo, junto a ellos y ellas. Ojalá existiera Luffy, ojalá las personas que toman las decisiones importantes ya no estuvieran de brazos cruzados.