La Biblioteca Cartonera es un proyecto que permite a la niñez de zonas rurales de Honduras y sus familias recrearse mientras desarrollan su potencial creativo. Aquí, la lectura, el dibujo, el bordado y el reciclaje se conjugan para crear y reproducir obras literarias. Los fundadores y gestores del proyecto, Armida García y Joel Lara, escogieron Lepaterique, rodeado de bosques y montañas, como el lugar desde donde están haciendo realidad sus sueños.
Texto: María Eugenia Ramos
Fotos: Fernando Destephen
En los pasillos del Instituto Polivalente Santiago, de Lepaterique, donde acaba de realizarse el acto oficial de inauguración de las tradicionales fiestas patrias, parece resonar aún el potente sonido del bombo de la banda de guerra, aunque difuminado ya por las risas de los niños y niñas que corren libres durante el recreo, después de haber estado escuchando los discursos bajo el sol, ya picante, aunque todavía es temprano.
Este instituto es una de las sedes principales de la Biblioteca Cartonera, un proyecto creado en el año 2018 por la poeta y educadora Armida García, con el apoyo de su esposo Joel Lara. Mediante esta iniciativa, los niños y las niñas se divierten haciendo libros, pequeñas joyas de creación artesanal en las que mediante el bordado y los colores reproducen obras propias, como también de la literatura hondureña y del mundo.
La innovación que ha convertido a este proyecto en una propuesta única en su género, nos dice Armida, es que ahora el bordado es parte fundamental en la creación de cada pieza. Los niños y niñas imaginan las ilustraciones, las dibujan y las bordan. Así, el cerebro y las manos trabajan juntos. Los libros se crean a partir de materiales reciclados, como cajas de pizza y retazos de tela o de ropas en desuso proporcionadas por las familias.
La Biblioteca Cartonera comenzó en 2018 como un proyecto personal, en el centro educativo donde Armida trabajaba en Tegucigalpa. Empezó enseñándoles a sus estudiantes a hacer libros, nos cuenta, pero con materiales tradicionales, usando papel, tinta y dispositivos electrónicos. Actualmente, la iniciativa, ya con materiales reciclables, se ha expandido a 11 centros educativos en total, en el casco urbano y aldeas del municipio de Lepaterique, con el apoyo de la Secretaría de Cultura, aunque la propiedad intelectual sigue siendo de quienes fundaron el proyecto.
Armida le pide a su esposo Joel que «atrape» a uno de los niños que corren, para que podamos entrevistarlo. «Joel es mi arma secreta», se ríe Armida. Y nos cuenta que los varones más inquietos se comprometen a pasar un tiempo haciendo libros, porque saben que Joel después jugará fútbol con ellos. Tal vez por ahora les interese más el fútbol, pero también están leyendo, dibujando, bordando, escuchando historias y creando, no solo libros artesanales, sino también recuerdos alegres que los acompañarán en la adultez. Porque, aunque no se sabe qué les traerá el tiempo, tendrán en su memoria estos momentos compartidos, de esperanza, de amor.
Y es que la Biblioteca Cartonera es en muchos aspectos una historia de amor. El amor de Armida García por los libros y el bordado, y su historia de amor con Joel Lara, con quien están juntos desde hace catorce años. «Lo vi debajo de un árbol, le hablé, y desde entonces supe que no iba a soltarlo», dice ella. Joel, hábil constructor, bordador, y por lo que escuchamos también futbolista, asiente con una sonrisa.
También es la historia del amor de esta pareja de creadores por Lepaterique, un municipio situado a menos de hora y media de Tegucigalpa, rodeado por bosques donde se encuentran coyotes, pumas, barbamarillas y armadillos, entre otras especies. Armida y Joel llegaron un día y decidieron continuar su vida allí. Ahora van a cambiar su casa en el casco urbano del municipio por un terreno en mitad del bosque, donde construirán ellos mismos una cabaña. Suena aventurero, y lo es, porque ambos comparten esos sueños locos que acaban convirtiéndose en logros hermosos.
Uno de estos logros es la incorporación del reciclaje como otro gran componente del proyecto, según nos explica Dilcia Aracely Cruz, docente de Español del Polivalente Santiago, así como la recuperación del bordado como parte de las tradiciones culturales lencas. Los niños y niñas se llevan el trabajo a casa, e involucran a sus familias en el acabado final, por ejemplo, con alguna puntada que les enseña la abuelita.
Pero el proyecto no solo contribuye a rescatar esas tradiciones, sino que también desafía de alguna manera los estereotipos de género. Los libros artesanales despiertan tanto entusiasmo que hasta los hombres mayores se involucran. Armida y Joel nos cuentan que en una ocasión, el abuelo de uno de los niños participantes pidió que le enviaran una manta para bordar él también, con la condición de que no le contaran a nadie. «Tenemos señores que son bordadores de clóset», se ríe Armida.
Esdras Levit García, el niño inquieto con el que finalmente logramos hablar por un par de minutos, dice que sabe bordar, y que participar en la Biblioteca Cartonera lo hizo sentir alegre. Viendo los colores, las imágenes y las texturas de los libros esparcidos sobre las mesas de la biblioteca del Polivalente Santiago, podemos entender la razón de este entusiasmo.
Esdras está más interesado en disfrutar del recreo que en conversar con nosotras, pero sus compañeras Sharon Sofía Bejarano y Sofía Sarahí García son mucho más expresivas. Ambas, al igual que Esdras, participaron en el proyecto cuando estaban en sexto grado, en la escuela de su comunidad. Sharon dice que hacer libros le permitió dibujar, pintar y también escribir. Le preguntamos de qué escribe, y dice que sus temas favoritos son «los atardeceres» y «una niña feliz». También dice que escribió sobre la muerte de su conejito, al que quería mucho.
Su amiga Sofía, más que por la escritura, se inclina por el dibujo, y nos comparte que le gusta mucho hacer retratos de personas, a partir de una fotografía. «En las aldeas hay personas que tienen bastante creatividad, pero no tienen los recursos para expresarla. Me gustaría que la Biblioteca Cartonera pudiera acceder a esos lugares, para que los niños puedan decirle al mundo lo que sienten», aporta, y Sharon asiente con una sonrisa.
En un país donde gran parte de la niñez se encuentra en situación vulnerable, la Biblioteca Cartonera representa una puerta hacia la esperanza de que la recreación y la literatura estén al alcance de todos los niños y las niñas del país.