Por: Kelvin Enamorado, Juan Carlos Enamorado y Alberto Pineda
Portada: Persy Cabrera
En 2010, no teníamos dónde practicar nuestra pasión: el breaking. Entrenábamos en cualquier acera de los vecinos o incluso el pavimento, a veces en casas que habían sido abandonadas por familias desplazadas de manera forzosa en el sector Chamelecón de San Pedro Sula. Éramos un grupo de cerca de 40 jóvenes intentando hacer algo diferente y muy llamativo para nosotros, sin estar muy seguros de todo lo que implicaba o hasta dónde nos podía llevar.
Al iniciar con el breaking, jamás pensamos en todo el potencial y la magnitud del movimiento a nivel internacional; en ese momento vimos cómo llamábamos la atención en el colegio y eso nos inspiró a seguir. Así nos fuimos adentrando en una disciplina que no solo nos ayudaría a tener un estilo de vida saludable y a canalizar las emociones, sino también a generar un camino profesional desde el emprendimiento social.
Cada vez éramos más los chicos y chicas interesadas en aprender, hasta que consolidamos nuestro grupo en 2011 con un nombre y elegimos una junta directiva, para distribuir mejor la responsabilidad y que el grupo tuviera una visión.
Descubrimos que eso a lo que nosotros nombramos break dance realmente se llama breaking, y forma parte de la cultura hiphop, junto con otros elementos llamativos, para nosotros, como el DJ, grafiti, rap, beat box, entre otros. El breaking tiene antecedentes en la década de los sesenta y anteriores, pero de manera general se acepta que el hip hop tiene sus inicios a principios de los años setenta, con las llamadas block parties, que eran fiestas en las calles donde se reunían las personas de los diferentes elementos: los primeros DJ, «emcees» (raperos), bboys (chicos que bailan breaking), bgirls (chicas que bailan breaking); justo por este origen los términos propios del hiphop se utilizan en idioma inglés.
Así, el breaking comenzó en las calles de Brooklyn y el Bronx en Estados Unidos, practicado por adolescentes y jóvenes de origen afro y latino, en un contexto de abandono de parte del Estado, de ausencia de servicios de salud, educación, sin oportunidades de empleo y con una situación de conflicto entre pandillas, es decir, lugares muy parecidos a los barrios de San Pedro Sula, La Ceiba o Tegucigalpa.
Las deportaciones de centroamericanos realizadas por los Estados Unidos de América, principalmente durante la década de los noventa, significaron el retorno de migrantes irregulares, fundamentándose en que eran personas con antecedentes criminales, aunque es bien sabido que eso en su mayoría fue una manera de justificar la xenofobia, la discriminación y el racismo. Estas deportaciones masivas trajeron consigo a personas que habían estado expuestas al hiphop en sus diferentes elementos, lo que aportó a la llegada del breaking, el rap y el grafiti a los países centroamericanos.
A finales de los ochenta y noventa, en varios clubes nocturnos de los suburbios de Tegucigalpa se hacían covers de canciones clásicas de rap y las primeras exhibiciones de breaking, junto con el DJ Emilio Breakstar Bolaños, conocido como bboy «Milo», bailarín y gestor cultural salvadoreño desaparecido. Se dice que el breaking se enraizó más en El Salvador, pero el rap se sostuvo más firmemente en Honduras y el grafiti en Nicaragua; luego llegó a Guatemala, Costa Rica y Panamá.
En Honduras, el breaking se practicó casi de manera simultánea en cuatro ciudades: Tegucigalpa (en los bajos del Congreso Nacional y en la Kennedy); San Pedro Sula (Barandillas y Medina); El Progreso (en el Gimnasio Municipal) y La Ceiba (en el Centro Social de El Sauce). Entre el 2004 y 2007, casi en todos los colegios de San Pedro Sula se practicaba, y en los intercolegiales nacionales se integraban acrobacias y coreografías claramente influenciadas por el breaking. Ahora lleva cerca de 25 años de practicarse.
Dentro del breaking, existen las «batallas» que se dan en diferentes contextos, como por ejemplo, eventos formales organizados de manera independiente, con o sin apoyo de las instituciones sociales. Estos eventos responden a la necesidad de «medir nivel» entre quienes lo practicamos. Para dar un veredicto, siempre en estas batallas existe un panel de jueces compuesto normalmente por tres bailarines o bailarinas experimentadas.
Un set/sesiones o entradas de un bboy o una bgirl es el momento individual que el bailarín tiene para dar una muestra de sus habilidades; por lo general tiene una duración de entre 30 a 50 segundos.
El breaking es una danza legítima con influencias multiculturales en diferentes disciplinas artísticas, atléticas y marciales; de esta manera, tiene fundamentos básicos que componen un set o entrada, ya sea en una batalla, un cypher (que es un círculo organizado de forma espontánea, conformado por las y los bailarines, donde se convive por medio del baile) o un showcase (coreografías).
Estos fundamentos se dividen en cuatro categorías: toprock, movimientos de pie en los que se usa todo el cuerpo; footwork, movimientos en el suelo en distintos niveles; powermoves, que requieren una habilidad, técnica, balance y coordinación y suelen llamar más la atención en el público espectador; y finalmente los freezes, que suelen cerrar un set, pero que también se usan en medio para estructurar el baile, como si se posara para una fotografía marcando un beat (ritmo) específico.
Estas categorías conforman un set o entrada en la danza, pero también existen otras categorías que se incluyen en esta, como los tricks and combos, tricking y uprocking. Cabe mencionar que en esta danza se usan diferentes técnicas, estilos, transiciones y creatividad.
Los jams básicamente son tardes culturales que generalmente se hacen un fin de semana en parques, plazas o canchas de usos múltiples que permiten la accesibilidad de todas las personas que practican breaking; puede haber una agenda, pero se consolida de manera muy orgánica a medida que van llegando los artistas y atletas. Suelen ser muy variados y en algunos casos multidisciplinarios, con participación de raperos, skaters, beatboxers, poppers y cualquier otra disciplina presente en la población que integra la comunidad.
En resumen, un jam es lo que en los Estados Unidos de América se considera como un block party. Dentro de estos jams suelen darse muchos los cyphers, en donde se prohíbe el contacto físico y se procura que sean el respeto y la diversión los valores que imperen en el espacio.
En ocasiones también suelen darse las batallas en estos cypher, y sirven para minimizar los malentendidos que puedan existir entre algunos practicantes. El concepto es que, si tienes algunas diferencias o algún conflicto, debes dejarlos en la pista de baile. Justo por este principio es que el breaking y la cultura hiphop han servido en diferentes contextos como estrategia de pacificación comunitaria.
Con este concepto de mantener la esencia de esta cultura se han desarrollado jams en diferentes partes de Honduras, como el proyecto «El arte de las calles» en diferentes ciudades del país entre 2011 y 2021; en San Manuel, Cortés, la «Boombox Party», entre 2016 y 2017; en La Ceiba, los «Jams en la playa», con múltiples ediciones entre 2018 y 2021, llegando incluso a desarrollarse una edición en Tocoa llamada «Jam in Tokio».
En Chamelecón, desde inicios del 2023 a la actualidad, con los jams de la Casa Cultural Warriors se ha presentado una propuesta de identidad y apropiación de un espacio comunitario, integrando no solo a las y los artistas, sino también a las personas espectadoras, participantes de talleres, padres y madres de familia, emprendedores locales y actores comunitarios, involucrándoles en los diferentes procesos que se desarrollan en la Casa Cultural Warriors. Es el programa insignia de nuestra organización, que tiene el objetivo de crear un sentido de pertenencia entre todas las personas.
El hiphop como cultura es atravesada por todas las problemáticas de la sociedad en general, como son la pobreza, las desigualdades sociales, el racismo y el machismo, entre otras. El machismo ha sido muy visible, no solo a nivel internacional, sino en nuestro movimiento. Es muy raro ver a una mujer participando en una competencia hondureña de breaking, y dentro del movimiento se replican estereotipos de género; por eso, la implementación de una categoría aparte para las mujeres fue mal recibida por muchos, que sentían que reducían oportunidades para hombres (bboys) por facilitarles el camino a las mujeres (bgirls).
En el breaking hasta hace poco se comenzó a implementar una categoría aparte para las mujeres. En 2017 participó por primera vez una mujer, cuando se invitó a Ayumi a competir junto con 15 bboys. Al año siguiente se disputó la primera final mundial del Red Bull BC One Bgirl, y la japonesa Ami fue la que se llevó el título. En 2019 la victoria fue para la rusa Kastet. Desde entonces se ha observado un gran avance en el nivel de competencia de las chicas bailarinas a nivel mundial.
Desde Warriors Zulu Nation Honduras se ha realizado un proceso de investigación-acción con enfoque de género dirigido hacia el breaking. Los hallazgos indican que la reproducción de actitudes machistas y estereotipos de género son los factores más significativos que influyen en la inasistencia y poca permanencia de mujeres en las actividades relacionadas tanto con el breaking como con el rap.
Sin embargo, que el breaking tenga una categoría para hombres y para mujeres fue un paso esencial para que se integrara esta disciplina en las Olimpiadas de París 2024, pues ese es uno de los requisitos.
El avance del reconocimiento del breaking en competencias deportivas internacionales no solo trajo consigo mucha expectativa dentro del movimiento por la gran ventana de oportunidades que puede implicar la formalización de un baile que inició en las calles, sino también críticas. Algunas personas argumentan que el breaking no es un deporte sino un arte, una expresión de libertad y apropiación de tu cuerpo por encima de todo, que nuestro baile es cultura y el convertirlo en deporte puede causar que pierda su esencia.
También se señala que el estandarizar aún más los movimientos podría quitarle al baile algo tan importante como es la originalidad, porque si bien existe un extenso catálogo de movimientos básicos, se sabe que para trascender en el baile cada practicante aporta su propia esencia.
La duda es: ¿esto traerá beneficios al baile y la cultura hiphop o, al contrario, se convertirá esta búsqueda de la expresión del alma en un entrenamiento rutinario para acumular puntaje y obtener una medalla?
De cualquier manera, algunos bailarines de la vieja escuela también apoyaron la iniciativa de integración del breaking como una disciplina olímpica, e hizo oficialmente su debut en los Juegos Olímpicos de París 2024.
En el desarrollo de las competencias de breaking se contó con competidores y personajes destacados en el medio, como Snoop Dog, quien protagonizó varios momentos virales. De manera general las competencias resultaron muy entretenidas para los espectadores. En la categoría femenina, el oro fue para Japón, plata para Lituania y el bronce para China; en la categoría varonil, el oro para Canadá, plata para Francia y cobre para Estados Unidos.
Hubo algunos momentos que no dejaron pasar desapercibido el debut del breaking; incluso tuvo participación el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados. Una de las controversias se debió a que la bgirl Manizha Talash, de origen afgano, país en donde es prohibido para las mujeres practicar breaking, utilizó una capa como parte de su interpretación, con un mensaje exigiendo la «libertad para las mujeres en Afganistán». Esto generó mucha controversia, porque el quinto principio de la Carta Olímpica alude a la neutralidad política, por lo cual utilizar las competencias para posicionar mensajes políticos puede ser considerado como una falta y motivo para una descalificación; sin embargo, no es la primera vez que un/una atleta realiza una manifestación de este tipo en los Juegos Olímpicos.
Otro momento muy controvertido fue la participación de la representante australiana conocida como Raygun, quien se viralizó en redes sociales por algunos pasos tachados de fáciles. Ella declaró que al principio también se reía de los memes, pero pronto empezó a ser víctima de hostigamiento y acoso en redes sociales; inclusive en su país los medios se encargaron de acosar a sus conocidos. En redes sociales han utilizado su presentación para protestar por la inclusión del breaking en las Olimpiadas. Desde nuestro punto de vista, lo que hizo Raygun también es parte del breaking, aunque a nivel de competencia es muy valorada la dificultad en el baile, lo cual se ve reflejado en las votaciones de los jueces.
Muchos pioneros y gestores consideramos que el reconocimiento del breaking como deporte olímpico ya no se para. Un claro ejemplo es el de Argentina, donde en 2018 empezaron a institucionalizar la disciplina, incluyéndola en gimnasios, contratando instructores y profesionalizando su práctica deportiva. En este país y otros más se ha generado la posibilidad de que la profesionalización del breaking permita generar una industria económica fuerte que a su vez cree oportunidades de desarrollo, así como lo han hecho otras disciplinas, como el fútbol.
Lo cierto es que el breaking tiene más de 51 años y nunca dependió ni dependerá de una sola competencia. Dentro o fuera de las Olimpiadas, nuestra cultura sigue generando resiliencia en los barrios más necesitados del mundo, donde solo hemos contado con nosotros/as mismos/as.
Por eso seguimos brindando talleres de breaking en el sector Chamelecón de San Pedro Sula, transmitiendo los principios del hiphop como cultura de paz mundial, procurando que las nuevas generaciones tengan un lugar seguro donde practicar y hacer el arte o deporte que más les gusta. Each one teach one (cada uno enseña al siguiente).
2 comentarios en “El breaking: de las calles a las olimpiadas”
Muchas felicidades y que sigan cosechando éxitos 🙌 y que más jóvenes se unan al reto 💪
Me parece excelente que dejen su marca y ayuden con el arte a muchos más jóvenes. Éxitos a ustedes sigan así💯👏