Texto: Teddy Baca
Portada: Persy Cabrera
Últimamente he tenido dificultades para escribir, por falta de tiempo y porque estoy enfocado en algunas emociones encontradas.
A mí, personal y profesionalmente, me ha tocado conocer a muchas personas que viven en el clóset, es decir, que no se reconocen como LGTBIQ+, pese a tener identidades de género u orientaciones sexuales distintas a la hegemónica; o que sí se reconocen, pero que la mantienen oculta para la mayoría de personas cercanas.
Salir del clóset es un hito del desarrollo psicosocial de una persona LGTBIQ+ en tanto entendamos que es una construcción social, ya que si no tuviésemos una sociedad cisheterosexista en donde se espera o presiona a las personas a ser cisgéneros o heterosexuales, no habría una necesidad de comunicar a otros que no lo somos.
Pero como no hay ningún país en el que la diversidad sexual sea aceptada por completo, salir del clóset se vuelve una tarea en la que una persona LGTBIQ+ expresa ser quien es a otras personas, ya sea familia, amigos o compañeros. Salir del clóset suele ser crucial en la consolidación de la autoestima de una persona, así como un factor protector de su salud mental, de acuerdo a la investigación planteada en el libro Desarrollo humano (McGraw Hill, 2010).
Pero este proceso debe ser individual, acorde a las características del entorno de la persona. Algunos autores como el psicólogo Rubén Ardila señalan evidencia de que factores como la seguridad personal, la autoconfianza, la independencia económica y la aceptación familiar son claves a la hora de que una persona considere o no salir del clóset, pero también señalan que las motivaciones de una persona son incluso más importantes.
Jamás dudaría de la trascendencia de lo que implica salir del clóset, porque para mí fue bastante difícil. Aunque desde los 8 años tenía claridad de que me gustaban los hombres, soporté los siguientes 8 años en silencio total, ante amenazas de «irme al infierno» porque lo dicen los textos religiosos. Esto me provocó pesadillas recurrentes y ansiedad. Si no fuese por mi red de amigos del bachillerato, el fuerte enamoramiento que atravesé por un chico que iba un año adelante en el colegio, y el hartazgo de tener que siempre escuchar a los adultos hablar de que yo algún día tendría que tener esposa o novia, posiblemente habría salido muchos años después, o quizás todavía estuviese en el clóset.
Otro aspecto es el miedo ante las represalias familiares. Hoy gozo de la aceptación de la mayoría de mis familiares, pero en su momento me enfrenté a amenazas de que me sacaran del colegio y a recriminaciones por mi expresión de género o mi desinterés por las chicas.
La represión emocional y sexual acarrea muchos problemas como depresión, ansiedad, insomnio, o incluso hasta ideación suicida. A veces, la toma de decisión que implica salir del clóset va más allá de un coste – beneficio, representando una carga afectiva difícil de manejar.
La validación emocional y el sentido de pertenencia son tan difíciles de obtener cuando se es contrario a los «valores» —o mejor dicho, prejuicios— que tiene una comunidad o una familia. Entonces, es lógico que muchas personas se sientan con la obligación de mantener esto oculto, o incluso actuar ser heterosexuales y/o cisgéneros.
Tener aliados es muy importante en estos contextos, ya que los espacios seguros, físicos o simbólicos, proporcionan a las personas LGTBIQ+ la oportunidad de explorar con menos prejuicios sus identidades y sexualidades; de esta forma, aquellos mecanismos de evitación y homolesbitransfobia interiorizada empiezan a desgastarse o caer.
Pero incluso si la persona se siente segura para comunicar su sexualidad ante algunos amigos o familiares, no es «su deber» dar aclaraciones a nadie, ni mucho menos exponerse en ambientes en los que no se siente cómodo.
Cada experiencia es única. Sí, salir del clóset ayuda mucho, pero debe hacerse con el acompañamiento de las redes de apoyo que se tengan.
Aunque salí del clóset a los 16 años, no me considero ni más ni menos, ni superior a los que no salen o que salen años después. Tuve que sacrificar mi paz inmediata más de alguna vez, y aún sigo lidiando con algunos obstáculos. No me arrepiento en absoluto de haberlo hecho, porque alivió sobremanera mi egodistonía y síntomas psicosomáticos, pero no me parece justo obligar a nadie a enfrentar algo así sin que sea por voluntad propia. Cada persona merece comprensión emocional y dar el paso cuando se sienta listo; los riesgos siempre van a estar allí, pero mientras se tengan personas especiales alrededor, es muy probable que todo mejore considerablemente en su salud mental.
Espero que los familiares entiendan que la responsabilidad que tienen sobre la salud mental de sus hijos, sobrinos, nietos, primos, es tan alta que negarse a amarles tal como son y no como esperan que sean, va a tener repercusiones. Atiendan con ternura y nunca olviden que todos merecemos vivir felices.
Agradezco mucho a mis amigos con los que pasé mis años en la Escuela Normal Mixta Pedro Nufio por darme ese espacio seguro para expresarme, al primer chico del que me enamoré por movilizar dentro de mí las ganas de expresar lo que era, a mí mamá y hermanas por abrirse. A todas las personas que ya salieron del clóset o que no han salido aún, les mando toda mi esperanza, amor y conocimiento.