Regresa La Ciudad Oscura a la Casa del Teatro Memorias, una obra inspirada por un intento fallido de golpe de Estado en España. Adaptada al contexto histórico hondureño por Tito Ochoa, cofundador del Teatro Memorias y director de la obra, La Ciudad Oscura presenta un origen para los golpes de Estado en el país, uno en el que Honduras ha sido parte de un juego que le supera y que se repite cada cierto tiempo.
Texto: Persy Cabrera
Fotografías: Fernando Destephen
Sentado en una de las sillas rojas de la Casa del Teatro Memorias, Tito Ochoa, cofundador de esta casa teatral y director de «La Ciudad Oscura», define esta obra como un «análisis sobre la historia, la política y los actores que participan en lo que está sucediendo actualmente». «La Ciudad Oscura» es una obra escrita por el español, Antonio Rojano, a la que Ochoa hizo una adaptación para que tenga el contexto histórico hondureño.
La obra fue concebida por Rojano teniendo como inspiración el intento de golpe de Estado de 1981 en España, también conocido como 23F. Más o menos a las seis de la tarde de un 23 de febrero de 1981, en Madrid, un coronel —con pistola en mano— junto a un grupo de guardias civiles interrumpieron la investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno y secuestraron a las personas presentes en el Palacio de las Cortes. Al final fue un intento fallido de golpe de Estado, en el que intervino el rey Juan Carlos I defendiendo la constitución.
El historiador español, Juan Francisco Fuentes, en su libro 23 de febrero: El golpe que acabó con todos los golpes (Taurus, 2020) escribió: «El estrepitoso fracaso del golpe trajo consigo la consolidación de una democracia tambaleante y la derrota definitiva del golpismo, del que puede decirse que ya nunca levantó cabeza». En Honduras se espera que el último, el de 2009, haya sido el golpe que acabó con todos los golpes.
Tito Ochoa dice que la historia de Honduras en el siglo XX es «la historia de los golpes de Estado» y que el único periodo de «relativa paz» fue de 1982 a 2009 y agrega que «…desde el 82 para atrás usted está hablando siempre que hay de golpes de Estado y de una constante militarización. Militarización, golpes, conspiraciones, “golpes de barraca” también entre ellos mismos o liberales que no se ponen de acuerdo, fraudes electorales, las “elecciones estilo Honduras”».
Esta adaptación de «La Ciudad Oscura» condensa esta historia llena de golpes. Narrada a través de la «dramaturgia del abismo», una de las últimas innovaciones en el teatro según Ochoa, esta obra se desarrolla en varias líneas argumentales, un padre y una hija debaten sobre la creación literaria, dos policías investigan el sospechoso suicidio de un jockey que acaba de ganar una carrera de caballos y por último, un grupo de personas enmascaradas, utilizando ropa militar emergen desde la oscuridad para orquestar los sucesos de sus personajes y de la historia de Honduras.
El nombre de «dramaturgia del abismo» toma sentido al final de la obra pues, todas estas líneas argumentales, «todas las piezas del rompecabezas» como prefiere ejemplificar Ochoa, se juntan para mostrar una imagen final: «la historia se volverá a repetir», como dice uno de los personajes de «La Ciudad Oscura».
1956, 1963, 1972, 1978 en el siglo y el 2009 en el XXI, son los años que albergaron casi todos los golpes de Estado en el país. Todos coinciden en provenir de militares, desembocaron en mandatos dictatoriales y golpearon la democracia en el país.
En Honduras, la historia de militarización es como un bucle, en pleno 2023 las fuerzas militares tienen más protagonismo a pesar de la promesa de campaña de la presidenta Xiomara Castro en 2021 de «desmilitarizar la seguridad ciudadana», ahora tomaron el control de centros penales y han sido instruidos para trabajar junto a la Policía Nacional en el contexto de un estado de excepción que se extiende desde diciembre de 2022 y, toques de queda anunciados en Choloma y San Pedro Sula.
Tito Ochoa expresa que «La Ciudad Oscura» alerta sobre las crecientes narrativas ultraconservadoras y ultranacionalistas en España, por ejemplo con el partido político VOX. Citando a Antonio Gramsci, Ochoa además explica que estos resurgimientos narrativos se dan como resultado de una «…revolución fallida».
Traducido al contexto centroamericano, el director de «La Ciudad Oscura» explica que es el surgimiento de outsiders, o sea políticos que nunca han tenido ningún cargo en el estado, realizan campañas alejadas de la estructura tradicional de los partidos y que pueden considerarse una respuesta al deseo de cambio.
En El Salvador, el gobierno de Nayib Bukele implementó el estado de excepción —estrategia que Honduras sigue— e inició un proceso en el que se redujo de manera histórica la tasa de homicidios, y respondió al deseo de cambio de todo un país pero en el camino, organizaciones de defensoras de derechos humanos y medios de comunicación continúan denunciando detenciones arbitrarias y señales de tratos inhumanos dentro de los centros penales.
Ochoa menciona que estos outsiders dicen «”ni izquierda ni derecha” pero en realidad es un derecha facho».
«La Ciudad Oscura» de Antonio Rojano también está inspirada en Dark City (1998), una película que se perdió en la marea de estrenos a finales del siglo pasado y que con el tiempo se ha convertido en una obra de culto. En ella, un hombre que perdió la memoria es acusado de asesinatos y al investigar por su cuenta, descubre que todo lo que ocurre en la ciudad que habita es orquestado por unos seres llamados «Los Ocultos».
Esta adaptación de «La Ciudad Oscura» también presenta su versión de «Los Ocultos» y pone la mirada en los Estados Unidos. Parte de esta época llena de golpes de estado, fue una en la que se convivió con compañías bananeras como la Cuyamel Fruit Company o la United Fruit Company que de la mano de Samuel Zemurray —apodado como «Sam» o «The Banana Man»— se convirtieron en fuerzas políticas decisivas capaces de patrocinar golpes de Estado y avivar la corrupción en Honduras.
Tito Ochoa recuerda que esta obra se hizo durante la pandemia y resalta que fue la primera obra hondureña en aparecer en un artículo del New York Times, una que define como una advertencia porque «no queremos más golpes de Estado en Honduras» y que también precisa hablar de la constante militarización, una historia que se sigue repitiendo.