Los homicidios ocultos de Honduras

Los homicidios ocultos de Honduras

Texto, gráficas y fotografías: Sam Woolston

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en el sitio The Honduras Journal

Tres pueblos rurales de Olancho personifican el aterrador problema de los homicidios inexplicables en Honduras.

 

Puede que no lo parezca a primera vista, pero El Rosario en el departamento de Olancho — un polvoriento pueblo de tres manzanas en el corazón de la zona ganadera de Honduras — fue el pueblo con más homicidios en uno de los países más violentos del planeta en 2022. El año pasado, la tasa de homicidios en este lugar alcanzó las 160 personas por cada 100.000, un índice que, de mantenerse, sugeriría que las probabilidades de que un residente sea asesinado a lo largo de su vida se sitúan ligeramente por encima de 1 entre 8.

El Rosario no parecía ser un lugar especialmente violento el día que lo visité. El autobús dobló una esquina y descubrió un grupo de casas de bloques de hormigón enclavadas en una colina. Camiones de ganado y autobuses circulaban por la carretera de tierra esquivando gallos desbocados que levantaban el polvo caliente tras de sí. En el centro de la ciudad, una congregación eclesiástica exultante entonaba un canto final con parejas que bailaban alegremente al son de las melodías entre las sillas de plástico.

Tasa Media Nacional de Homicidios en Honduras
Tasa Media Nacional de Homicidios en Honduras

Pero las alarmantes cifras de homicidios en este rincón de Honduras no son un fallo estadístico. Los homicidios en El Rosario fueron excesivamente altos en 2022, pero no fueron muy diferentes en 2021. Además, de los 300 municipios de Honduras, el tercero y cuarto con más homicidios en 2022 fueron los pequeños pueblos de La Unión y Jano, ambos directamente adyacentes a El Rosario. En otras palabras, algo en este rincón de Honduras anda mal.

El sol era abrasador cuando me reuní con la alcaldesa Dolores Almendárez, de La Unión, el más grande de los tres pueblos. La alcaldesa vive en una casa morada, en la carretera principal, y su puerta está siempre abierta. Asomé la cabeza por la puerta principal preguntándome si este era el lugar correcto. Un ventilador chirriaba al moverse de un lado a otro.

La alcaldesa apareció unos minutos después. Sonrió y miró inquisitivamente a través de sus lentes. Charlamos durante unos minutos, le pedí recomendaciones turísticas, mencionamos lo bonito que es el pueblo y lo deliciosos que estaban los asados del restaurante local. «Ahora», dijo la alcaldesa, «¿qué es lo que querías decirme?». La sala se quedó en silencio y le mostré el mapa de homicidios de 2022. Tras unos minutos de explicación, la alcaldesa se dispuso a responder. «Usted dice que aquí hubo 11 homicidios, pero yo sólo recuerdo cuatro». Enumeró cuatro nombres e hizo una breve pausa. «¡No se olvide de David Cruz!» dijo una voz desde la cocina. Otra persona que escucha nuestra conversación intervino. «¿Cuentas el cadáver que encontraron en el río el mes pasado?». La alcaldesa se quedó pensativa un momento e hizo un segundo recuento en su cabeza. «Sí, unos once, tienes razón» admitió finalmente.

La estadística de homicidios tomó a la alcaldesa Dolores Almendarez por sorpresa, quizá pensaba que su pueblo era muy seguro.

Alcaldesa de La Unión, Olancho. Foto: Sam Wooston
Alcaldesa de La Unión, Olancho. Foto: Sam Wooston

«Probablemente andaban en malos pasos»

 

El problema de lugares como La Unión, El Rosario y Jano es que no encajan en los relatos conocidos sobre homicidios en el país. La MS-13 y Barrio-18, las pandillas que impulsan la violencia en las principales ciudades de Honduras no están aquí. No hay conglomerados de aceite de palma, ni minería, ni ninguna entidad de desarrollo turístico en expansión. Hay rutas de narcotráfico, pero atraviesan la mayor parte de Olancho.

Un amigo de la alcaldesa intervino. «El problema son los feminicidios, están matando a muchas mujeres […] Hubo un caso, en el que secuestraron a una mujer en la discoteca y encontraron su cuerpo a la mañana siguiente tirado a un lado de la carretera».

«Hay muchas fiestas en La Unión», añadió la alcaldesa. «Hay muchos borrachos, adictos y machistas […] Hemos intentado limitar las horas de las fiestas, pero no siempre se han cumplido las normas y la gente sigue bebiendo incluso después de las fiestas».

Femicidio. Machismo. Alcohol. A cualquiera que siga medianamente de cerca la batalla de Honduras contra los homicidios le sonará también como causas sombríamente familiares. Pero el problema es que siguen sin ser suficientes para explicar lo que ha ido mal en este rincón de Olancho. De los 25 asesinatos que tuvieron lugar en estos tres pueblos en 2022, sólo una de las víctimas era mujer. Los detalles de la investigación policial nunca se publicaron y sigue sin estar claro si el móvil del asesinato estaba relacionado con su género, condición para que el crimen cuente como feminicidio. El machismo y el alcohol podrían desempeñar un papel, pero el machismo y el alcohol pueden encontrarse dondequiera que se mire en Honduras y no es algo exclusivo de El Rosario, La Unión y Jano. Pero las tasas de homicidio constantes superiores a 130 personas por cada 100.000 sólo pueden encontrarse aquí.

En la gráfica: De 25 homicidios en la Unión, El Rosario y Jano en el 2022, solo una víctima fue mujer. La tasa de homicidio de hombres en El Rosario alcanzó 264 por cada 100,000 personas. Azul: Hombres; Rojo: Mujeres
En la gráfica: De 25 homicidios en la Unión, El Rosario y Jano en el 2022, solo una víctima fue mujer. La tasa de homicidio de hombres en El Rosario alcanzó 264 por cada 100,000 personas. Azul: Hombres; Rojo: Mujeres

Seguí hablando con la alcaldesa pero, tras 20 minutos más de entrevista, empezamos a dar vueltas en círculos. «Es la falta de educación» concluyó tristemente la alcaldesa

.«¿Hay algún plan para reducir la violencia en La Unión?», le pregunté.

La alcaldesa hizo una pausa. «No hay un plan específico pero, por supuesto, tenemos a la policía». La conversación serpenteó hacia su final. Una persona de la cocina cerró la reunión con un sentimiento que se expresa a menudo en Honduras en relación con los homicidios que parecen no tener respuesta: Que los asesinados podrían haber estado «metidos en algo malo».

«La policía nos puede proteger»

 

Aunque los homicidios en La Unión son claramente un problema, la alcaldesa mantuvo durante la entrevista el argumento de que La Unión era en general un lugar tranquilo, un bastión de seguridad. La razón de la seguridad de La Unión, según la alcaldesa, es que la ciudad es un centro regional para la policía. «Tenemos de todo», aseguró, «tenemos la Policía Nacional, la Policía de Tránsito, la Policía Preventiva. También tenemos las oficinas de la Policía de Investigación en La Unión».

Visité la estación de policía, un edificio casi palaciego situado frente a «JA&ZE», una parrillada que envuelve perpetuamente la manzana en una bruma cárnica de delicioso olor. El edificio es grandioso, pero también se está cayendo a pedazos. Golpeamos la puerta varias veces y escuchamos atentamente en busca de movimiento. Nada. Miré a través de las persianas y golpeamos las ventanas. Las oficinas parecían abandonadas, el despacho principal sólo está ocupado por un escritorio y una vieja radio de la policía. Al final, la puerta se abrió y una mujer joven me miró inquisitivamente. «

¿Qué quieren?» dijo.
Me invitaron a pasar y expliqué qué hacía en La Unión.

«No estoy segura de poder ayudar», dijo «Sólo llevo 3 meses como funcionaria aquí y no sé mucho de La Unión».

«¿El Rosario o Jano?» le insisto.

«La verdad es que no», respondió la agente.

«¿Hay alguien de la policía de investigación aquí?».

«No.»

«Y, si no le importa que le pregunte, ¿cuánta gente trabaja aquí?».

«Normalmente tenemos 7 trabajando en la policía y 6 trabajando con la policía de investigación».

«Y, ¿de qué tipo de recursos disponen?».

«Bueno, tenemos la radio de la policía», asiente mirando hacia la habitación, en su mayoría vacía, «y podemos usar nuestros teléfonos para tomar notas».

«¿Computadoras?»

«No.»

«¿Auto patrulla?»

«Sí, tenemos uno, pero está en mal estado».

«¿Podemos verlo?»

«No.»

La atmósfera de certeza creada en la casa de la alcaldesa acerca de la seguridad del pueblo empezó a deshacerse.

Pequeños grupos Criminales

 

Finalmente, localicé una fuente vinculada a los servicios de seguridad hondureños en Tegucigalpa, la capital de Honduras. Ellos, al igual que muchas de las fuentes de este artículo, pidieron no ser nombrados y que no se publicara ninguna información que pudiera identificarlos. La siguiente entrevista ha sido editada para mayor claridad y brevedad. «Estás en un territorio muy sensible» comenzó a decir la fuente, «mucha gente está armada por allá, pero también hay un grupo criminal que opera en El Rosario que se llama Mito Padilla, es muy conocido». Pregunté ¿en qué tipo de actividades está involucrado Mito Padilla? la fuente encogió los hombros y dijo «bueno, ellos dirían que protegen el pueblo, pero también son sicarios. Llevan a cabo golpes si los contratas […] también ha habido casos de violación». La fuente aseguró que esta banda criminal no está involucrada en narcotráfico pero sí «trafican con madera y ganado seguro […] Son muy poderosos en El Rosario, tienen tierras, llevan mucho tiempo allí». Pregunté ¿ por qué la policía no hace nada para contrarrestarlos? Y respondió que «no hay mucho que la policía pueda hacer aparte de controlar la situación, [Mito Padilla] son como el aire. Hay muchas capas entre ellos y los delitos que cometen. Subcontratan sus actividades. Pero el grupo en sí, suele ser pacífico y no causa problemas […] a menudo no hay nada que investigar».

La fuente hizo una pausa.

«También hay un grupo nuevo llamado Los Alemanes, aparecieron hace unos 5 años. También se dedican al tráfico de madera y ganado, pero se cree que tienen vínculos con grupos de narcotraficantes. Los Alemanes están tratando de quitarle territorio a Mito Padilla».

Ante la pregunta sobre si los homicidios en el sector se deben a este conflicto entre bandas, la fuente dijo que es difícil saberlo pero que es difícil también que se investigue porque « la gente tiene miedo. Para procesar un homicidio se necesitan testimonios de al menos dos personas dispuestas a implicar a los grupos. Pero cuando un caso implica a uno de estos grupos, nadie testifica».

Sin embargo, la fuente mencionó que tampoco se pueden vincular todos los homicidios a estas bandas criminales «muchos homicidios están relacionados con el machismo y el alcohol. Es cierto. También en esta región hay conflictos de tierras entre familias y enemigos personales. Esto podría ser, digamos, el 80% de los homicidios».

En la gráfica: Hasta el 2017, en La Unión, El Rosario y Jano, los niveles de homicidios estaban bajando y la tasa de homicidio era mucho más baja que el promedio en Honduras. Esto cambió claramente en el 2018 con un incremento de 8 veces en la tasa de homicidios. Esto también coincide con el tiempo en que el nuevo grupo criminal empezó a operar en la región, de acuerdo con la fuente entrevistada por el Journal.Gris: Tasa de Homicidios en Honduras; Rojo Tasa de Homicidios en La Unión. El Rosario y Jano.
En la gráfica: Hasta el 2017, en La Unión, El Rosario y Jano, los niveles de homicidios estaban bajando y la tasa de homicidio era mucho más baja que el promedio en Honduras. Esto cambió claramente en el 2018 con un incremento de 8 veces en la tasa de homicidios. Esto también coincide con el tiempo en que el nuevo grupo criminal empezó a operar en la región, de acuerdo con la fuente entrevistada por el Journal.Gris: Tasa de Homicidios en Honduras; Rojo Tasa de Homicidios en La Unión. El Rosario y Jano.

«Están haciendo preguntas delicadas»

 

Mi teléfono sonó a las 5 de la tarde. La próxima fuente estaba lista para reunirse. Estamos en Juticalpa, la cabecera departamental. Nos dimos la mano y pregunté a la fuente si quería un café. «Es mejor que hablemos aquí en la calle», respondió, «en la cafetería la gente escuchará». La fuente sacó su teléfono, sabía lo que estábamos investigando y rápidamente empezó a leer los nombres de las víctimas y a dar algunos detalles que ha hecho en una aplicación de notas.

«Esto fue un crimen pasional, eh, y no sabemos demasiado de este pero creen que no tramaba nada bueno ¿entiendes?». Escuché pacientemente. La fuente agotó por fin su lista.

«¿Te crees estas cosas?» pregunté finalmente.

La fuente guardó silencio. «¿Qué preguntas?»

«Quiero decir si te crees lo que se sabe oficialmente sobre algunos de estos homicidios. Todos los asesinatos parecen tener que ver con alcohol, fiestas y pasión, pero también me dicen que hay grupos criminales en la región y que Olancho Norte es parte de una ruta de narcotráfico».

La fuente se quedó pensativa un momento. «No veo ni escucho nada al respecto», respondió finalmente. «Los narcos operan en todo el país».

«¿Los Alemanes? ¿Mito Padilla?».

«Nombra los pecados, pero nunca a los pecadores».

«¿Qué tan poderosos son estos grupos? ¿Se extienden a las ciudades vecinas?».

La fuente me miró a los ojos. «¿Por qué fuiste a El Rosario? ¿Con qué caso tienes relación?».

«Ninguno, respondo. «Sólo estoy aquí porque los datos dicen que algo ha ido mal en El Rosario».

La fuente pareció decepcionada. «No te creo», se levantó para marcharse. «Estás haciendo preguntas delicadas. No creo que estés aquí por tu mapa». Luego se montó en la moto, arrancó el motor y desapareció por una calle polvorienta.

Las víctimas detrás de las estadísticas

 

Fue un lunes por la tarde, poco después de las 16.00 horas del 26 de septiembre de 2022, cuando Dora Emilia Clark, conocida localmente como «La Negra» fue tiroteada en su casa. Tenía 58 años. El último día de nuestra visita, una amiga de Dora accedió a hablar conmigo.

Han pasado casi seis meses desde que Dora fue asesinada, pero Salvador, el cuñado del marido de Dora, todavía sabe poco sobre el asesinato. Recuerda que el marido de Dora le envió mensajes de texto regularmente el día en que fue asesinada. Por la tarde ella dejó de responder. «Él pensó que estaba ocupada o que se había quedado sin batería. Pero cuando volvió a la casa, encontró su cuerpo».

Dora era de Nicaragua, pero llevaba más de 20 años viviendo en La Unión. En su casa trabajaba como curandera, utilizando remedios naturales y plantas para curar diversas dolencias. «Era muy conocida y querida», nos dijo Salvador sonriendo, «incluso los Regidores (miembros de la corporación municipal) acudían a ella. La gente de Juticalpa venía a su clínica».

Pregunté a Salvador si la policía había investigado. Negó con la cabeza. «No ha habido ninguna investigación, como en el 99% de los homicidios de este país. [La policía] dice que necesita que al menos dos personas testifiquen para procesar, pero nadie vio ni oyó nada». Salvador dijo que ni él ni la familia cercana tenían respuestas sobre quién podría haber querido matar a Dora.

Por su parte, la Policía de Investigación dijo que todos los casos de homicidio se investigan pero que no pueden hacer comentarios sobre investigaciones individuales. Confirmaron que en muchos casos los procesos eran difíciles porque nadie estaba dispuesto a testificar. De los homicidios ocurridos en La Unión en 2022, sólo dos fueron procesados judicialmente. Los dos casos enjuiciados no tenían vínculos conocidos con la delincuencia organizada. Los agentes de policía añadieron que, en muchos casos, las familias impedían a la policía acceder a los cuerpos de las víctimas de asesinato para realizar la autopsia. «Mucha gente sólo quiere un cierre», nos dijo un agente de policía, «sólo quieren que desaparezca su dolor».

En privado, fuentes de la región me contaron historias diferentes. «No confío en la policía», dijo sin rodeos una fuente, «la información se filtra a la gente equivocada». Otra persona sonrió cuando se le preguntó por la policía. «Ojo por ojo», decían. «La justicia en ciudades como esta es lenta. Hasta que no se acelere, la gente preferirá tomarse las cosas por su mano».

Sin conclusiones firmes

 

Salí de El Rosario a las 4 de la madrugada. La ciudad estaba en silencio, solo se escuchaba el zumbido del motor del autobús. Como tantos autobuses en Honduras, era un viejo autobús escolar. Antaño, habría estado abarrotado de escolares gritones y habría sido el lugar preferido para las peleas de comida. Ahora, atraviesa las remotas ciudades de Honduras en la oscuridad del amanecer. Las sombras suben los escalones y toman asiento. Me desplomé en la parte de atrás e intenté sin éxito dormitar contra una ventanilla que temblaba.

El viaje no me pareció un éxito rotundo. No se había resuelto ningún homicidio y era dolorosamente consciente de que muchas de las notas de mis entrevistas me resultaban deprimentemente familiares. «Demasiado borracho», «Crimen pasional», «Implicado en algo malo». Pero a pesar de ello, el viaje a El Rosario, La Unión y Jano dejó algo muy claro: no muy lejos detrás del pintoresco idilio rural se está cociendo algo feo, oscurecido por el poder, el miedo y la violencia.

El viaje puso de relieve tres cosas más.

En primer lugar, las narrativas que definen los homicidios en Honduras en gran medida no tienen en cuenta comunidades como La Unión, El Rosario o Jano pues las tasas de homicidio más altas no se dan en las grandes ciudades de Honduras, sino en las comunidades rurales. La violencia de las bandas, los feminicidios y los asesinatos de activistas pueden acaparar titulares — con razón — pero las explicaciones conocidas de la violencia parecen tener un peso limitado aquí, donde no hay pandillas, la mayoría de las víctimas son hombres y no forman parte de grupos activistas.

En segundo lugar, las autoridades no parecen conscientes, equipadas o capaces de hacer frente de manera significativa a la delincuencia organizada. La alcaldesa de La Unión, aunque generosa con su tiempo y ostensiblemente bienintencionada, no tenía «ningún plan» para hacer frente a las tasas récord de homicidios y se mostró «sorprendida» por las estadísticas que le presentamos. Mientras tanto, la Policía de La Unión, descrita como un «centro» de la ley y el orden, parece funcionar sin tecnología. Los policías toman notas en sus teléfonos y dependen de un solo vehículo que, al parecer, está en «mal estado».

La región es un mundo a través del espejo en el que, a pesar de que las tasas de homicidio están entre las más altas del mundo, se puede pasear por las calles, comer asados y casi creer a cualquiera que explique pacientemente que el lugar es «muy tranquilo». Por el módico precio de no oír ni ver nada, la mayoría de los residentes se permite una vida relativamente tranquila.

Nota: Los nombres y detalles de las fuentes para esta nota han sido adaptados o cambiados con la excepción de aquellos que aceptaron revelar sus identidades.

Sobre
Es inglés, ha vivido en Honduras hace dos años. The Honduras Journal es su blog personal en el que escribe sobre Honduras para una audiencia de habla inglesa. También trabaja con la unidad de investigaciones por la Asociación para una Sociedad más Justa.
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