Hay historias que empiezan desde «bien abajo», como la de un grupo de niños y niñas de una de las colonias más afectadas por la inseguridad en Tegucigalpa que han encontrado en el boxeo un espacio de libertad y seguridad, quizá el único que tengan.
«Estos niños, cuando tengan 15 o 16 años, solo Dios los va a parar porque realmente les gusta esto» dijo Geovani Hernández que es un boxeador que ganó la medalla de oro en los juegos de Tegucigalpa en los años de gloria del gimnasio Ruben Callejas Valentine en la década de los 90. Este gimnasio estaba ubicado en el barrio Abajo de Tegucigalpa y se perdió con el huracán Mitch en 1998. Desde ese momento quedó en ruinas como un lugar inseguro hasta que en el 2009 abrió como el Instituto Polivalente San Martín un colegio público.
«Eso no es boxeo es pelea callejera», corrigió René Gonzales, al grupo de niños que en ese momento entrenaba. René es una figura mítica del boxeo hondureño, de su rostro cuelgan algunas arrugas, camina un poco encorvado y en su cuello lleva un cronómetro; parece una persona frágil vestido con ropa deportiva, pero su manera de hablar y dar órdenes lo ubican en un puesto de autoridad incluso mayor a la de Giovani, quien respeta mucho a René, su entrenador y gracias a quien ganó un título centroamericano.
René González es un entrenador de origen nicaragüense al que se le deben la mayoría de medallas hondureñas en el periodo de 1984 a 1990. «La mayoría de las medallas del 84 al 90 han sido bajo mi dirección técnica» dijo René que es el entrenador que ha hecho a figuras del boxeo hondureño como el mismo Geovani Hernández, Julian Sólis, Ángela Miranda, Darwin Ángeles y Roberto Martínez.
Ahora ambos, maestro y alumno, trabajan para el Comité Olímpico Hondureño entrenando a los niños de la colonia San Miguel.
La colonia San Miguel, como tantas otras en Tegucigalpa, está bajo el control de pandillas que luchan por el territorio. Sin embargo, las canchas donde Giovani y René entrenan a los niños están en un territorio «neutral» por su cercanía con una estación policial.
El grupo está integrado por aproximadamente 20 niños, vecinos del sector de entre 7 y 13 años de edad. Iveth Torres, que forma parte del patronato de la colonia San Miguel y que está muy al pendiente de los entrenamientos, cuenta que de las niñas y niños que entrenan, ocho fueron rescatados de la calle. «Sí, ellos andaban en vagancia, ejercían la mendicidad. A raíz de que están [en los entrenamientos] ahora ellos esperan que lleguen las dos de la tarde para venir acá» contó Iveth mientras observaba una pelea de entrenamiento.
Antes de iniciar el entrenamiento de ese día, Giovani Hernández dijo, sin decir las causas, que a dos de los niños los abandonó su mamá y que ellos lo buscaron por ser la figura de autoridad más cercana. En este caso, dijo Giovani, el entrenamiento debe ser el doble «porque esto a ellos les pegó fuerte, no querían venir a entrenar y ellos vienen porque vienen los otros niños, pero no es igual».
Como los niños que fueron abandonados por su madre, muchos otros que asisten a estos entrenamientos enfrentan situaciones difíciles. Por esa razón, la Federación Hondureña de Boxeo, del cual depende el proyecto de entrenamiento, incluyó charlas de apoyo psicológico para los niños y niñas. Sin embargo, dado que no hay fondos públicos para implementar esas charlas, los niños reciben una charla psicológica de 20 minutos impartida por voluntarios de una ONG que desarrolla proyectos en la colonia San Miguel. Dijo Giovani que en la sesión de psicología se les pregunta si les gusta otro deporte pero «para ellos, en primer lugar, está el boxeo» comentó.
Es la una de la tarde y la mayoría de los niños ya está en la cancha de la colonia San Miguel; todos usan ropa deportiva, llevan tenis y se ven limpios aunque su ropa no lo está. Y no tiene que estarlo, puesto que es ropa para entrenamiento, para sudar y ensuciarse. El entrenamiento inició a las 2 de la tarde, pero Hernández dijo que a veces se extienden hasta las 4 pm porque los niños tienen tareas de la escuela y no pueden descuidarse.
Este proyecto inició hace dos años, en plena pandemia por Covid-19, cuando al lado de la cancha multiusos de la colonia San Miguel funcionó un albergue para gente damnificada por un derrumbe en la zona. El proyecto empezó con dos niños de ese albergue, dos primos que ahora son campeones nacionales.
Desde ese momento, el grupo creció y se han sumado niñas como Rocío Escalante quien se puso los guantes, hizo la fila como todos, golpeó las almohadillas que Giovani sostenía frente a ella para luego repetir el ciclo. Rocío tenía un solo objetivo: golpear las almohadillas; calculó, golpeó y su rostro se transformó mientras seguía las indicaciones del entrenador «jab, jab, esquive, jab» y de regreso a la fila.
«¡Sombras!» gritó Giovani y los niños empezaron a golpear al aire. Hacer sombra es pelear con un boxeador imaginario realizando todos los movimientos aprendidos. Todos hacen sombra, todos pelean con ese peleador imaginario, todos esquivan y lanzan golpes.
«Nosotros trabajamos con microciclos» dijo Hernández y mostró una hoja de papel con apuntes de entrenamientos, puntos, nombres, avances, minutos de práctica. Explicó que este entrenamiento no es improvisado y que el proyecto depende de la Federación Hondureña de Boxeo, la que a su vez es reconocida por el Comité Olímpico Hondureño y que a nivel internacional son reconocidos por la Confederación Americana de Boxeo y por la Asociación Internacional de Boxeo -que son los que rigen el boxeo olímpico a nivel mundial. La Confederación Americana de Boxeo tiene, por primera vez en su historia, a un hondureño como vicepresidente, Dhany Reyes, quien también preside la Federación Hondureña de Boxeo.
En el grupo que se reúne ahora los niños no pasan de los 13 años y ya hay campeones nacionales entre ellos.
Este año estos niños se someterán a su primera competencia fuera del país, en Guatemala. «Nos están dando el apoyo para ver si podemos viajar a Guatemala este 26 de marzo» dijo Hernández.
Mientras se soluciona el tema de los fondos para el viaje a Guatemala, Giovani y René, iniciaron el entrenamiento observados por algunas madres de familia que acompañaban.
El espejismo del deporte
Dhany Reyes, vicepresidente de la Confederación Americana de Boxeo, explicó que el proyecto con los niños depende -por el momento- del Comité Olímpico Hondureño. «¿Por qué digo esto? Porque el gobierno en la actualidad todavía no nos reconoce, cuando hablo de gobierno me refiero a la Condepah que es la Confederación Deportiva Autónoma de Honduras. Pensamos que son cuestiones personales de ellos porque cada institución tiene sus estatutos y a quien amparan es a nosotros, a la Federación Olímpica» explicó Dhany y agregó que eso es porque ellos, como Comité Olímpico Hondureño, sí tienen el reconocimiento internacional.
«El Comité Olímpico hondureño también sobrevive de fondos internacionales, los fondos internacionales provienen del Comité Olímpico Internacional» explicó Dhany desde el centro de alto rendimiento también conocido como la residencia olímpica para atletas dentro del complejo de la Villa Olímpica.
El deporte en Honduras se centra en el fútbol, los demás atletas son noticia cuando – con mucho esfuerzo y casi sin fondos – logran una medalla centroamericana o se vuelven famosos en el exterior; pero es un momento fugaz, luego la realidad golpea con un gancho seco y el «KO» llega, los atletas se encuentran en el olvido y sin saber hacer más que una actividad física que no se remunera en el mercado laboral, en este punto dejan de interesar a las autoridades deportivas porque ya no facturan las bolsas de dinero como antes. Otros, como Giovani, hacen carrera en el boxeo pero como entrenadores.
El espejismo en el deporte lo describe Dhany Reyes diciendo que el boxeo en Honduras depende del Comité Olímpico Internacional porque el Comité Olímpico Hondureño «es uno de los comités olímpicos más pobres a nivel del mundo» y agrega que «se ha dejado de crear o no se ha hecho una estructura deportiva».
«Por ende el Comité Olímpico hondureño, al ver que no hay una estructura deportiva, que no hay masificación deportiva, crearon su propio Centro de Alto Rendimiento y Centro de Iniciación Deportiva» explicó Dhany. El Centro de Alto Rendimiento y el Centro de Iniciación Deportiva es un edificio acondicionado para ser un internado para atletas y que estos tengan lo necesario para estar enfocados en su disciplina deportiva; y sí han logrado objetivos porque de ahí es de «dónde han sacado prácticamente la mayoría de las medallas en la historia del deporte hondureño» dijo Reyes. Estos son atletas invisibles que logran resultados.
Los déficits que Dhany explicó se enfrentan muchas veces usando instalaciones deportivas multiusos, como las canchas de la colonia San Miguel, para proyectos deportivos fuera del contexto futbolístico, mientras el gimnasio Rubén Callejas Valentine funciona ahora como colegio.
Una oportunidad en medio de la indiferencia
El proceso para convertir a estos niños en boxeadores es complejo y lleva unos cuantos años. Esta generación ya está avanzada, pero Reyes es consciente de que no será fácil: «no va a ser fácil porque como no tenemos presupuesto prácticamente trabajamos con pura gestión, no nos paramos, porque si nos paráramos pues no haríamos absolutamente nada» y recordó que en el año 2022 organizaron un evento en San Pedro Sula con 32 peleas y 64 boxeadores de distintos clubes.
Pero no todo es la pasión por el boxeo. Esta generación de atletas debe cumplir sus deberes escolares, sino, no hay entrenamiento; también cuidan la disciplina y para esto hay un canal de comunicación entre el entrenador y la madre o padre de familia que es infalible. «Tenemos un grupo de WhatsApp» dice Iveth sin perder de vista el entrenamiento.
El grupo también funciona como un cartel de avisos de eventos para participar con el grupo de niños. Al consultar sobre cómo obtienen los fondos para movilizar y alimentar a más de 30 personas, Iveth respondió «nosotros generalmente, aquí en el patronato, buscamos cómo gestionar transporte, nos ayuda a veces la Policía, de repente el mismo patronato absorbe algunos gastos cuando hemos salido de gira. Los papás les ponen generalmente comida y ellos comen llegando a los eventos, siempre contamos con alimentación».
Faltan dos meses para el viaje a Guatemala y los entrenamientos son duros, el enfoque es esa competencia, la primera fuera del país. Mientras la tarde se quema en el piso de las canchas de la colonia San Miguel, la práctica termina con un ciclo de carreras. «Al último le caen las avispas» gritó Iveth. Otros niños invadieron la cancha con su balones de basquetbol y René les recordó que aún no habían terminado el entrenamiento y que podrían resultar lastimados en algún choque.
Al terminar el ciclo de carreras los niños se reunieron cerca de la gradería de la cancha casi con la misma energía que al inicio; reían, platicaban y se formaron para recibir una tortilla frita con frijoles envuelta en papel transparente y un jugo embotellado que Iveth les entregó. Todos se despidieron de René y volvieron a su casa, tal vez contando su historia del entrenamiento, como Kevin que iba platicando emocionado con su mamá mientras se aleja de las canchas que ahora, finalizado el entrenamiento, son usadas para otros deportes y otros juegos.