El martes 31 de enero, el exalcalde de Yoro, Arnaldo Urbina Soto, fue entregado a la Administración de Control de Droga de los Estados Unidos (DEA por sus siglas en inglés) en la base aérea Soto Cano para ser extraditado a ese país, donde enfrentará un juicio por cargos relacionados con narcotráfico. Suman ya 36 hondureños extraditados a los Estados Unidos por esos cargos. A casi un año de la captura de Juan Orlando Hernández, el 15 de febrero de 2022, abrimos archivos fotográficos para contar, desde la vivencia de un fotoperiodista, las extradiciones más importantes que han pegado en la frente de Honduras la etiqueta de narco-Estado.
Texto y fotografía: Jorge Cabrera
Editado por Celia Pousset y Jennifer Avila
Arte de portada: Daniel Fonseca
Hoy me acerco a ustedes para narrar en primera persona un camino recorrido a través de muchas coberturas: las extradiciones de narcotraficantes hondureños. En la última década, las extradiciones han incluido a prominentes políticos de Honduras, algunas de ellas han sido muy esperadas por la población como señales de que la justicia, aunque sea extranjera, puede llegar a quienes convirtieron este país en un narco-Estado. Soy fotoperiodista, y mi trabajo ha sido llevar en imágenes los retos, luchas, alegrías y tristezas que enfrentamos quienes vivimos en este país; lo hago viendo desde el lente de una cámara fotográfica, captando la imagen grande o el detalle de eso que somos como sociedad.
Los retos para llevar esas imágenes al pueblo hondureño – que las espera como una luz de esperanza – son enormes. Un ejemplo claro es la cobertura de la extradición de Carlos Arnoldo Lobo, alias el «Negro», hace diez años. Esperé durante horas subido en un árbol en un predio del Centro Interactivo de Enseñanza Chiminike para lograr la fotografía del narcotraficante capturado.
El 27 de marzo de 2014, «El Negro» Lobo fue detenido en una zona exclusiva de San Pedro Sula, mientras se transportaba en una camioneta de lujo. El 9 de mayo de ese año, Honduras lo entregó en extradición a los Estados Unidos.
Esa petición se realizó en el marco de un tratado bilateral de extradición que existe entre los Estados Unidos y Honduras desde 1909, pero que fue efectivo a partir de la reforma de la Constitución en 2012 que permitió la entrega de ciudadanos hondureños acusados por narcotráfico, lavado de activos y terrorismo. Antes, el artículo 102 establecía que «ningún hondureño podrá ser expatriado o entregado por las autoridades a un Estado Extranjero».
El 9 de diciembre de 2014, el juez federal Darrin Gayles condenó a 20 años de prisión al «Negro» Lobo. Sin embargo, ese mismo juez modificó su condena y la redujo en un 50%, por lo que el «Negro» Lobo podría recuperar su libertad en agosto de 2023. Con ese caso, se abrió la caja de pandora, muchas solicitudes de extradición vinieron después y también muchas coberturas.
No todo ha sido difícil durante las coberturas de extradiciones, casi siempre los implicados son presentados ante los medios de comunicación.
Miguel Arnulfo Valle Valle y sus hermanos Luis Alonso y José Inocente, fueron presentados a los medios de comunicación en la sede de la Policía Nacional en Tegucigalpa el 5 de octubre de 2014. Los Valle Valle se convirtieron en el cartel que controlaba el paso de la droga por los territorios fronterizos con Guatemala en su camino hacia los Estados Unidos. Fueron capturados en una operación policial en Copán. La captura estuvo a cargo de quien entonces era jefe de la Policía, Ramón Sabillón, quien después fue separado de su cargo y tuvo que exiliarse para salvar su vida. Sabillón regresó a Honduras cuando Xiomara Castro ganó las elecciones en noviembre de 2021 y hoy es el ministro de seguridad.
Cubrir extradiciones es a veces una competencia dentro del gremio por quién logra la «fotografía exclusiva». Todos llegamos lo más temprano posible para poder tener el mejor lugar; medimos el espacio, la luz, el ángulo, es todo un ritual para los reporteros gráficos. Nos hablamos unos a otros para no estorbarnos antes de cada cobertura y, a pesar de la competencia, existe camaradería. Al momento de la acción, camarógrafos y fotógrafos corremos para llegar al punto clave, vuelan los trípodes, hay golpes, gritos e insultos. Los policías intentan controlar el ímpetu de codos y lentes y, por un instante, parece imposible hacerlo hasta que de pronto llega ese momento, fugaz, el segundo de respiración contenida en que todos logramos tener al personaje capturado frente a nosotros, para capturarlo también en nuestras cámaras fotográficas.
El 2014 fue un año lleno de extradiciones. A los medios nos tocó esperar hasta la noche la llegada de Juving Alexander Peralta quien fue escoltado por agentes de policía a la Corte Suprema de Justicia el 10 de septiembre de ese año. Peralta fue acusado por narcotráfico en Estados Unidos y capturado cerca de la ciudad costera de La Ceiba, a 185 km al norte de la capital, Tegucigalpa.
Los equipos especiales de seguridad trasladaron a Juving Peralta bajo estrictas medidas de seguridad a Tegucigalpa y permaneció recluido en una celda de máxima seguridad en las instalaciones de las Fuerzas Especiales «Cobras» de la Policía Nacional. Inicialmente fue condenado a 17 años de prisión en Estados Unidos, pero logró acuerdos con la Fiscalía y aceptó colaborar. Actualmente está bajo libertad vigilada luego de haber salido de la cárcel en febrero de 2022.
Héctor Emilio Fernández Rosa, alias «don H», fue otro de los extraditados en ese año. Fue presentado el 7 de octubre, unos días después de la presentación de los hermanos Valle Valle. Fernández Rosa, otro narcotraficante hondureño responsable del transporte de cocaína hacia Estados Unidos, fue detenido en una operación realizada por fuerzas especiales de la policía hondureña con apoyo de la Administración para el Control de Drogas (DEA) en el barrio El Hatillo, zona norte de la capital.
«Don H» tenía 48 años cuando fue capturado, operaba en Copán en el occidente de Honduras junto con los Valle Valle y hasta 1998 fue el encargado de recibir y transportar la cocaína desde Colombia hasta Honduras para entregarla en Guatemala donde esta seguía su camino a los Estados Unidos. En agosto de 2019, cuando «don H» conoció que sería condenado a cadena perpetua, su defensa apeló argumentando que en el juicio se habían cometido errores de procedimiento al calcular la sentencia. La apelación fue denegada en junio de 2021.
Hubo rumores de que «don H» había pagado millones de dólares en sobornos a funcionarios en 2006, incluido un expresidente de Honduras, con el fin de «asegurar el paso de drogas a Estados Unidos» dato que en su momento fue desvirtuado por el expresidente Manuel Zelaya Rosales (2006-2009) ahora asesor presidencial de su esposa la presidenta Xiomara Castro.
El día de la presentación de «don H» nos tocó esperar en el campo de fútbol de las Fuerzas Especiales y, por alguna razón, un oficial de alto mando había invitado a algunos colegas a jugar fútbol, «pero sin balón» porque jamás llegó el oficial que había organizado el partido.
La caída del expresidente Juan Orlando Hernández
Como dije antes, fotografiar a los extraditados está lleno de retos y adrenalina, pero la extradición más impactante – hasta el momento –fue la del expresidente Juan Orlando Hernández, a quien había retratado tantas veces desde su posición de poder como primer ciudadano de Honduras.
Antes de que fuera capturado y extraditado, ya se conocía públicamente que Hernández estaba siendo investigado como co-conspirador (CC4 según el proceso llevado contra su hermano «Tony» Hernández, condenado a varias cadenas perpetuas en los Estados Unidos) y luego como el narcotraficante principal de una red de tráfico de drogas y armas que sumergió a la clase política hondureña – e incluso a miembros de la élite económica – en un mundo de economía ilegal. Su hermano, el excongresista por el Partido Nacional, Antonio Hernández no fue extraditado, sino que fue capturado en Estados Unidos, pero él fue la pieza que terminó botando la línea de dominó que también tumbó al expresidente Juan Orlando Hernández. Después de las elecciones de noviembre de 2021, la gente celebró que Xiomara Castro ganó, pero celebraba aún más que «JOH» iba para Nueva York, como dice la canción.
Su extradición ocurrió el 21 de abril de 2022, 66 días después de haber sido capturado en su residencia en Tegucigalpa el 15 de febrero de 2022. Fueron más de dos meses de espera para el pueblo hondureño que acababa de elegir a una nueva Presidenta, la primera en la historia del país, y había grandes expectativas con el Gobierno de la «Refundación» tras doce años bajo el mandato autoritario e ilegítimo de Juan Orlando Hernández.
El día de su captura, recuerdo haber pasado corriendo la entrada del residencial antes de que se instalara el retén de seguridad alrededor de la casa del expresidente que está ubicada en una de esas residenciales cerradas que parecen de otro mundo, blindadas ante la pobreza y desigualdad que las rodea. Necesitaba estar lo más cerca posible de su casa, todos los medios teníamos el objetivo, acercarnos, pero solo cuatro personas logramos llegar. Esperamos toda la noche bajo una caseta de la seguridad de la casa de la exministra y hermana fallecida de JOH, Hilda Rosario Hernández. Fue una noche fría y lluviosa, no pudimos comer porque si salíamos del cerco policial no podíamos entrar nuevamente pero nuestros sentidos estaban fijados en un solo objetivo, obtener las imágenes del momento en que sacaran al expresidente, los despachos de los medios nacionales e internacionales las estaban esperando, pero la gente en Honduras las esperaba aún más.
La noche y madrugada transcurrieron y el expresidente no salió de su casa. A la mañana siguiente, con hambre y frío, recibimos, como caídas del cielo, unas baleadas que un vecino de la zona nos obsequió, el buen samaritano que nos había visto desde la noche anterior. Buscábamos cargar las baterías de celulares ya que había que estar reportando lo que sucedía adentro y éramos los únicos que podíamos hacerlo.
Pasada la mañana, la policía intentó sacarnos, pero logramos quedarnos luego de convencerlos de que nuestro deber era estar ahí para reportar lo que sucedía, pues la gente no iba a creer nada hasta no ver las fotografías y los videos. La policía incluso sacó del lugar a los militares que estaban resguardando la casa de los Hernández, el ambiente estaba cargado de desconfianza. Se dice que una imagen dice más que mil palabras; es cierto, sobre todo cuando se trata de mostrar a un expresidente capturado para ser extraditado, la imagen lo hace todo real ante los ojos de un pueblo herido por los abusos de sus gobernantes. «Ahí está, lo vi en la foto», así suena la responsabilidad ética que pesa sobre los hombros de nosotros, los fotoperiodistas.
A las dos de la tarde, después de más de 24 horas sin dormir ni comer lo suficiente y bajo el control de los policías, se realizó un operativo al que llegaron varias camionetas blindadas y los policías taparon todo el cuadro.La Policía abrió dos caminos vehiculares y uno aéreo para despistar a los medios, un caos total. Corrí hasta la salida de la residencial, siendo exacto fue una maratón de 4 calles con mochila y cámaras encima. Al llegar a donde estaba el tumulto de medios me subí a la primera camioneta que pude, era la de un periodista conocido. Me tiré a la parte trasera – la paila, como le decimos en Honduras – y empezamos a seguir a una de las caravanas. Se veía en las calles a gente gritando de alegría por la captura pero mi trabajo era alcanzar esa caravana.
Todo fue muy rápido, no hubo tiempo de nada más, logramos las fotos del momento en que llegaron las fuerzas especiales y luego fuimos retirados por las mismas. Mis fotos de esta captura recorrieron todos los medios de comunicación. Lo había logrado – pensé. No sabía que entonces iniciaban los 66 días más largos de mi carrera esperando una extradición.
Junto a otros colegas de medios internacionales tomamos la decisión de alquilar una habitación en las cercanías de las instalaciones de las Fuerzas Especiales «Cobra» de la Policía Nacional, donde se encontraba el expresidente. A esta habitación la llamamos «el Bunker», estaba ubicada en el interior de una cuartería, sus muros eran de color verde pastel y el piso rojo frijol, había una sala diminuta y, la joya de la corona, un balcón. Era diminuto también, pero ese balconcito fue la razón por la que fue elegida esa habitación. Nos daba una privilegiada mirada hacia las instalaciones de la Policía que nos permitiría estar pendientes de todos los movimientos y así correr a donde fuera necesario para tener el cuadro perfecto. Organizándonos logramos que las cinco personas que habitamos el «bunker» pudiéramos dormir en colchones en el piso. Los días pasaban y tuvimos que repartirnos en turnos de día y de noche el balconcito. Compartimos los gastos para las compras de alimentos y una vez tuvimos que pedir una cisterna con agua para la cuartería entera porque no teníamos ni para lavar un plato. Fue entonces cuando empezamos a compartir con los nuevos vecinos de las demás habitaciones, en su mayoría policías que vivían cerca de su trabajo en las instalaciones «Cobra». Tantas veces nos encontramos policías y periodistas, cada quien haciendo su trabajo, pero esta vez, por un tiempo, compartimos la cotidianidad.
Todo para lograr una imagen. Al día siguiente de haber comenzado a vivir en ese estado de alerta, varios medios hicieron lo mismo y muy pronto los alrededores se llenaron de cadenas televisivas.
Las cámaras estaban fijadas en sus trípodes a la espera de poder capturar una imagen limpia del expresidente caminando o moviéndose por las instalaciones. Cada día se veía entrar y salir a miembros de la DEA, pero nunca al expresidente. Registramos cada movimiento que se daba ahí dentro y especulamos al momento de captar imágenes, pensando que era JOH.
Al final, la espera dio sus frutos. Desde nuestro balconcito, vimos a una persona corriendo por el área de la piscina de las intalaciones de las Fuerzas Especiales, resguardado por un agente de los «Cobra», era el expresidente tomando su hora de deporte y sol, con gorra azul, short negro y camisa amarilla.
A partir de la difusión de esta imagen, las cadenas de medios se precipitaron y saturaron aún más ese lugar donde estábamos esperando desde hacía días. Pero, a pesar de que todos las cámaras ya estaban listas para disparar, nunca más volvimos a ver a JOH paseando como aquel día.
El 20 de marzo del 2022, circuló el rumor de que iban a extraditar a JOH. Las patrullas hicieron sonar sus sirenas, los policías corrieron de un lado a otro, se veían helicópteros sobrevolar las instalaciones. A lo lejos, el helipuerto estaba resguardado por los «Cobras» y una camioneta tipo Prado color blanca ya se encontraba a la espera. Tanta era la tensión entre los que cubríamos el evento que decíamos «esto ya va a suceder», «listos para la extradición». Pero no ocurrió, todo fue un simulacro por parte de la Secretaría de Seguridad. Esa noche nadie durmió.
Los días siguientes se volvieron aún más tensos ya que la Policía había creado perímetros que tuvimos que resistir para no ser retirados, las especulaciones de lo que sucedería cambiaban en cada platica que teníamos y hacíamos mapas en nuestras mentes para ver resultados de una cobertura que aún no llegaba a su fin.
Entonces llegó el ansiado día, el 21 de abril 2022. Honduras esperaba una imagen del expresidente extraditado. Todos los medios fuimos llamados para ingresar a las Fuerzas Especiales a buscar el mejor puesto; no sé qué cantidad de medios estábamos ahí pero puedo decir que en ese lugar no cabíamos, estábamos apretados y ansiosos. Repentinamente se vio salir a un hombre al centro del resguardo policial con chaqueta y pantalón azul caminando como si no escuchara el escándalo de todos los periodistas exigiendo a gritos sus comentarios para sacarlos en sus respectivas cadenas televisivas. Cada paso era transmitido, cada gesto, buscando una expresión en medio de su actitud indiferente.
El polvo que levantaba el helicóptero nos cubría empañando los lentes de las cámaras, pero nadie se detuvo, el protocolo se rompió y todos corrimos detrás del expresidente, los policías de fuerzas especiales me interceptaron y me golpearon para que retrocediera. No digo que no sentí los golpes, claro que los sentí, pero por encima de eso, en ese momento, mi cámara era una extensión de mis sentidos, de todo mi cuerpo, mi único enfoque era el tipo de sudadera azul, así que seguí.
Una vez que aseguraron a Hernández, el helicóptero salió con tal rapidez que decidí correr a mi moto para tratar de llegar a la base aérea Hernán Acosta Mejía donde el expresidente sería entregado a la DEA. No logré ingresar, pero ya mi mente estaba tranquila, logré la imagen, valió la pena. Me fui a la plaza Toncontin, donde antes estaba el aeropuerto internacional, había algarabía, «memes» impresos adornaban las redes metálicas que separaban a los manifestantes del avión donde era llevado, rumbo a los Estados Unidos, el impopular expresidente. El «Fuera JOH» era la consigna de cada grito de los que ahí celebraban el momento.
En mis más de 22 años como reportero gráfico he cubierto diferentes situaciones, pero jamás la extradición de un expresidente, y si se preguntan qué es lo más difícil de realizar en este trabajo que hacemos los amantes a la imagen congelada, tengo una respuesta clara: El tiempo, si persistía lo lograría, si lo lograba mi mente estaría en calma; es un solo objetivo, lograr la fotografía que más tiempo me ha llevado obtener.
La acusación formal de extradición describe que entre 2004 y 2022, Hernández participó en una conspiración corrupta y violenta de narcotráfico para facilitar la importación de cientos de miles de kilogramos de cocaína a los Estados Unidos. Se le acusa de haber recibido millones de dólares para financiar sus campañas políticas y de haber usado su cargo público y las fuerzas de seguridad para apoyar a las organizaciones de narcotráfico en Honduras.
Según la acusación, Juan Orlando Hernández protegió a algunos de los mayores narcotraficantes de latinoamérica incluido su hermano – y ex miembro del Congreso Nacional de Honduras por el Partido Nacional – «Tony» Hernández, quien cumple actualmente una condena a cadena perpetua en Estados Unidos por delitos relacionados al narcotráfico.
La acusación establece que el expresidente proporcionó también información confidencial militar y policial a los traficantes de drogas para ayudarlos a transportar toneladas de cocaína a través de Honduras y ordenó proteger los cargamentos por miembros de la Policía Nacional.
Todo lo vivido valió la pena.
La nueva ola de extradiciones
Cuando Sabillón tomó cargo de su posición como Ministro de Seguridad en 2022, dijo a Contracorriente en una entrevista que un enfoque principal de la Policía Nacional en el nuevo Gobierno sería ejecutar todas las peticiones de extradición pendientes. Muchas de ellas han sido bloqueadas por el mismo sistema de justicia hondureño, ya que para que una persona sea extraditada no debe tener casos abiertos en la justicia nacional y, además, la Corte Suprema de Justicia debe aprobar el proceso de extradición a través del nombramiento de un juez natural. Todo esto antes de que la policía nacional pueda hacer una captura y suba al avión a cualquier acusado.
Después de la extradición de Hernández vino la memorable extradición de Juan Carlos «El Tigre» Bonilla, exdirector de la Policía Nacional de Honduras entre 2012 y 2013 durante el Gobierno de Porfirio Lobo (2010-2014).
Bonilla fue acusado en abril de 2020 de participar en conspiración para importar cocaína a los Estados Unidos y fue solicitado para extradición en mayo de 2021 por la Corte del Distrito Sur de New York.
Cuando me di cuenta del arresto del ex director de la Policía Nacional, mi primera reacción fue trasladarme a las Fuerzas Especiales. Al momento de llegar ya estaban al menos diez medios de comunicación reportando, mi celular no paraba de recibir imágenes del momento en que capturaron a Bonilla en el peaje de Zambrano, a 45 km de Tegucigalpa. Decidí esperar ahí. Una vez más nos veíamos las caras con mis colegas y comentamos que nos tocaría volver a activar el «bunker». Pero todo cambió repentinamente. La Secretaría de Seguridad convocó a el Ocotal, las oficinas de Ramón Sabillón, ministro de seguridad. Eran las 5 pm, significaba que el tráfico de la ciudad, como siempre, iba a ser pesado. Me alegré porque ese día había llevado mi motocicleta así que arranqué rumbo al lugar. Cayó la noche y otra vez iniciaba el ritual del reportero gráfico: estar pegado en el portón del centro de convenciones de la Policía Nacional esperando poder ingresar, unos encima de otros, sabiendo que debíamos pasar a través de un estrecho portón a medio abrir.
Una vez dentro de las instalaciones, encontramos al «Tigre» sentado en una silla rodeado de policías especiales. Su mirada no expresaba temor a pesar de los grilletes que llevaba en pies y manos. Era una sensación extraña puesto que la persona que exponían ante los medios de comunicación era alguien al que temían todos los que estaban a sus espaldas, que eran también policías.
Tras su captura el 9 de marzo de 2022, Bonilla permaneció recluido en una celda del Primer Batallón de Infantería, situado en los alrededores de la capital hondureña. Su extradición fue aprobada por un juez natural de Tegucigalpa el 8 de abril de ese año y el 10 de mayo fue llevado a la Base Aérea Hernán Acosta Bonilla, en el extremo sur de la capital hondureña para ser extraditado.
Siguió entonces la extradición de Herlinda Bobadilla el 26 de julio de 2022. Bobadilla fue solicitada por la Corte del Distrito Este de Virginia por la comisión del delito de conspiración para ingresar sustancias no controladas a los Estados Unidos.
Bobadilla fue detenida el 15 de mayo de 2022 en una montaña del departamento de Colón. Ese mismo día compareció en la primera audiencia ante el juez de extradición y quedó con arresto provisional en el cuartel de los «Cobras». Aparentaba ser una mujer muy humilde, la pena se veía en sus ojos. El 26 de julio de ese año fue trasladada a la Fuerza Aérea Hondureña ubicada en la base militar Hernán Acosta Mejía por una caravana policial. Al menos 70 efectivos policiales y unos 16 vehículos de la Policía Nacional fueron desplegados para el traslado y posterior extradición de la hondureña pedida por la Corte de EEUU. Era un contingente casi tan grande como el usado en la extradición de Juan Orlando Hernández.
Herlinda era considerada la líder del clan Montes Bobadilla, señalada de controlar la zona del Caribe hondureño donde, mediante sus nexos con carteles de la droga en Colombia y México, habrían logrado despachar miles de kilos de cocaína hacia los Estados Unidos.
Por si alguien se pregunta cómo funcionan las extradiciones, trataré de explicarlo aunque tal vez algo se me escape. En general, el procedimiento establece que la orden de extradición se envía desde el Departamento de Estado de los Estados Unidos a la Cancillería hondureña, la que a su vez la remite a la Corte Suprema, la que debe designar a un juez especial que debe verificar que la documentación recibida de los Estados Unidos reúna los requisitos de ley. Recordemos que esto puede llevarse a cabo con el acusado ya arrestado o mientras se le captura.
Pues así siguieron las extradiciones. Michael Powery Wood, alias «el Caracol» fue capturado el 7 de agosto de 2022 en el departamento de Islas de la Bahía, en el Caribe de Honduras. Powery Wood enfrentará juicio en los Estados Unidos por «conspiración para fabricar y distribuir cinco kilogramos de cocaína con la intención y conocimiento para creer que sería importada ilegalmente a Estados Unidos».
Fuimos convocados el 27 de enero de 2023 a las 6 de la mañana en la base aérea Hernán Acosta Mejía para reportar la extradición de «el Caracol». Pero como nada está escrito en piedra en esta labor periodística, el avión de la DEA se retrasó y no había aterrizado en la base aérea por lo que tuvimos que esperar, otra vez. Los periodistas veían una aplicación en sus teléfonos que les mostraba el punto donde se encontraba el avión que tendría que llevar al extraditable, fue entonces cuando muchos de ellos, como buenos controladores aéreos, estimaron la distancia que faltaba para el aterrizaje. Y confirmando los cálculos de los colegas, en punto de las 10 de la mañana el avión aterrizó e inició la entrega del implicado. Fue rápido, no se sentía la adrenalina de los anteriores extraditables. Han sido tantas las coberturas de extraditados, que uno empieza a normalizar la situación, cuando al contrario, cada una de ellas nos debe escandalizar porque evidencia la disfuncionalidad de nuestro sistema de justicia y la profundidad que han alcanzado en nuestra sociedad y sistema político las raíces del narcotráfico.
Llegamos al último; mejor dicho, el extraditado más reciente, por ahora. Arnaldo Urbina Soto fue extraditado el 31 de enero de 2023. Debido al riesgo de una posible fuga, las Fuerzas Especiales de la Policía Nacional hicieron el traslado de extradición en la pista de la base aérea Soto Cano en Comayagua. El exalcalde de Yoro, vestido con un overol blanco – por el riesgo de contagio de Covid-19 – pasó de las manos de las autoridades hondureñas a las de los agentes de la DEA. El detenido, que ya había intentado fugarse del penal de Támara en noviembre del 2022 para escapar de la extradición, pasó sus últimos meses en Honduras en las celdas del Primer Batallón de Infantería ubicado en la aldea Mateo en el departamento de Francisco Morazán.
Soto Urbina fue solicitado por la Corte del Distrito Sur de Nueva York en junio de 2018 por cargos relacionados con el narcotráfico y la portación de armas entre 2005 y 2014.
El fiscal Geoffrey S. Berman y el agente de la DEA Raymond P. Donovan, presentaron una acusación en contra de Arnaldo Urbina Soto y sus hermanos, Carlos Fernando Urbina Soto y Miguel Angel Urbina Soto. En ella se menciona que los hermanos «se aprovecharon de su poder en Yoro y se aliaron con otras organizaciones criminales, como Los Cachiros y Los Valle Valle, para recibir cargamentos de cocaína enviados por avionetas desde diferentes partes del país, usando pistas clandestinas y carreteras en los alrededores de Yoro».
Se señala también que Soto Urbina y sus hermanos coordinaron y formaron parte de grupos fuertemente armados para vigilar los traslados y las descargas de droga. En junio de 2019, un Juez Natural de la Corte Suprema de Justicia concedió la extradición después de haber examinado la petición y llevado a cabo una audiencia de evaluación de pruebas. Sin embargo, el procedimiento de extradición de ciudadanos hondureños, establecido por un Auto-Acordado de la Corte Suprema de Justicia en 2013, exige que la persona solicitada no tenga cargos pendientes a nivel nacional. Lo que no era el caso de Urbina Soto hasta finales de 2022.
En efecto, en 2017 se le declaró culpable por el delito de lavado de activos en perjuicio de la economía del Estado de Honduras y, en 2020, se le sentenció a una pena de 16 años de reclusión. Pero recientemente, el 15 de diciembre de 2022, la Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia declaró, por unanimidad, con lugar el recurso de casación interpuesto por la defensa del Urbina Soto. La sala de lo penal aplicó la retroactividad de la ley tras la reforma a la Ley de Lavado de Activos, por lo que Urbina salió absuelto de ese delito y se abrió paso para su extradición.
Parte de mi trabajo antes de una extradición es averiguar de dónde será trasladado el extraditable y siempre ha sido del batallón o de las Fuerzas Especiales. Un día antes de la extradición de Soto Urbina había intentado conseguir datos sólidos, pero nadie sabía nada o, para ser más claro, yo no sabía nada. Pedí a una colega periodista si podía averiguar esa información por mi ya que en mis intentos jamás lograba conseguir los datos. Por alguna razón, el que podía saberlos dijo a mi colega que no habría acceso para los medios. No podía estar tranquilo, así que me quedé lo más cerca de la base de donde siempre han sido entregados los hondureños requeridos por los Estados Unidos. A las 9 de la mañana de ese día, recibí un mensaje en mi teléfono que decía que todo iba a ocurrir en Palmerola, lugar donde está el nuevo aeropuerto internacional y la antigua y aún activa base militar norteamericana. Era algo extraño, casi nunca ocurren las cosas de esa manera. El acceso a la base militar norteamericana es difícil por lo que por un momento pensé que no iba a lograr la cobertura. Pero recuerden que todos tenemos jefes y yo no soy la excepción, tenía que hacer mi trabajo, no hacerlo no es parte de la ecuación; además, mi trabajo incluye que ustedes que nos leen, vean en imágenes lo que está pasando en Honduras. Entonces tomé mi carro y salí rumbo a la base de Palmerola en Comayagua , ingrese rápidamente pero una vez más nos tocó esperar por el retraso del avión de la DEA, una vez llegó el avión, Urbina ya esperaba en una Prado blanca. Minutos después, se le veía caminar con el overol blanco entre la escolta policial.
Esto no termina, las extradiciones seguirán y las coberturas también. La próxima extradición es la del exdiputado Midence Oquelí Martínez Turcios, quien es requerido por la Corte del Distrito Sur de New York por delitos relacionados al tráfico de armas y drogas ilegales. Fue capturado en diciembre de 2022 en el departamento de Colón, tras ser prófugo de la justicia desde 2018. Martínez Turcios, fue diputado del partido Liberal por el departamento de Colón durante dos períodos, del 2010 al 2018. Colón, la cuna de la organización criminal Los Cachiros, también presos en los Estados Unidos. El 17 de enero de 2023, un juez Natural de la Corte Suprema de Justicia concedió la solicitud de extradición.
No puedo saber cuáles serán las circunstancias, pero estaré en esa cobertura junto a los colegas de otros medios, ojalá en calma pero si no, será otra vez entre codazos y trípodes volando. Nada personal, gajes del ritual del oficio. Lo que sí sé, es que todos vamos con el mismo objetivo, la imágen, y al final, pese a todas las adversidades, nos despediremos sabiendo que otra extradición más viene en camino.
Según el comisionado de la Policía y director de las Fuerzas Especiales, Miguel Pérez Suazo, hay 27 órdenes de captura por ejecutar, lo que significa que nuestro trabajo en este tema no termina. Se puede pensar que el impacto de la extradición de Juan Orlando Hernández hizo que esa cobertura fuera excepcional. Pero es que todas lo son. Al final, en un extremo de la cámara está el extraditado, alguien que seguramente le ha hecho mucho daño a este país, pero en el otro extremo estoy yo, alguien que, como mis colegas, vivimos día a día las consecuencias de los actos de esas personas de quienes hacemos fotos y videos que pasarán a ser la memoria de este país que ojalá un día se quite la etiqueta de narco-Estado de la frente.
1 comentario en “La extradición en Honduras desde el ritual de un fotoperiodista”
Excelente foto reportaje, felicidades Jorge Cabrera y a todo el equipo de Contra Corriente.