Fotografía y Texto: Fernando Destephen
Para Arleth la idea de crear algo con papel, hilo, cutter y colores va más allá de la elegancia y de los diseños. Tomar el papel, recortarlo, pensar en la disposición de los materiales y la composición de colores, sí, es una manualidad, pero también es la búsqueda de la sanación emocional, dice Arleth Rivera.
Tecolote Artes y Oficios –así se llama el proyecto de Arleth– se dedica a confeccionar regalos personalizados y encuadernados, por ejemplo: agendas, diarios y cajas; pero también es una escuela y un espacio para hacer catarsis mediante la creación de un producto de papel, dando como resultado un diseño creado a la medida de lo imaginado, pero también trabajando en una suerte de terapia ocupacional.
Arleth se dio cuenta que los talleres servían más que para aprender a hacer cosas de papel cuando, en un taller en el que por un rato dejaron los materiales en las mesas, los y las participantes comenzaron a hablar y, poco a poco, fueron surgiendo temas que se alejaban del ámbito del taller y, por ende, del fin que ella se había propuesto al principio. Temas cada vez más sensibles y difíciles que cortar y pegar. También admite que entonces no sabía cómo canalizar esos sentimientos que las personas, a las que ella pensaba enseñarles solamente a hacer «una manualidad», le contaban; por lo que, para el siguiente taller, pidió ayuda de una amiga psicóloga para saber cómo lidiar con esas heridas que se abrían en las pláticas con los participantes. Su amiga le dijo que tenía que saber poner un límite en esas pláticas; pero lo más importante fue que le dijo que debía buscar canalizar esas emociones a través del trabajo manual que ya estaban haciendo y que dio pie a que se abrieran esos diálogos. Es decir, si las pláticas habían surgido en medio de la práctica de las manualidades, lo que Arleth debía hacer era seguir guiándolos a través de ese proceso que, de alguna manera, estaba sirviéndoles como una velada terapia.
El uso terapéutico de las actividad –como pueden ser las manualidades– ha sido apreciado desde los inicios de las sociedades más primitivas. Desde los chinos hasta los griegos, se creía que la ocupación física en una serie de actividades que podían ir desde un gran desgaste como el atletismo hasta uno menor, como la ejecución de un instrumento o el trabajo de carpintería, eran vitales para la salud emocional y física de los individuos.
Desde que Arleth regresó a Honduras de hacer sus estudios de Diseño en Comunicación Visual en Argentina, ha trabajado con varios artistas, entre ellos están Santos Arzú Quioto y Gustavo Armijo, quienes le confían a ella sus trabajos, le dan plena libertad y confianza a sus manos y creatividad para, a partir de sus obras, crear un producto artístico diferente.
Cuando se empleó la cuarentena como estrategia frente al COVID-19 en 2020, Arleth cuenta que una chica se le acercó porque su gato había fallecido. Arleth tiene cuatro gatos, así que conectó al instante con la situación. Sostiene que ese ha sido uno de sus trabajos favoritos por la emoción de haber acompañado a alguien en un momento tan duro y cuando todos estábamos encerrados por la COVID-19. De esa experiencia, cuenta Arleth, nació un Tecolote personalizado con la imagen de Homero, ese gatito que murió de leucemia, pero que luchó durante cuatro meses por su vida.
Ana del Cid, psicóloga clínica y terapeuta cognitiva conductual, refiere que la actividad de hacer manualidades contiene un valor terapéutico especial al combinar elementos del juego con el trabajo y el logro: «Ofrecen la oportunidad de creación y, por tanto, de autoexpresión. Es una gran ayuda para sobrellevar problemas y adaptarse a situaciones que pueden estarnos agobiando».
Según Artleth, Tecolote es un emprendimiento que, aunque se usan mucho las manos, también sirve para escucharse, y un emprendimiento en donde, con los elementos adecuados –esos que van más allá de los materiales–, se puede lograr la sanación.