Texto: Dar Barahona
Ilustración: Pixabay
«Hay quienes se consideran perfectos, pero es sólo porque exigen menos de sí mismos».
H.H.
«¡Te voy a azezinar!», así que pensé que la cosa era más grave de lo que aparentaba.
«¡Ayuda! ¡Por la gran puta!», gritó de nuevo MmBoy.
El Guacalaboy, como es su hábito, se fue a hurtadillas, como una balletista. Decidí entonces abrir mi coche, abrir la guantera y sacar el revólver, y ya cuando lo palpaba, pensé que no era la mejor idea, así que mejor giré la llave, encendí el auto, aceleré y me largué hacia el primer lugar donde pudiese comprar cervezas. Conducía lento, algo que me desagrada, y comencé a recordar mis días en el Festival de Cine de Basel, en Suiza; recordé la crisis existencial de aquel personaje anarquista de Alemania; recordé el puto Emden, la ciudad de Bremen, Hamburgo, Berlín, Friburgo. Recordé mi último trabajo SJH. En ese pueblo había diez mil personas y cinco mil eran discapacitadas, y en medio del gentío, yo, el único latino, el pelo en la sopa, la mancha, así que la Polizei no dejaba de joderme. Sólo a un loco como yo se le habría ocurrido vivir en un pueblo así (incluso la Polizei me parecía tediosa y ridícula). Me detenía por cualquier cosa, incluso por bostezar.
«Tienes que vestirte de otro modo. Ponte aretes, viste de naranja. Lo más llamativo posible, etcétera», decía mi jefa, cuando me quejaba con ella. Hasta que una noche me harté. Caminaba por la acera de las bikes, con mi amiga Eva. Eran las 11:45 de la noche. Debo reconocer que caminar a esa hora por ciertas zonas es prohibido, pero mucho más cargar un envase de Krombacher. Así que el coche policía se aparcó justo a mi lado y yo comencé a quejarme, incluso mi amiga se molestó. Fui detenido por caminar en una puta acera.
Horas después mi jefa llegó a la cárcel, pago una multa y me dijo en un tono nacionalsocialista: «Si no quieres respetar, vuelve a tu país. Actúas como si fueras el primogénito de un político corrupto».
Veo los árboles de acacias, los favoritos de Miti. Olvido todo. Esta sociedad está atestada de personas falsas. Los padres se hacen creer que sus hijos asisten a reuniones bonitas y perfumadas, en antros de champagne y cigarrillos eléctricos; pero qué va: se la llevan esnifando y fumando stone. También se hacen creer que vivimos en una Honduras Walt Disney Resort. Malditos fantoches. Pero bueno. Los recuerdos continuaban allí, mientras avanzaba en el auto. Así que recordé el bello rostro de Eva (mi amiga que se la palabreo con la Polizei), su forma de enviarme sexting. Sonrío al solo recordarla. De pronto recuerdo de nuevo a mi jefa, el día que me invitó a su casa para hablar sobre mis problemas. Me llevó a su jardín, vi el epítome de su lujosa mesa; no sé por qué pensé que los dorados escalopes a la milanesa y los rollos de carne rellenos de cebolla y tocino estaban puestos como trofeos de guerra. «Cambia. Vístete de naranja», continuaba diciéndome. Definitivamente era una milf ful control. Defetiches raros. Quizá por ello siempre yacía forever alone. No inspiraba ni una pizca de ganas de besarla; imaginaba su forma de encarar el sexo: frívolo, tosco, controlador. «Guácala con esa alemana», me dije, mientas tomaba el rollo de carne relleno de cebolla. «Honduras: los millonarios habitualmente son políticos corruptos y líderes religiosos. Mente arcaica. La moda de los lujos. Es una pena. Lindo país tropical», añadió, mientras tomaba vino. Entonces me preguntó ruborizada: «¿No será que eres hijo de algún político corrupto?». Le respondí que no, orgullosamente. «Bueno, bienvenido», dijo, y noté que estaba ebria.
Aparqué mi auto. ¿Por qué putas habría decidido llegar a la pulpería de los míticos vergueos, donde El Gordo y El Trigueño peleaban? Pensé en MmBoy. Un maldito religioso, político de pulpería y borracho junkie. Un vampiro energético, un tipo que sólo viaja de su casa a la pulpe. ¿Qué pedos con toda esta gente? Recordé a mi compa Thiago, de Copacabana. Siempre me decía: «En las playas no hay clases sociales. No te sientas el rey del buceo ni uses shorts gringos. Usa una sunga y muévete. Si te observan mal, eso es ganancia». Luego remató su discurso añadiendo: «Confusión y atraso, es la mina de oro del líder religioso y del típico político». Claro que en resumen plagiaba a Tony Montana; pero no importa, tenía razón. Pensé de nuevo en mi jefa. Annika era su nombre. También pensé en Guacalaboy. Lo recordé huyendo del bacanal. Pero bueno. Cuando regresé de Londres en el aeropuerto estaban todos, con sus ideologías políticas echadas a un lado. El Sosoboy, El Guacalaboy, Tropicanaziboy, Nikky6, El ApacheBoy, SatanicBoy, Marijo, Regi, PanzerBoy y MmBoy. Este me abrazó y dijo, llenándome de saliva: «I am poor mercancía». Volví en mí y dije: yo también.
Este relato pertenece al libro Estaciones del hambre punk (2013).