Texto y fotografía: Antonio Gutiérrez
En una de las 96 esquinas que componen la red de semáforos en San Pedro Sula, se encuentra Evelyn Sosa, de 22 años de edad, quien desde hace tres años se dedica a limpiar vidrios de carros cada vez que la luz roja del semáforo se lo permite. «Empiezo desde las 6:00 de la mañana y me voy hasta las 3:00 de la tarde», dice.
Evelyn no está sola. Desde hace meses, está embarazada, y de hecho le quedan pocos días para la fecha aproximada de su parto. «Me ha ido muy bien aquí en esta esquina, la gente que pasa por aquí ha sido muy amable y me ha ayudado bastante», cuenta, y añade que durante su estado de gravidez nunca ha parado de trabajar a pesar de que esto podría afectarla a ella y a su bebé: «Yo de aquí he podido sacar para mis exámenes y medicamentos que me receta el doctor», dice, añadiendo que se siente agradecida por las personas que le dan unos billetes por su servicio de limpieza.
En Honduras, un proceso seguro y deseado de maternidad sigue siendo una utopía para las mujeres. Actualmente, los índices de mortalidad materna están en alza y la discusión sobre derechos sexuales y reproductivos sigue pendiente a pesar de que la presidenta Xiomara Castro se ha comprometido públicamente con responder a las demandas de las mujeres hondureñas. Datos entregados por una solicitud de transparencia a la Secretaría de Salud (Sesal) detallan que en 2019 Honduras tenía una tasa de 53 muertes maternas, pero en 2020 con la pandemia, esta cifra aumentó a 58.
La madre de Evelyn, María Mejía, le ayuda en el trabajo, ya que le preocupa lo arriesgado que es para su hija estar en mitad de la calle corriendo la suerte de ser atropellada o sufrir otro tipo de accidente. Sin embargo la situación de desempleo en Honduras las orilla a buscar el sustento de esta manera.
Evelyn será madre soltera, el padre de su hijo no se hizo cargo y la abandonó. Pese a ello, y en medio de tantas dificultades y oscuridad, ella y su madre dicen estar felices de la llegada a este mundo de un miembro más a la familia.