La tristeza detrás de la migración forzada

Por Vely Zúniga

Hace un par de meses me tocó dejar mi país para experimentar la posibilidad de vivir en otra parte, con toda la ayuda y la comodidad del caso, me vine con mis hijos a un país europeo.

Alrededor de todo el mundo, pero especialmente en Honduras, la pandemia sacó a flote muchos problemas estructurales de las instituciones que se han visto deterioradas con el paso de los años por pésimas administraciones, muy al contrario de los países desarrollados en donde se trabaja para mejorarlas constantemente. Nunca antes había cruzado por mi cabeza la idea de irme de mi país, pero viendo todos estos eventos me llevaron a planteármelo y a concretarlo. 

En mi caso como diseñadora gráfica independiente, al inicio del confinamiento cuando aún residía en Honduras, casi no tuve trabajo, pero rápidamente el trabajo comenzó a llegar con proyectos que podía realizar desde mi casa y mi situación volvió a ser estable. Una de mis preocupaciones principales eran mis hijos —en clases virtuales por más de un año y sin esperanzas de volver a la presencialidad a corto plazo— verlos sentados frente a una computadora por extensas jornadas, con clases que no lograban entender por lo que su aprendizaje al igual que sus calificaciones comenzaban a verse afectados. Me preocupaba mucho el solo hecho de imaginarme la posibilidad de enfermarnos, en un país con un sistema de salud colapsado es un escenario terrible, casi una condena de muerte.

Ser espectadora de escándalos de corrupción amparados en la emergencia nacional, al igual que a muchos otros hondureños, me puso muy desanimada. Poco a poco sentía que iba perdiendo la esperanza de que las cosas algún día pudieran mejorar, aunque he estado comprometida en manifestar mi descontento cada vez que se convocaba a salir a las calles en señal de protesta. Mi esperanza se estaba desvaneciendo.

Pero lo que me sacudió más fuerte fue ver las postulaciones a cargos de elección popular para las Elecciones primarias: más corruptos, más gente sin la debida preparación, más oportunistas. ¿Acaso estamos tocando fondo? En un momento histórico tan delicado donde toca rescatar el país ¿Esta es nuestra propuesta de salvación? Creo que nunca se había necesitado tanto sacar las mejores cartas y en cambio se está jugando al mismo juego donde solo unos pocos viven bien a costa de que a las mayorías «se las lleve el diablo».

Cada vez que veía una nueva caravana de migrantes abandonar el país me partía el corazón, imaginando la desesperación que debe sentir esta gente para tomar tan difícil decisión y emprender la mortal ruta acompañados de sus hijos.

Si yo, que tengo una situación legal, una casa donde vivir y mis hijos con bienestar, he sentido ansiedad, depresión y un profundo añoro de mi hogar y mi patria, no me puedo ni imaginar lo que esta gente pasa cuando salen de sus casas con una bolsita de ropa y el poquito dinero que tenían cuando tomaron la decisión de marcharse.

La percepción de que todo es mejor afuera tampoco es real, las situaciones varían, pero en general es muy difícil. Todos deberíamos poder vivir felices en la tierra que nos vio nacer. Es injusto que producto de tanto latrocinio e impunidad, las grandes mayorías se vean obligadas a pagar un precio tan caro como el exilio forzado, no tener a nadie a quien recurrir en una patria extraña duele. Ojalá las cosas mejoren pronto y podamos volver a reunirnos con nuestra gente.

Sobre
Vely Zúniga, consultora en diseño gráfico, diagramación e ilustración con especialidad en el área institucional, generando materiales tanto impresos como digitales. Conocimientos en la Administración de Redes sociales experiencia como catedrática de Diseño Gráfico en la UJCV. Madre comprometida, ciudadana activa y constantemente interesada en transmitir crítica o denuncia social a través de artículos cortos.
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1 comentario en “La tristeza detrás de la migración forzada”

  1. Vely Su, la entiendo perfectamente. Yo que salí hace 2 años con mi hija, para abrirle un abanico de posibilidades en la carrera que escogió, diseño de modas, porque en nuestra amada patria, aún está en pañales. Pero no es fácil renacer en otro país y siempre, al menos yo, tengo la esperanza de volver.

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