La historia de Wilder: El niño expulsado de Honduras por la precariedad en el campo

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Un niño hondureño de dos años fue encontrado abandonado en México el 28 de junio. Viajaba con su padre, un campesino de 27 años, que apenas ganaba para sobrevivir. No se sabe cómo fueron separados, pero el niño ya fue deportado y su padre sigue preso en México. «El rostro de la pobreza en Honduras es rural», dicen los expertos y esta historia lo confirma. 

Texto: Allan Bu
Fotografía: Ezequiel Sánchez


Chilo se entusiasmó. Vio cómo su cuñado, con apenas  ocho meses como indocumentado en los Estados Unidos, ganó tanto dinero que le alcanzó para mejorar su casa, comprar tierras y sembrar unas parcelas de café. Incluso, al regresar a Honduras, le dio trabajo. 

En esos días, a inicios de 2021, Chilo y su esposa se enteraron que una de sus vecinas en San José Miramar, Copán, salió en compañía de su hija menor y en menos de quince días había llegado a Estados Unidos. La idea de migrar comenzó a tomar fuerza.

El 25 de junio, acompañado de su hijo Wilder, de apenas dos años y una pequeña mochila con un poco de ropa para los dos, Chilo pidió la bendición de su madre y las oraciones de Lorena, su esposa, y tomó el camino rumbo al sueño. «Solo me voy a estar cinco años», le dijo a su progenitora, según él suficiente tiempo para trabajar, ahorrar y salir de la pobreza en la que siempre había vivido.  

La familia que quedó atrás estaba triste, pero esperanzada. Apenas tres días después, Lorena recibiría una llamada desde el consulado de Honduras en México. Su hijo de apenas dos añitos había sido encontrado en un tráiler que trasladaba al menos cien inmigrantes indocumentados. Todos fueron detenidos por autoridades mexicanas, pero cuando preguntaron por el adulto que acompañaba a Wilder nadie contestó. 

La imagen es conmovedora. Personal del Instituto Mexicano de Migración encontraron al niño en una carretera del estado de Veracruz, entre ropa abandonada y algunos restos de alimentos que habían dejado los otros migrantes que iban en el contenedor. Ahí estaba Wilder a cientos de kilómetros de su familia y con sus dos manitos en la boca.  

En una entrevista para el periódico estadounidense Los Angeles Times, la vicecanciller de la República, Nelly Jerez,  reconoció en abril, que en la migración de menores no acompañados «las cifras ahorita han aumentado exageradamente». 

Hasta la fecha antes mencionada, la funcionaria diplomática afirmó que la cifra de menores en diferentes albergues de Texas y California supera los 5700 menores de edad, todos habían llegado entre febrero y abril.

En Honduras, no tienen claro cómo Wilder llegó hasta Veracruz sin su padre. La familia apenas ha hablado con Isidro Ladino García, más conocido como «Chilo» y no ha dado detalles, pero les dijo que estaba detenido en Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas, fronterizo con Guatemala.

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Lorena García muestra la única foto que tiene de su pareja, quien fue detenido por la migra mexicana antes de que encontraran a su hijo de dos años viajando en un trailer con otros migrantes. San José Miramar, Copán, 12 de julio de 2021. Foto: Ezequiel Sánchez.

A «Chilo» lo trasladaron de lugar y en San José Miramar, el lugar de donde partió, su familia tenía cinco días sin comunicarse con él. En una escueta comunicación con uno de seis hermanos le dijo que no tenía tiempo de contarle el «cagadal» que le había pasado. La madre dice que quizá se desmayó y que por eso no pudo responder cuando la migración mexicana preguntaba quien acompañaba a Wilder. 

«Se desesperaba cuando los niños le pedían juguetes» 

La idea de irse a Estados Unidos, a «Chilo» le rondaba en la cabeza desde hace mucho, pero cuando vio el éxito de su cuñado —quien además le dio trabajo en sus fincas de café— esa idea se convirtió en plan. «Y él maravillado al ver cómo trabajó (el cuñado) en ocho meses, pues dijo: “me voy a ir, porque veo que sí hace dinero allá. Mire, arreglo mi casa, arreglo la de ustedes”, me decía, pero a mí no me convencía», dice doña Rosa Julia, la madre de «Chilo». 

En la familia se enteraron de que una mujer, se había llevado uno de sus hijos y en quince días había llegado a Estados Unidos. Concluyeron que el rumor sobre la facilidad de llegar al sueño americano acompañado de menores era real. 

En una entrevista para Contracorriente,  la antropóloga Amelia Frank Vitale, aseguró que, en términos generalizados, parece que el Gobierno Joe Biden buscará un camino hacia un estatus legal y permanente para las personas indocumentadas y las que tienen TPS (estatus de protección temporal) en Estados Unidos, «pero eso no equivale a una apertura para migrantes nuevos», aclaró.

La madre de «Chilo», Rosa Julia García, nos cuenta que además, un conocido había contratado un coyote para llegar a Estados Unidos, pero fue atrapado en dos ocasiones. Así que no hizo un tercer intento y le cedió el lugar a «Chilo». 

“«Déjeme ir, mamá, es una gran oportunidad», le dijo «Chilo» a su progenitora que le rogaba no emprendiera la aventura y que trabajara aunque sea por poco dinero en su país. Era una oportunidad porque el viaje que  iba a emprender costaba entre 8000 y 11,000 dólares, así que ese intento de cruzar la frontera era prácticamente un regalo 

«Cuando llegue allá le voy arreglar su casita y la mía. Quiero comprar una tierra y me regreso», le decía a doña Rosa Julia, quien tuvo una crisis por su diabetes cuando se enteró en lo que quedó el viaje de su hijo y nieto. 

Lorena García, la esposa de «Chilo» es una mujer joven de tez trigueña y habla con la marcada entonación verbal de la zona. Sus respuestas son cortas. En el corredor de la casa juegan y saltan su hija Abigaíl y una primita que está de visita.

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Rosa, Lorena y Abigail son la abuela, la madre y la hermana mayor de Wilder Ladino García, el niño migrante varado en México. Desean que su pesadilla termine pronto y puedan volver a estar junto al chico y su padre. San José Miramar, Copán, 12 de julio de 2021. Foto: Ezequiel Sánchez.

«Lo pensamos (irse a Estados Unidos) por la pobreza que hay aquí», dice Lorena, reconociendo que era un plan de los dos, y luego agregó: «tuvimos la idea desde que estaban dejando pasar así con menores». 

Para el economista Efraín Díaz Arrivillaga, «el rostro de la pobreza en Honduras es más rural»,  pues él considera que en la ciudad existe más una marginalidad urbana que tiene una serie de connotaciones de otra naturaleza, pero «la pobreza rural es la que prevalece en el país», insiste.

Sostiene que en la mayoría de municipios rurales hay despoblamiento y migración a la ciudad o al extranjero: «les quedan con muy poca población, es una realidad», dice.

Estimaciones internacionales para el último año disponible (2019), antes del doble impacto de la pandemia por COVID-19 y los huracanes Eta y Iota, mostraron que el 14.8 % de la población hondureña vivía con menos de 1.90 dólares por día. Además, casi la mitad de la población (4,8 millones de personas) vivía con menos de 5.50 dólares al día, la segunda tasa de pobreza más alta de ALC después de Haití.

Alrededor del 45 % de los hogares, según encuestas del Banco Mundial, reportaron pérdidas de ingresos en agosto, que probablemente se deterioraron aún más con los huracanes de noviembre. Las proyecciones sugieren que la proporción de personas que viven por debajo de la línea de pobreza de 5.50 dólares al día podría aumentar al 55.4 %, lo que resultaría en más de 700,000 nuevos pobres. 

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2019, antes de la pandemia y los huracanes Eta y Iota, en Honduras la pobreza había alcanzado el 59.3 % de la población hondureña. Además, un 38 % de los hondureños vive con un dólar a menos al día.

La casa donde conversamos es de adobe, construcción muy común en la zona rural por lo económico que resulta. Hay dos sillas plásticas y el piso es de tierra. La propiedad está rodeada por tres casas más donde viven los padres y dos hermanos de Chilo. Hay unas cuantas plantas de café y varios árboles frutales, entre esos un mango y un aguacate. Se ven unas piñas, que fueron sembradas después que «Chilo» empezó su viaje.

Lorena recuerda que su esposo se desesperaba por la falta de ocupación que le permitiera vivir con dignidad a él y su familia.  «Se desesperaba, cuando ganaba los cien pesitos, no quedaba nada después de comprar dos libras de azúcar y una barra de jabón. Ahí se iban».

En ocasiones, los niños que en su inocencia puede que vivan en carencias, pero no entienden de ellas, agobiaban al padre: «Se ponían a pedirle juquetes, él se desesperó mucho, pero nunca esperábamos esto (que Wilder apareciera no acompañado y “Chilo” detenido).  Los familiares no saben cómo padre e hijo se separaron, pero sí saben que “Chilo” la está pasando muy mal en México, “el martes que me  llamó llorando, me dijo que me propusiera que me entregaran el niño porque él no sabía cuando iba a regresar», nos cuenta Lorena.

La brisa es fresca en aquella hermosa, pero abandonada montaña. Un gallo interrumpe con su canto la plática. A solo unos metros de la casa de Lorena, está la madre de «Chilo», doña Rosa Julia. Acaba de servir el desayuno para su esposo Juan Ladino. Su mirada se pierde en el horizonte cuando nos habla de su hijo y a veces se le escapan sentidos sollozos.

«No lo quería dejar ir y él me decía: “ya estando allá trabajo y le mando modo(dinero) para que arregle su casa”; y siempre le dije: “hijo, pero  aunque me caiga encima la casa, no quiero que te vayas”. Pero “Chilo” se fue». 

Rosa Julia es diabética desde hace diez años, la noticia le impactó de tal manera que fue llevada a un médico en Cabañas, porque le dieron mal la información. «La  noticia me tiró al suelo, eso fue triste. No tuve valor de ver cuando me enseñaban al niño y el que estaba ahogado, que decían que era mi hijo», nos cuenta. 

En el contenedor donde encontraron a su nieto, un hombre murió por asfixia. A ella le dijeron que el muerto era su hijo, que en ese momento no aparecía ni llamaba y su nieto había aparecido solo. 

Se conmueve y derrama lágrimas, le ganan los recuerdos del pequeño Wilder yendo a su cama en la mañana para despertarla. «Yo quiero mucho a mi muchachito. Cuando estaba durmiendo llegaba a hablarme. Ha sido muy triste», dice.

Doña Rosa Julia no entiende cómo su hijo en lugar del sueño americano se convirtió en protagonista de semejante pesadilla: «Y tanta gente que se va con niños y llegan, no sé qué le pasó a ese muchacho», se preguntó. 

San José Miramar

Para llegar a San José Miramar hay que utilizar vehículo 4×4 o caminar. No hay otra opción.  Tiene 70 casas y unos 283 habitantes. En sus tierras hay esencialmente café y algunas parcelas de maíz y frijoles. 

No hay transporte público y la carretera parece una ruta para el deporte extremo. San José es una de las 42 aldeas de Cabañas, Copán, un recóndito municipio en el occidente de Honduras, cuya economía gira alrededor del cultivo del café, la ganadería y el procesamiento de derivados de la leche.

En San José Miramar nacieron «Chilo» y Lorena. Ahí también nació hace dos años, Wilder, el niño que fue encontrado no acompañado en México. En la aldea el punto de referencia es una pequeña escuela que tiene 42 alumnos, una aula y otra en construcción y dos maestros. 

Sardy Alvarado, una mujer alegre y de ojos verdes, es una de las maestras de la escuela de la localidad. Conoce perfectamente el caso de Wilder y nos dice que algo así es la primera vez que sucede en esa comunidad, pero nos cuenta que en San Antonio —una aldea vecina— hace poco repatriaron el cuerpo de un joven, quien intentó cruzar sin documentos a Estados Unidos. Murió ahogado.

La maestra nos dice que en San José, como en todo Copán, la migración ha sido numerosa en los últimos años, pero con la pandemia este fenómeno aumentó. «Le podría decir que la mayoría de padres de la escuela están allá,  aquí solo están las madres», nos dice Alvarado.

Incluso nos ofrece un dato alarmante, sostiene que según sus registros, de 22 alumnos que ella tiene, solo dos tienen sus padres en Honduras, los demás han emigrado fuera del país en busca de oportunidades, «prácticamente se han ido todos. Y no solo es esta comunidad, es en todas. Es bien notoria la cantidad de padres que se han ido».

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La escuela de San José de Miramar cuenta únicamente con una aula, donde los alumnos de distintas edades reciben juntos las clases dictadas por dos maestras. San José Miramar, Copán, 12 de julio de 2021. Foto: Ezequiel Sánchez.

Sardy dice que es la falta de oportunidades los empuja fuera del  país, porque si bien encuentran algunos trabajos lo que ganan es una «poquitera», o sea un ingreso precario. «Hay padres que tienen tres o cuatro hijos y ganan tres mil o cuatro mil lempiras al mes, pues no les alcanza ni para darle alimentación», sostiene.

En 2016,  la compañía inglesa MoveHup realizó un estudio sobre el costo de la canasta básica a nivel mundial, en el mismo se determinó que en América Latina el país más caro para satisfacer las necesidades alimenticias es Honduras, donde los obreros requieren el 100.54 % de sus ingresos semanales para comprar. 

En San José Miramar, una de las pocas fuentes de empleo es el corte del café, pero esta   actividad solo dura entre dos o tres meses. El resto del año, los trabajadores tienen que conformarse con ingresos precarios. 

«Chilo» era jornalero. Ganaba 100 lempiras al día (unos 4 dólares), cuando conseguía trabajo. Y cuando le alquilaban una parcela de tierra, sembraba maíz, pero este es un cultivo de subsistencia.

Lorena nos cuenta que en la temporada del café mejoran los ingresos, pero ese dinero que ganan lo utilizaban para cubrir deudas que ya habían adquirido: «A uno le toca enjaranarse (endeudarse) antes, ya después en los cortes solo es para pagar», dice con una sonrisa.

El abandono del campo

Para el economista y excandidato presidencial, Efraín Díaz Arrivillaga, Honduras es cada vez más urbano por el despoblamiento y la migración en el área rural. Sostiene que es un fenómeno central porque los gobiernos han abandonado el campo. Ahí no hay infraestructura, no hay servicios adecuados de salud ni de educación: «Por eso la gente ha emigrado ya sea  a la ciudad o fuera del país», dice.

Quienes abandonan el área rural son especialmente los jóvenes, ya que salen en busca de oportunidades que no encuentran en sus pueblos. «La mayor parte de los departamentos del occidente del país son los mayores expulsores de gente», nos dice Arrivillaga. Copán, el departamento donde nacieron «Chilo» y Wilder, está en ese sector del país. 

Díaz Arrivillaga también hace una interpretación de la forma cómo participan en las elecciones los lugares que él considera han sido descuidados:  «Son áreas que tienen abandonadas y contradictoriamente son las que votan por ellos (en referencia al Partido Nacional) porque también los mayores grados de analfabetismo están ahí en esos lugares». 

En concordancia con lo que menciona el doctor Arrivillaga, en las elecciones de 2017, cuando Juan Orlando Hernández se reeligió a pesar de ser inconstitucional y en medio de acusaciones por realizar un colosal fraude, los representantes del Partido Nacional se defendieron argumentando que el voto rural había dado vuelta a la tendencia que, con el 57 % de las urnas escrutadas, daba a Salvador Nasralla un 5 % de ventaja. 

A pesar de esto, Arrivillaga sostiene que el campo «no está en la agenda del país y hay un gran retroceso en la agricultura», aseguró.

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Durante dos meses, una vez al año, el corte de café es la única salida laboral para los pobladores de San José de Miramar, lo que les impide tener condiciones de vida digna a sus habitantes, forzándolos en muchos casos a migrar. San José Miramar, Copán, 12 de julio de 2021. Foto: Ezequiel Sánchez.

Germán Pérez Destephen, exministro de agricultura en el Gobierno de Ricardo Maduro, nos explica que la pobreza en el área rural se genera no solo en la precariedad y el abandono del agro: «No es la agricultura la que genera la pobreza rural, son una serie de factores: no hay acceso a la educación, hay falta de servicios de salud, desnutrición, inaccesibilidad a servicios públicos, ingresos limitados, falta de asistencia técnica, no hay acceso a crédito, etcétera, es un círculo vicioso», menciona.

Agregó que la capacidad para producir riqueza no puede incrementarse sin infraestructura de inversión, pero esta no existe sin tener los recursos financieros. «Para salir de la pobreza se requiere inversión y no hay inversión por falta de capacidad de ahorro. Esta es una de las características estructurales del subdesarrollo», nos dice.

Manifestó que el sector agroalimentario es el más importante de la economía de Honduras y que dispone de un gran potencial de desarrollo merced a las posibilidades de diversificación de la producción.

En noviembre de 2019 mediante el decreto ejecutivo PCM 052-2019 se otorgó a la Fuerzas Armadas de Honduras un millonario desembolso de 4000 millones de lempiras (166 millones de dólares) para el desarrollo agrario. La medida del Gobierno de Juan Orlando Hernández fue ampliamente rechazado, porque no hay antecedentes de algo.  Hasta el momento, no se tiene claro cómo los militares invirtieron ese fondo

El doctor Díaz Arrivillaga afirma que para Honduras es un desafío enfrentar con mayor propiedad la situación de pobreza y desigualdad que se vive en el área rural, pues es la causa de la migración. 

Para que los jóvenes se queden y vuelvan al campo, dice el ingeniero Pérez Destephen, se debe volver el campo atractivo brindando las mismas condiciones de servicios y empleo que podrían encontrar en la ciudad y la posibilidad futura de prosperar, tener acceso a empleo digno, vivienda, servicios públicos de calidad, oportunidades de negocio, acceso a tierra, entre otros: «Si se tuvieran mejores oportunidades en el campo, mucha gente no se movería del área rural», concluyó. 

Al cierre de esta nota, Wilder Ladino, el pequeño que apareció con el torso desnudo en México, había regresado a Honduras y puesto bajo la tutela de las autoridades de migración, quienes posteriormente lo entregaron a sus familiares. Lorena dijo a la prensa que estaba feliz. Han pasado 20 días desde que fue encontrado solo a 1300 kilómetros de su casa. 

En su casa, allá en la montaña lo esperaban felices. Isidro Ladino García, más conocido como «Chilo», sigue detenido en México. Sus familiares no saben cuándo regresará. En Copán, en la cálida San José Miramar, Lorena García se ha resignado a pelear con la pobreza, porque dice que después de la experiencia, ya no intentarán: «Ya queda con miedo uno», dice desesperanzada. 

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