Han pasado quince meses desde que el primer caso por COVID-19 llegó a Honduras. Más de un año de anormalidad y toque de queda. Aunque las medidas restrictivas y de confinamiento se han flexibilizado, no quiere decir que las mujeres ya no están encerradas en casa con su agresor. La violencia contra las mujeres y los femicidios no solo ocurrieron en el peor momento de la pandemia, siguen sucediendo en medio de la crisis generalizada.
Texto: Eva Galeas y María Celeste Maradiaga
Fotografías: Martín Cálix
Martha (se identifica así para proteger su identidad), es una mujer de 46 años que sobrevivió 23 años a los abusos de su compañero de hogar. Durante la pandemia lo denunció a las autoridades después de que le propinara una golpiza en la calle, frente a sus vecinos y familiares. Aún vive secuelas físicas y psicológicas de ese acontecimiento y asegura que entender que el abuso llevaba mucho tiempo y que pudo ser fatal, le ha costado.
La sobreviviente de violencia relata que al permanecer en casa con su agresor —debido a las medidas de confinamiento establecidas en el país— la violencia empeoró. Era tal la manipulación psicológica por parte de su expareja, que llegó a pensar que en su hogar estaba más segura, a pesar de los maltratos que vivía.
Cuando ella decidió reclamarle un día por una infidelidad, este la agredió y la sacó a la calle para humillarla: «La gente que pasaba solo miraba de lejos que me estaba golpeando y familiares de él que se encontraban en el lugar solo vieron lo que pasaba de lejos», narró Martha.
Ese fue el punto de quiebre, Martha se armó de valor y decidió ir a denunciarlo a una de las postas más cercanas de la Dirección Policial de Investigación (DPI) en su barrio. Como parte del protocolo de atención, fue llevada a una casa refugio para poder ser atendida.
La pandemia por la COVID-19 disparó las denuncias por violencia doméstica en Honduras. Solo en 2020, el teléfono de emergencia 911 recibió más de 103,000 quejas de mujeres agredidas, según datos recopilados por la Asociación Calidad de Vida, una organización que brinda servicios integrales y oportunos a mujeres y niñas víctimas de violencia. La Asociación Calidad de Vida está constituida por diez casas refugio a nivel nacional, formando así la Red Casa Refugio, cinco de estas son financiadas por organizaciones no gubernamentales y las otras cinco son municipales.
Después de la agresión, Martha fue trasladada a una casa refugio con una de sus tres hijas, pero la persecución de su agresor continuaba. Esta sobreviviente asegura que el agresor amenazaba a sus familiares cercanos, entre ellos familia y amigos, con tal de saber el paradero de ella, utilizaba a sus otras dos hijas como chantaje.
«Lo peor es hacer la denuncia, ese es un solo caos, hay mucho miedo, ya después cuando hay atención psicológica en los refugios la cosa va mejorando y uno se va dando cuenta de lo que sufrió», expresó Martha.
Actualmente, Martha tiene una semana de haber dejado la casa refugio en donde se encontraba, ya está de regreso en su hogar. Después de la denuncia su agresor se fue de la casa y ella asegura que las amenazas han parado, siente que las autoridades lograron darle un buen seguimiento a su caso hasta ahora.
Pero no todas las mujeres fueron atendidas como Martha y, de hecho, muchas fueron víctimas mortales. En lo que va del 2021, según datos del Observatorio de Violencias Contra las Mujeres del Centro de Derechos de Mujeres (CDM), se han registrado más de 24,000 denuncias de violencia intrafamiliar y más de 20,000 denuncias de violencia doméstica, pero solo en lo que va del año, el Observatorio de la Violencia ha documentado 147 muertes violentas de mujeres, sumando 376 desde que la pandemia llegó a Honduras.
Ana Cruz es directora de la Asociación Calidad de Vida, la organización de mujeres mencionada anteriormente. Ella explica que, durante el confinamiento del año 2020, el Sistema de Emergencias 911 registró más de 103,000 llamadas de mujeres víctimas de violencia doméstica pidiendo auxilio, pero que estas miles de denuncias no fueron tratadas a tiempo ni de manera efectiva, en vista de que muchas instituciones cerraron los servicios de atención a las víctimas por la pandemia.
Cruz, asegura que «los últimos reportes del 911 revelan un incremento del 20 % en llamadas de mujeres denunciando a sus agresores, con relación a los datos del año 2019».
Para Cruz, el popular eslogan «Quédate en casa», utilizado para frenar la propagación del virus de la COVID-19 a inicios de la pandemia, no representó lo mismo para todas las mujeres hondureñas, debido a que durante ese tiempo se incrementaron los casos de agresiones.
En tal sentido, la directora de la Asociación Calidad de Vida manifestó que en ese tiempo de confinamiento la Corte Suprema de Justicia se encontraba cerrada, las mujeres no podían tener audiencia, y aún este nuevo año, las audiencias las tienen a los cuatro o cinco meses. «Eso no es justicia, justicia tardía no es justicia», afirmó esta defensora de las mujeres.
Los datos de la Asociación Calidad de Vida reflejan que, al funcionar el Ministerio Público mediante turnos, solo 4000 de las 103,000 denuncias interpuestas fueron atendidas.
Por otro lado, la directora del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Migdonia Ayestas, informó que en los primeros trece días de junio perdieron la vida violentamente 17 mujeres en el país. Los informes del Observatorio de la Violencia dan a conocer que las ciudades de Tegucigalpa, San Pedro Sula, Choloma, los departamentos de Olancho, Santa Bárbara y Comayagua son los que presentan un alto nivel en violencia contra las mujeres.
Migdonia Ayestas argumentó que muchas mujeres desconocen que las agresiones sufridas en casa son constitutivas de delitos y, por lo tanto, no denuncian. También aseguró que otro de los problemas es que las instancias que corresponden están en las ciudades y muchas de las mujeres agredidas no tienen acceso a darle seguimiento a su caso porque tienen que movilizarse del área rural o de zonas periféricas de la ciudad.
Casas Refugio
La Ley Casas Refugio ha permanecido engavetada por dos años desde el 2018 en el Congreso Nacional. Esta ley tiene como propósito crear el reconocimiento y financiación de casas refugio con su debido presupuesto, mismas que servirían para la atención de mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia en todos sus tipos, y a su vez, atención a sus hijas e hijos, que de alguna u otra forma también son víctimas de violencia.
Actualmente, Ana tiene como expectativa que se apruebe la Ley Casas Refugio en estos próximos cinco meses del presente año, al promover la Asociación Calidad de Vida una gran campaña en pro de la misma. «Tenemos ya el apoyo de varios embajadores de la Unión Europea, del propio sistema de Naciones Unidas, de la coordinadora residente, teniendo todo el lobby hecho para llegar al Congreso», asegura Ana.
La Ley Casas Refugio tiene como propósito crear el reconocimiento y financiación de casas de acogida para la atención de mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia en Honduras.
Por otra parte, Helen Ocampo, quien es investigadora del CDM opina que difícilmente, siendo aprobada la Ley Casas Refugio, la situación cambie para las mujeres sobrevivientes de violencia, puesto que el Estado tendría la obligación de ayudarlas financieramente y ejecutar estos procesos sin corrupción y con transparencia, algo difícil en Honduras.
La Asociación Calidad de Vida, cuenta con casas refugio para darles atención a las mujeres que han sufrido violencia doméstica. Cruz, la directora de esta organización indicó en declaraciones a Contracorriente, que el 95 % de las mujeres llegan a estos refugios con sus hijos, y a su vez, son mujeres que rondan entre las edades de 18 y 24 años.
Explicó que estas mujeres, en su mayoría jóvenes, huyen de sus hogares iniciales, evidenciando este continuum de violencia, hasta vivir lo mismo con sus actuales parejas, pudiendo esto terminar en un feminicidio.
Una de las políticas de las casas refugio es que nadie sabe dónde se localizan precisamente, para resguardar la integridad de las víctimas. «Las mujeres solo pueden llegar referidas a las casas refugio por los entes operadores de justicia o por las organizaciones de mujeres», explicó Ruiz.
Luego, se les explica a las mujeres las reglas de la casa de acogida, según Ruiz una de las normas que a la mayoría de las mujeres no les gusta, es que quedan incomunicadas, pues se le quitan los dispositivos móviles.
«Ya tenemos la experiencia de que las mujeres cuando tienen el celular, lo primero que hacen es contactarse con amistades o familia y estos les advierten que su agresor las anda buscando y amenazando a sus allegados» , detalló Ruiz y también aseveró que los refugios son lugares de paz y tranquilidad, sitios que permiten que la mujer se pueda sentir mejor y conozca el proceso psicológico para superar el trauma.
Las mujeres sobrevivientes pueden estar con sus hijos quince días en las casas refugio, todo ese tiempo la organización se encarga de la alimentación, pues la mayoría de ellas no se han alimentado debidamente, se les provee ropa y se les asigna una habitación para brindarles más comodidad.
Ruiz afirmó que, aún en cuarentena, el equipo técnico se ha encargado de proporcionar apoyo integral, social, legal y psicológico, para la mujer y sus hijas e hijos, en conjunto con una terapia ocupacional. «Esto último sirve para que la mujer se mantenga ocupada y que a la hora de egresar tenga ese medio para ganarse la vida», agregó Cruz. Por último, añadió que en el refugio tratan de involucrarse entre sí en las distintas actividades, creando mecanismos de sororidad entre ellas mismas.
Violencia endémica
Las mujeres de los 15 a 39 años de edad son las que se ven más afectadas y son más propensas a ser víctimas de la violencia feminicida, es decir las edades de niñez y juventud son las que más afectación tienen, según estudios del Observatorio de la Violencia.
Midgonia Ayestas hace un llamado a los padres y madres de familia, instándolos a que enseñen a las niñas sus derechos, «ya que, de no ser así, perpetúan la existencia de una mujer sumisa en la sociedad». Como segundo punto, la directora explica la necesidad de investigación científica criminal más exhaustiva, en virtud de que esto manda un mensaje positivo a las mujeres, pues se constata que el Estado va a garantizar, investigar y hacer que se le respeten sus derechos.
«Debemos ir entendiendo y no justificando esa violencia, nada justifica los golpes, las amenazas, ni las violaciones sexuales hacia las mujeres, es oportuno que los entes gubernamentales establezcan los mecanismos necesarios para proteger a las mujeres de los constantes maltratos», puntualizó Ayestas.
“Debemos ir entendiendo y no justificando esa violencia, nada justifica los golpes, las amenazas, ni las violaciones sexuales hacia las mujeres, es oportuno que los entes Gubernamentales, establezcan los mecanismos necesarios para proteger a las mujeres de los constantes maltratos”, puntualizó Ayestas.
Por su parte, Helen Ocampo asegura que es muy difícil determinar los casos de violencia no atendida en la pandemia, ya que esto implica un informe actualizado por parte del Ministerio Público, algo que no sucede, explica la investigadora. «Justicia para las mujeres sería no sufrir violencia. Lo que sí sabemos con mucha certeza es que la incidencia de violencia doméstica antes y durante la pandemia no ha variado mucho», afirmó.
Para obtener datos oficiales se solicitó una entrevista con la vocera del Ministerio Público, Katia Mocada, quien es la portavoz de la Fiscalía de Delitos contra la Vida, pero no se obtuvo ninguna respuesta.
Ayestas informó que «según el análisis que hemos determinando como observatorio de la violencia el 60.3 % de los femicidios reflejados en los estudios son denominados femicidios íntimos, en donde el agresor es la pareja o el compañero de hogar de la víctima». De ahí le sigue el femicidio por conexión, en donde primas, hermanas y tías de las víctimas entran a línea para defender a sus familiares y terminan siendo asesinadas.
Asimismo la titular del Observatorio de la Violencia de la UNAH, afirmó que después de estos dos tipos de femicidios está el crimen organizado, quienes mandan mensajes a las mujeres que habitan en barrios y colonias con altos índices de violencia y criminalidad: «El crimen organizado también les está achicando la vida a muchas mujeres», lamentó.
Martha, en su testimonio incentiva a las mujeres víctimas de violencia a que denuncien a su agresor, asegurando que, aunque sea difícil y haya pánico de por medio, siempre hay una luz al final del túnel: «Me gustaría que las mujeres sepan que en casa también podemos sufrir de violencia, aunque nos cueste darnos cuenta, no es algo normal», concluyó.