Por Nahomi Díaz
El viernes 28 de mayo surgió una denuncia por parte de la Asociación de Importadores de Ropa Usada de Honduras de que el Gobierno había ordenado un aumento del 200 % a partir del 1 de junio de este año en los impuestos de la ropa usada que se importa al país. Esto resultó ser más bien un mal entendido y lo que se hará es cobrar el 15 % en el pago de todos los fardos que se compren en lugar de como se había hecho antes: pagar por libra, sin importar cual fuera la calidad de la ropa. Esto nos deja ver un problema: muchos dueños de tiendas no han pagado impuestos con el propósito de que los precios de venta de su ropa fuera menor, ya que ahora compiten con los curadores/revendedores, las franquicias como El Golazo y los que venden ropa usada «seminueva» a la que ellos denominan como pre-loved.
Los fardos que abastecen las tiendas de ropa usada en Honduras vienen principalmente de Estados Unidos, Según el OEC (Observatory of Economic Complexity) ese país exporta una cantidad de ropa usada equivalente a 720 millones de dólares al año, de los cuales 23 millones vienen a parar a Honduras. Esta ropa tiene variedad de calidad y antigüedad y terminan aquí como una solución a la cantidad exagerada de ropa que los estadounidenses consumen y luego tienen que sacar de sus armarios para consumir más.
Desde mi niñez y al día de hoy he ido con mis abuelas, mi mamá y mi hermana a comprar ropa usada al Mercado Mayoreo y al Centro de Tegucigalpa. Lo que más comprábamos eran suéteres, pero también de vez en cuando comprábamos camisas, faldas y pantalones, mientras esperábamos los aguinaldos y catorceavos para comprar tres camisas y tres pantalones nuevos que nos duraran hasta que ya no nos quedaran.
De niña jamás hablé orgullosa de cómo una pieza solo me había costado 2 lempiras, porque sabía que me verían mal, y es que yo me veía mal a mí misma y detestaba pasar horas en las tarimas sacando ropa de la montaña que se hacía cuando se abría un nuevo fardo, a diferencia de una vez a mis 23 años, cuando iba por el centro y un grupo de mujeres me preguntaron dónde compré el mom jean que llevaba puesto y con orgullo les dije que me había costado 10 lempiras en el bulto.
En 2015, mi mejor amiga de la universidad y yo queríamos tener dinero extra del que nos daban nuestros padres para salir a comer, ir al cine y comprar ropa para nosotras, no queríamos esperar los bonos que les daban en sus trabajos y la cantidad de estos que asignarían para nosotras. Nos dimos cuenta de un mercado que estaba comenzando: la reventa de ropa de segunda por Instagram. Creamos un usuario y sacamos ropa de nuestros armarios, pensando que el precio completo de cada prenda sería ganancia para invertirla en comprar ropa y revender.
Una vez con el dinero en mano, planificamos un día para ir a las tiendas del Centro de Tegucigalpa. Crecimos rápido, en pocos meses teníamos 2000 seguidores e incrementaban a diario, una de nuestras distinciones era que vendíamos la ropa a precios bastante parecidos a los de los bultos, porque para nosotras era una entrada extra de dinero y arreglábamos todo para entregar el producto en zonas que nos resultaban más convenientes (nuestras universidades) y así no gastábamos en transporte, para empaquetar también buscábamos materiales baratos. Conocimos también a nuestra competencia, tiendas ya establecidas que también crecían a diario, no solo les seguíamos pero estudiábamos su forma de presentar las prendas, con el fin de buscar nuestro propio estilo y sobresalir para vender. Pronto nos dimos cuenta, entre conversaciones con algunas «colegas» que para muchas de ellas esto era un ingreso fijo, con el que costeaban su estadía en la ciudad mientras estudiaban en la universidad (especialmente en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras).
Eventualmente la venta se volvió insostenible para nosotras, pero el número de tiendas fue en aumento, hoy es tanto un mercado grande como competitivo. Una nueva tienda de ropa de segunda debe tener un estilo determinado y una curación de ropa que le distinga, que usualmente va ligado a que los dueños de las tiendas conozcan sobre tendencias y diseñadores famosos para reconocer marcas y ropa que sí se venderá.
El crecimiento está ligado a esto, las tiendas de reventa de segunda más grandes del país (y con antigüedad) llegan hasta los 40,000 seguidores y otras grandes tienen 23,000 y 18,000 seguidores. Una de estas tiendas: Lady Blue, recientemente publicó un video del viaje largo que hace el equipo de la tienda para encontrar la ropa, exponiendo la dedicación que le tienen a su trabajo, ya que dentro del círculo de revendedores en Instagram siempre se hace el recordatorio a los clientes de que los precios están sujetos a estas búsquedas exhaustivas, la curación de las piezas, su lavado y empaque, esto ayuda a reconocer que los vendedores y vendedoras están haciendo el «trabajo sucio» de pasar horas buscando para posiblemente encontrar una sola joya.
Siempre ha existido la sección «platinum» o «premium» en las tiendas en físico de ropa usada, es ropa de mejor calidad, más nueva o reciente y es ropa colgada en racks, que asemeja las tiendas de ropa nueva, dejando las tarimas y los agachones para las prendas de menos calidad, por lo tanto menos precio. A esto agreguemos que existen tiendas como Rosy y El Golazo que han crecido tanto que pueden darse el lujo de tener más de un local. Por otro lado, en 2017 se introdujo a Honduras la tienda guatemalteca Megapaca, que ha hecho que más gente quiera comprar ropa de segunda, y por esta misma razón sienten que no tienen que degradarse a mover muchísima ropa en tarima o agacharse a ver la ropa en el suelo.
Otra parte importantísima de la popularidad que ha tomado la ropa de segunda es que es sostenible para el planeta. La ropa de fast fashion es ropa de mala calidad que dura poco y por esto nos incentiva a comprar de nuevo, cada marca introduce al menos 20,000 diseños nuevos al año y antes del siglo XXI se sacaban de dos a tres colecciones al año con diez diseños a lo sumo. Esta ropa no es solo más de la que se necesita, sino que también su proceso de creación contamina el aire y el agua.
Una propuesta de contracultura, que se ha desarrollado principalmente en países anglosajones, es consumir ropa vintage, de thrift stores locales y charity shops. Se ha vuelto popular también —casi paralela a la situación del país— vender por internet, por aplicaciones hechas exclusivamente para esto, además hay muchas personas más interesadas en el bienestar del planeta que en años anteriores.
Pero también existe gente que se aprovecha de esto para promocionar sus empresas, practicado también por la clase media de estos países y luego por influencers y creadores de contenido —que aprovechan su popularidad para que la gente compre sus armarios— se ha introducido el concepto de pre-loved para las clases altas, un término que les permite todavía más ver esta práctica como digna de ellos, porque no es ropa usada (aunque sí lo es), es ropa pre-amada, que solo está buscando su siguiente amante. Esta gente también saca de su armario prendas seminuevas que tal vez solo usaron para una ocasión y no se pueden permitir volver a usar, así que las venden.
Aunque es una ventaja para el planeta y la población que se consuma ropa de segunda y que se quite el estigma que existía hace quince años, es importante reconocer que un sector popularizado ya está mirando y sufriendo consecuencias y no se trata de escasez de ropa, de la ya existente tenemos suficiente para vestir a las generaciones actuales y tres generaciones más. Lo que existe es gentrificación: un término que surgió en el urbanismo y la arquitectura en 1964, para referirse a los espacios que previamente estaban en declive, pero inversiones en nuevos edificios y modificaciones en fachadas antiguas crean un interés nuevo por el lugar que hace que los precios de alquiler y servicios aumenten, afectando a los pobladores antiguos del lugar, ya que no pueden costear estos aumentos.
Se ha utilizado también para situaciones como esta: por ejemplo, yo no he ido al mayoreo en años, ahora cuando ahorro o tengo un dinero extra para comprar ropa pienso primero en tiendas de Instagram, Rosy, Megapaca o en las tarimas del Golazo, porque están más accesibles en cuanto a locación, y cuando mi abuela nos lleva al mayoreo a comprar carteras vamos a una tienda que las tiene en estantes, más ordenadas y se ven más nuevas. Sin embargo las tiendas donde se vende la ropa a 5 lempiras, la ropa que es fea para algunos, que podría denominarse incluso como ropa de tercera mano, pero la única alternativa para otros, sigue ahí y no es solo porque llega tanta ropa, sino porque la gente que la vende necesita este dinero, es su ingreso, su forma de pagar alquiler y la alacena.
Para los consumidores, la ropa nueva, incluso la ropa de fast fashion puede llegar a ser demasiado cara y ve como un lujo comprar una camisa nueva de 130 lempiras, cuando puede comprar cinco camisas usadas por 2 lempiras, y si existe un cambio en este mercado, ambos extremos de esta relación se ven afectados.
Existe un dicho dentro de la comunidad de moda sostenible: «La prenda más sostenible es la que está en tu armario», y se refiere a que mientras menos consumimos, es mejor para nuestro planeta. También es importante saber que lo que es sostenible en algunos lugares, es insostenible en otros, y conocer el contexto es siempre necesario. Comprar ropa de segunda en tarimas es sostenible en el sentido en el que generamos movimiento en la economía de los dueños de estas y comprarles a revendedores también ayuda a su autosostenibilidad, y como aprendimos, comprar ropa de segunda es una alternativa sostenible.
Como consumidores debemos tener cuidado y no comprar en modo «automático», sino saber que comprar es apoyar con nuestro dinero y lo que significa esto para el planeta y sus habitantes.
3 comentarios en “Segregación y gentrificación del mercado de la ropa de segunda mano”
Excelente artículo, muy interesante, puntual e informativo.
Me encantó el artículo. Cuando yo era niña también me daba pena decir que mami me compraba la ropa en el bulto. Ahora es allí donde encuentro ropa hermosa y a muy buenos precios. GRACIAS
Esto me parece genial, está muy interesante y muy bien redactado. Te agradezco tomarte el tiempo de hablar del Slow Fashion, y que buen dato el del origen del término gentrificación con relación a la arquitectura!!. Amé.