Ilustración: Juan Pablo Cortés
Texto: Fernando Reyes
Durante este proceso obligatorio de autoaislamiento, de confinamiento, verse en soledad es quizás uno de los retos más grandes que nos ha tocado vivir como generación.
Se nos reta a probar y aguantar a nuestro propio ser, a reflexionar qué tanto amamos o, en definitiva, que tanto nos amamos a nosotros y nosotras mismas. El coronavirus nos ha traído un proceso de reflexión.
Cada quien lo vivirá de acuerdo a su nivel de conciencia, aunque nuestra Honduras nunca deja de recordarnos lo solitarios y desiguales que estamos.
Si por fortuna tenés una sensación de hogar, pese a este contexto, tu soledad es un privilegio innegable que debe trascender de aguantarse a tenerse, sobre todo si se piensa en los que necesitan un amparo porque viven en situación de calle.
No es fácil para nadie, pero justo cuando se siente que todo se va al carajo, este proceso de preparación —que nos ha traído este virus— corona nuestra soledad y nos pide abrazarnos, sin necesidad de tocarnos, justo en nuestro espacio personal, ahí justo en el corazón, para decirnos al oído: «esto también pasará».
La Leona, Tegucigalpa.