La militancia del documental

“La visión que tengo de la realidad me va a permitir modificarla de cierto modo”, dice Beatriz Rosselot, cineasta y productora chilena cuando se le pregunta cuál es la visión que debe tener todo documentalista. Rosselot surgió como realizadora de cine documental con una generación que no se detuvo a pesar de la abrupta interrupción de la dictadura de Pinochet que solo les dejaba con la oportunidad de hacer musicales televisivos y telenovelas. A pesar de esa situación el cine documental de este país se mantiene como referente regional.

Entre gobiernos militares y desastres naturales el cine documental en Honduras tuvo sus inicios en la década de los 70 de la mano del legendario cineasta hondureño Sami Kafatti. Ahora en 2018, a pesar de no tener una Ley de Cine que regule y fomente esta actividad artística, este género cinematográfico está tomando gran importancia ante las realidades de la sociedad y las injusticias que se sufren, además de preservar a través de la lírica audiovisual la memoria histórica del país.

La carencia de una ley de cine se da a pesar de que una propuesta fue impulsada por la Asociación Hondureña de Cineastas. La falta de esta ley limita, entre otras cosas, las oportunidades de los cineastas de recibir apoyo de fondos de coproducción de otros gobiernos. Sin embargo, se sigue trabajando y presionando para la aprobación de esta ley, además incidiendo para que sea una legislación consensuada con los realizadores de producción audiovisual del país.

Enamorada de la realidad, Beatriz decidió instalarse en el documental y escoger la militancia que, según ella, representa este género cinematográfico. Recientemente, Beatriz Rosselot dio un taller de desarrollo de proyectos documentales a realizadores hondureños y habló con Contracorriente sobre la importancia de que los documentalistas adquieran un compromiso social en su país y las oportunidades perdidas ante la falta de una ley de cine.

CC: ¿Qué te llamó a la comunicación y a los documentales?

BR: Trabajar con la realidad. No me llamaba la atención el periodismo, a pesar de que mis primeros trabajos en la televisión era encargarme de los intercambios noticiosos con el exterior. Yo creo que trabajar con la realidad fue lo que me hizo instalarme y preferir siempre el género documental. Algunos que trabajamos con comunicación decimos que la realidad no existe pero es eso, poder tener un punto de vista frente a los sucesos, la gente y las cosas.

CC: ¿Hay alguna característica especial de la realidad en nuestros países?

BR: Por supuesto, son países con procesos sociopolíticos en constante movimiento, pasan muchas cosas. Y eso se nota hoy en día que los contenidos audiovisuales circulan y no tienen frontera, que siempre tienen que estar disponibles. Para eso existe esta red que es bastante democrática, siempre que tengamos banda ancha. Hay un aspecto de acceso que no es democrático pero en el momento en que lo tenemos todos podemos acceder, hay menos límites y menos fronteras ideológicas, geográficas, políticas etc. Los sucesos y las realidades que se generan en Latinoamérica están en la mira de los países desarrollados y de quienes compran contenidos originales. Porque el tema es la originalidad, y les parece que nosotros todavía somos sumamente originales. Y esto sirve para los procesos internos, sirve para el desempeño laboral para los que nos gusta trabajar y vivir de esto, también sirve para darnos a conocer, para estar más cerca de otras culturas.

CC: ¿Cuál debe ser el papel del documentalista ante estas realidades? ¿Contarlas o intentar cambiarlas?

BR: La diferencia de nuestro cine, es que es independiente de autor y que tiene punto de vista, tiene una mirada. Los documentalistas de Latinoamérica en general se la juegan, adoptan una postura y allá vamos. Ya sea que se trate de una denuncia, de proteger a la infancia, o como sucede aquí en Honduras preocuparse por la violencia doméstica. Por supuesto que siempre es útil el género documental, y se logran cambios conductuales. Y se pueden lograr cambios legales.

CC: ¿Cómo fue enfrentarse a las realidades de dictadura en Chile como documentalista?

BR: ¡Uff! El documental ha sido un vehículo de comunicación para nosotros muy importante post dictadura. Durante la dictadura lo que se hacía era muy poco. Yo recuerdo como productora proteger a los corresponsales extranjeros, era lo único que podía hacer. O hacer corresponsalía para otros países. Podíamos hacer muy poco, hacíamos musicales y telenovelas.

Después reconstruir la memoria. En la reconstrucción de la memoria, el documentalismo es clave. En el acervo audiovisual de un país el documentalismo es muy importante porque finalmente eso tenemos que hacer. Estamos llamados a dejar testimonio y eso es con punto de vista. Porque finalmente el historiador puro y duro no existe, la realidad siempre es manejable.

CC: ¿En Honduras se está haciendo la tarea?

BR:  Sí, por supuesto. Ustedes tienen documentalistas como Katia Lara que han arriesgado su pellejo y han trabajado muchísimo. Hoy estamos concluyendo un taller y hubo 14 personas con muy buenos intereses. Muchas mujeres que están haciendo muchísimas cosas que tienen un colectivo, trabajan mancomunadamente y esto les da mucha más fuerza. Tienen proyectos geniales y proyectos riesgosos, todos con el afán de que “mi visión de esta realidad va a permitir modificarla de cierto modo”.

CC: ¿Qué falta aquí en Honduras?                                                                                                                               

BR: ¡Ufff! Una ley de cine para que podamos trabajar en conjunto. Para poder alcanzar todas esas pantallas que están disponibles en cualquier dispositivo tiene que ser una producción de calidad a un estándar bastante alto. Para eso se necesita recurso y estos están de a poquito en todas partes pero hay que tener una ley de cine. Honduras tiene que ser parte de todos los acuerdos que tenemos pero para eso se necesita una ley de cine, tratados de coproducción con otros países. Sobre todo con los países que tenemos recursos para producción. Sabemos que en Honduras hay tareas prioritarias, políticas, sociales y económicas, quizá más allá de propiciar el cine, pero es que no se reconoce la importancia que tiene la comunicación o en este caso, este séptimo arte como pilar importantísimo de desarrollo. La cultura es un pilar fundamental del desarrollo, y el cine es una de las disciplinas artísticas más valoradas en todo el mundo, súper democrática y abierta. Además, nos gusta mirarnos a todos los seres humanos y ver donde estamos, para eso el cine es maravilloso. Hay que tratar de tener una buena ley de cine y empezar a ser parte del resto para poder colaborarnos mutuamente.

CC: ¿Quiénes deben construir esta ley?

BR: Tengo entendido que hay un proyecto de ley en el congreso, hay que darle seguimiento. Otra parte importante es la formación. También he recibido la información  de que hay universidades que están interesadas en organizar carreras para profesionalizar el sector, es muy necesario. Es una disciplina compleja porque requiere de muchas especialidades particulares. Un director de fotografía tiene una formación muy distinta que un director de actores, y son todos indispensables. El documental requiere menos gente que la ficción, es un equipo mucho más chico pero aun así nos referimos a 4 o 5 especialidades.

CC: En países con recursos limitados ¿se debe primar el documental sobre la ficción?

BR: Yo creo que tienen que convivir naturalmente. El documentalismo es más una militancia, hay que estar convencido. Los cineastas de ficción pueden vivir en una burbuja, los cineastas documentalistas estamos obligados a vivir en la realidad y en ese sentido quizá somos más intensos, más duros, más desconfiados, más políticos también.

Me encanta la comedia. En Latinoamérica somos malos comediantes, nos faltan más chaplines, los mexicanos fueron buenos pero hoy en día no he visto tan buena comedia destacable. Los argentinos también lo fueron pero están de capa caída. Nuestros países en general tienen historias complejas pero a la vez tenemos buenas historias. Me gusta esa idea que tenemos realidades comunes que podemos abordar entre varios.

CC: Ante dictaduras diferentes en Latinoamérica ¿Debería cambiar la tarea de los documentalistas?

BR: Sí, me gusta la idea que ha surgido de tratar los temas trasversalmente dentro de ciertos países. Tú puedes escoger varios países para tratar una temática común. Por ejemplo abordar el tema de la educación que es importantísimo. La calidad de la educación ha descendido muchísimo. Hay mucho que decir en cuanto a la educación privada, los negocios en la educación. Se nos repiten los patrones y tenemos transnacionales de la educación en todos nuestros países.

Por ahora, en Honduras, no hay que perder de vista el proyecto de ley, acercarse a los legisladores y contarles lo importante que es la memoria histórica y colectiva. Contarles el empoderamiento social que genera la comunicación.

CC: El documentalista hondureño o latinoamericano ¿puede darse el lujo de ser objetivo?

BR: A ustedes los periodistas les gusta la objetividad, a nosotros no tanto. Es mejor tomar posición, es más honesto y más fácil. La objetividad no existe.

CC: ¿Qué hará Beatriz en un Chile sin mundial?

BR:  Pucha, Chile sin mundial es una pena, yo no sé qué voy a hacer este mes. Menos mal de que tengo que andar en terreno grabando.

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Sobre
Fernando Silva, es periodista de investigación. Su trabajo se enfoca en cubrir temas de corrupción, estructuras de poder, extractivismo, desplazamiento forzado y migración. También es realizador audiovisual y ha trabajado desde hace media decada en ese ambito con organizaciones que defienden derechos humanos e instituciones de desarrollo en el país. En 2019 egresó del Curso de Periodismo de Investigación de la Universidad de Columbia y ese mismo año fue parte de Transnacionales de la Fe, que en 2020 ganó el premio Ortega y Gasset a mejor investigación periodística otorgado por diario El País de España. Es fellow de la International Women Media Foundation (IWMF).
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