“Si hoy fuera el jefe de las Fuerzas Armadas hondureñas, haría lo mismo que en 2009”

Reproducido con autorización de El Faro

En menos de una década, el general hondureño Romeo Vásquez pasó de encabezar un golpe de Estado a ser candidato presidencial. Este domingo 26 de noviembre se enfrenta en las urnas al partido del hombre al que derrocó en junio de 2009, Manuel Zelaya, y a un presidente, Juan Orlando Hernández, que se quiere reelegir contra lo que ordena la Constitución.

Carlos Dada / Fotos Fred Ramos

Romeo Vásquez Velázquez, general de las Fuerzas Armadas de Honduras. Foto Fred Ramos.

El general Romeo Vásquez Velázquez pasó a la historia el 28 de junio de 2009, cuando, siendo jefe de las Fuerzas Armadas de Honduras, ordenó la captura y expulsión del presidente Manuel Zelaya Rosales, dando origen a una crisis política de la cual su país todavía no termina de salir. Ahora, ocho años y medio después, aquel militar duro y disciplinado viste de civil, sonríe a todo mundo y se deja entrevistar, aunque para ello haya que esperar a que salude a todos los comensales de un restaurante y converse unos minutos con cada uno. Les pide el voto. Aquel golpista o héroe, según a quién se le pregunte, es hoy candidato presidencial por el partido Alianza Patriótica y se declara enemigo de la reelección del presidente Juan Orlando Hernández.

Las encuestas no auguran un triunfo electoral para el general Vásquez y acaso eso le permite elaborar un discurso menos precavido, con la libertad de aquel que sabe que sus críticas al poder tradicional hondureño, el político y el económico, no le impedirán gobernar. Porque no parece que el general vaya a gobernar este país. Al menos no a partir de las elecciones de este domingo, 26 de noviembre.

Este hombre confiesa haber albergado esperanzas en junio de 2009, de que con sus acciones el sistema político podría enmendarse y servir al pueblo. Ahora, confiesa, está desencantado: “Las cosas están peores”.

¿Qué lo llevó a pasar de las armas a la política?
El desencanto con el sistema político. Si nos vamos a una guerra interna, perdemos todos. Las Bolsas Solidarias no son una solución. La gente espera más. Es la revolución de las expectativas.

¿La revolución de las expectativas?
Sí. En las Fuerzas Armadas me enseñaron que antes de cada misión había que asegurarse de que los soldados estuvieran bien alimentados, que les hicieran chequeos médicos para que estuvieran en óptimas condiciones físicas, de salud, y que conocieran muy bien los detalles de la operación, la información… Es lo mismo: necesitamos garantizar a los hondureños alimentación, salud y educación. Eso es lo primero.

¿Eso cómo se logra?
Estamos en una crisis de empleo. Hay 3 millones de hondureños con problemas laborales. Necesitamos atraer inversiones, y eso solo se logra con seguridad. Honduras necesita un cambio, y estas elecciones son nuestra mejor oportunidad.

¿Se da cuenta, general, de que ese es el mismo discurso del presidente Hernández?
¿Cómo va a ser el mismo discurso?

Él ha basado su campaña en pedir “que continúen los cambios”, y alardea de supuestos éxitos en materia de seguridad y en creación de empleos.
Juan Orlando Hernández no ha hecho los cambios en seguridad ni han venido las inversiones. ¿Cuáles cambios? El presidente ha hecho una altísima inversión en seguridad, y la solución no es sacar a los soldados a las calles y meter a todos a la cárcel.

Es curioso escuchar a un general decir que la solución no es sacar a los soldados a la calle…
Precisamente porque sé de eso. La seguridad debe ser integral, global. Necesitamos invertir en los lugares donde hay jóvenes que no encuentran trabajo ni soluciones para su vida. Yo entré en la política por razones humanistas, no políticas. Porque alguien necesita ayudar a todos esos jóvenes. Hay que hacer mucho en prevención y en inversión social.

Los dos partidos principales de oposición, la Alianza Opositora y el Partido Liberal, dicen que desconfían del Tribunal Supremo Electoral y que no reconocerán los resultados si dan por ganador al presidente Hernández. ¿Usted confía en el TSE?
No. Nadie confía en el TSE. Yo tampoco. Está controlado por el partido que gobierna.

Y si nadie confía en el árbitro, ¿cómo se legitima un resultado?
Esperamos que los observadores hagan bien su trabajo y que determinen que el proceso electoral ha sido transparente.

¿No le parece paradójico que usted, la persona que ordenó el derrocamiento de Zelaya por pretender preguntar a los hondureños qué pensaban sobre la reelección, ahora se enfrenta a un presidente que busca la reelección?
La reelección del presidente es ilegal. Lo que era ilegal ayer es también ilegal hoy. ¡Es ilegal! Aquí ha habido una componenda entre los partidos políticos.

Usted era el jefe de las Fuerzas Armadas y ordenó el derrocamiento. Ahora el Ejército apoya al presidente Hernández.
Yo no ordené nada. Sólo cumplí la ley. La Corte Suprema dijo al presidente Zelaya que no podía proceder con la cuarta urna y él insistió. Yo sólo cumplí una orden de la Corte. Ya después los políticos se arreglaron.

¿Qué haría usted si ahorita mismo fuera el jefe de las Fuerzas Armadas?
¡Haría exactamente lo mismo! Yo defiendo la Constitución, y nuestra Constitución es muy clara a pesar de la resolución de la Corte. Si la Corte no ordenó ahora lo mismo que en el 2009, al menos la Fuerza Armada ejercería mucha presión para evitar esto.

¿Por qué cree que la Fuerza Armada no lo hace?
Porque la Fuerza Armada ahora está controlada por el poder político. Estas elecciones son atípicas, porque puede haber una confrontación.

Foto: Fred Ramos

Me queda claro su desencanto con el sistema político. ¿Usted esperaba algo distinto después del golpe o crisis del 2009?
Por supuesto. Tenía la esperanza de que con ese acto (el derrocamiento de Manuel Zelaya) las cosas iban a cambiar. Pero fueron para peor.

Y ahora, con el beneficio de ocho años y un largo proceso político de distancia, ¿cómo evalúa lo que pasó entonces?
Solo la historia puede evaluar eso. Había un conflicto serio con el Socialismo del Siglo XXI. Estados Unidos retiró los fondos del Milenio por corrupción, y allí Chávez vio una oportunidad en Honduras. Vino y ofendió al pueblo hondureño, nos llamó pitiyanquis. Fue un proceso largo que venía desde antes. Tenía que ver con la corrupción. Todo tiene que ver con la corrupción.

Es curioso: en 2009 a usted le llamaban héroe nacional los empresarios, algunas capas de la clase media y media alta, los políticos del Partido Nacional y una parte del Liberal, el Ejército, los medios de comunicación… Justo los mismos que ahora apoyan la reelección del actual presidente. Usted ha sido marginado.
Esas son las hipocresías. Yo nunca me he sentido como héroe sino soldado. Lo que he buscado es cumplir con la Constitución. Me mueve el amor por mi pueblo.

Eso suena exactamente como Hugo Chávez, quien también era militar.
Sí, pero yo lo veo desde un punto de vista humanitario, no ideológico. Soy un hombre de fe.

¿No es ideológico? En el 2009, para justificar el golpe, el coronel Bayardo Inestroza me dijo que en Honduras habían parado a los comunistas en los ochenta y que no iban a permitir que un comunista les diera órdenes en pleno siglo XXI.
Yo nunca he pensado así. El conflicto de los ochenta ya pasó. Yo para entonces estaba en la frontera con Nicaragua y tenía amigos sandinistas y amigos contras. A veces nos matamos por tonteras, por ideologías. Las dictaduras son tan malas cuando son de izquierda como cuando son de derecha, y Juan Orlando Hernández quiere establecer una dictadura de hecho y de derecho. No creo en ninguna dictadura. Aquí hay sectores coludidos que hacen negocios con el Estado y a costa del Estado. Por eso estoy en contra de todos ellos. ¡De todos!

Desde aquellos eventos del 2009, general, se han multiplicado los aterrizajes de avionetas con drogas y hay serios señalamientos contra miembros del Ejército y de la Policía.
El narcotráfico no es una guerra hondureña sino norteamericana. Ellos son los principales consumidores y los que permiten que toda esa droga entre en su país. Esa no es nuestra guerra.

¿Pero cómo se explica que los aterrizajes se multiplicaron a partir del golpe o crisis política o como usted prefiera llamar aquello?
En 2009, los estadounidenses apagaron los radares. Desde junio hasta más allá de enero de 2010. Apagaron los radares y nos quedamos ciegos. Ellos son los que dirigen esta guerra, no nosotros. No nos dieron ninguna explicación. Allí aprovecharon los narcotraficantes para incrementar su actividad aquí. Ahora por Honduras pasan 1,200 toneladas anuales de cocaína. Honduras solo es un cooperante, no el que comanda esa guerra.

¿Y qué propone?
Tenemos que descontaminar todo el país. Que los narcos dejen de utilizar Honduras como su plataforma. Tenemos que seguir nuestras propias estrategias para evitar que entren en Honduras. El resto ya no es nuestra guerra. Lo nuestro es evitar que entren aquí. Hay que limpiar todos los sectores, incluyendo a militares y a policías. Eso es lo que necesita este país, un verdadero cambio.

¿Qué hará si pierde las elecciones?
Eso pregúntemelo pasado mañana.

Adelánteme algo. ¿Continuará en política?
Yo tengo un sueño, y se me puede cumplir a corto, mediano o largo plazo. Vamos a ver. Ahora mismo no sabemos ni qué pasará mañana por la noche. Uno nunca sabe lo que puede pasar.

Foto: Fred Ramos
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