Por Guillermo Martínez
Fotografía: Netflix
Cuatro años y unos meses más le tomó a Netflix desarrollar una serie que adapta una historia que ha viajado por más de sesenta años en los ecosistemas de la memoria argentina: El Eternauta, la adaptación de una historieta publicada en 1957. Su autor ya no está con nosotros, porque una violenta, sanguinaria y atroz dictadura militar lo asesinó a él y a la mayor parte de su familia.
Solo nos queda su legado… el legado de Héctor Germán Oesterheld, quien escribió una obra adelantada a su tiempo y que no tiene reparo alguno en nada de lo que la compone: sus personajes, su entorno, su premisa y todos los entramados que se van desglosando de la misma y abrazan ingeniosamente la ciencia ficción como su género madre.
En su adaptación televisiva, Ricardo Darín interpreta a Juan Salvo, atrapado en una Argentina cubierta por una nevada mortal. Todas las personas expuestas a la misma sucumben inmediatamente. ¿Qué se oculta detrás de este evento climatológico? A lo largo de seis episodios de aproximadamente una hora, se narran las peripecias de un conjunto de personas que coinciden, ya sea por amistad o simple casualidad, en esta catástrofe y ahora tienen que sobrevivir juntos a lo que parece ser el fin del mundo.
Pero con Salvo no se trata solo de un acto de mera resistencia al apocalipsis: iene que encontrar a su esposa y a su hija, y juntos protegerse de lo que sea que esté ocurriendo en el exterior. Con ese propósito, se pone una máscara, se cubre el cuerpo y sale a explorar, en terrenos abiertos, un camino que lo lleve directo a su familia.
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La obra de Oesterheld finalmente se ha visto materializada, con un trabajo de producción a la altura de las circunstancias, que lleva a cabo un imposible técnico para sumergir a Buenos Aires en una nevada que no solo se puede ver, sino también sentir, de lo bien que han capturado todos los planos abiertos de la ciudad, los edificios silenciosos y la blancura de la nieve cubriendo cada indicio de vida.
Planos que son complementados por su esqueleto sonoro, el cual hace que la nevada salga de la pantalla y te congele en tu propio asiento, resaltando el horror de la muerte masiva y de lo que en su momento fue una sociedad funcional latinoamericana. Es una experiencia con un énfasis sensorial disfrutable, de carácter inmersivo en el caos, la desolación y la inquietud que trae consigo esa clase de mundo distópico.
Dentro de su narrativa, el que tengamos una historia en suelo argentino, respetando sus componentes culturales/nacionales, con sus disidencias, es gracias a uno de los dos nietos sobrevivientes de Oesterheld: Martín, hijo de Estela y Raúl Mórtola, quien en las negociaciones con el gigante del streaming, condicionó que El Eternauta se filmara en Buenos Aires y con mayoría de actores argentinos.
Bruno Stagnaro, quien, junto a Ariel Staltari, utilizó un guion previamente escrito por Martín —que adapta el trabajo de su abuelo— para desarrollar los guiones de la serie, aceptó y le garantizó al heredero de Oesterheld que respetarían esa condición. Por eso no tenemos, ¡gracias a Dios!, un Eternauta contado desde una mirada extranjera.
No obstante, lo que sí descuida un poco su director, coguionista y creador son algunos matices dramáticos. La idea de una hija desaparecida y un padre desesperado por encontrarla no se logra concretar del todo, algo extraño porque Darín es un actor ideal para transmitir esa clase de angustias familiares. Pero acá se siente muy disperso para retratarse emocionalmente en medio de esa distopía, para interpretar a Salvo en todas sus facetas: duda, miedo, enojo, liderazgo, etc.
También, una vez que el misterio va evolucionando a nuevas etapas, Stagnaro no sabe realmente qué hacer con ellas ni cómo presentarlas dentro de lo que ya tiene elaborado. Hay un momento dentro de la historia en el que todos tienen que dudar de todos, por una razón muy específica; sin embargo, trabajar sobre esta sospecha pareciera inútil con un Stagnaro decidido a sabotear todas las trampas colocadas para los protagonistas. Entonces, cuando llegan esos giros, la situación se convierte en el espectáculo de una fiesta sorpresa, solamente que con un invitado que ya sabe que le están haciendo una. ¿Cómo fingir un «¡yey» para no perjudicar la intención?
Afortunadamente, en beneficio de la serie, no es que la misma descanse del todo en esa misión de su protagonista o los artilugios de la intriga. Visualmente, te conquista con la catástrofe y la línea de sobrevivir a costa de todo, lo cual es el motor de la historia y funciona perfectamente bien.
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Desde el 2008, la productora K&S Films adquirió los derechos para llevar al cine la obra de Oesterheld; pero esos no fueron los tiempos de El Eternauta. La serie llegó en una época diferente, tanto para el cine como la televisión, y ¡ganó la pantalla pequeña! Aunque Stangnaro y Darín aún pueden esforzarse para presentar los pormenores de sobrevivir en el fin del mundo desde otro enfoque. Uno donde la desaparición de una hija, una usurpación, ver a un amigo caer en medio de la calle y la realización de una aniquilación importen tanto o más que el siguiente pormenor. Mientras tanto, recorrer la nieve hasta donde sea que esta termine bastará para que esperemos por esa continuidad (ya confirmada en una segunda temporada) y descubramos qué otras sorpresas se esconden en la obra del enigmático y siempre eterno, Oesterheld.