Poemas de Iliam Zepeda

Una parte de los huesos

dice que el amor es la atmósfera

donde los egos pueden dejar de ser.

 

Por eso revolotea como las mariposas

y se posa solo cuando quiere:

 

alguien piensa en vos

los domingos por la mañana,

y aguarda, despacio

poder desnudarse y ser frágiles

como dos dinosaurios.

 

Alguien en el mundo piensa en vos

y crea la dimensión del fósil

incluso antes que pierda la carne:

 

y cuando la pierde, no hay nadie

que dude de la eternidad,

porque luego del hueso, queda polvo.

Una capa fina de polvo

como entrañas subversivas

de que el amor ha sobrevivido

al ego, la propiedad privada

las doctrinas, la economía

el ser en sí y para sí.

 

Alguien alguna vez pensó en vos,

te extrañó, se imaginó un abrazo,

revoloteó como mariposa

y se posó a tu lado.

 

Los museos hoy exhiben sus huesos

como un fósil donde habitó vida

y la concavidad del corazón,

como un músculo que estalla. 

Parangari,

para mediados de enero

sueña con un guacamayo

rodeado de iris caleidoscópicos,

como si al estirar las alas

destilara rayos.

 

Cutirimicuaro

en otra cama,

con otro hombre

en otro cuarto,

despierta también

a media madrugada

por el repiqueteo en el corazón

y las objetivas ganas de llorar.

Las sábanas suspiran por ella

la clase de sustancia que persigue

al olvido, la omisión

y el resplandor de

la eterna memoria.

 

Parangari

se lava los pies,

flexiona las rodillas

y devuelve la cabeza

a la almohada.

Intenta soñar

claroscuro

ideas sudestadas.

Cerca de sí mismo

jura que esa noche

será tibia, blanda

liviana.

 

Pero

¡cómo le cuesta mantener la puerta abierta!

distinguir entre puerta,

ático, callejón y ventana.

 

Parangari y Cutirimicuaro

viven rotos

contrapuestos,

como pedazos de cielo

relegados a ver hacia arriba

y no encontrar nada.

 

Y aunque

ya ni se buscan

ni se llaman.

el guacamayo

persiste:

 

cuando se meten

al baño con alguien más,

desenredan las nubes,

recogen todas las flores

de la cosecha

y descubren con otro cuerpo

que siguen habitando la nada.

 

Parangari y Cutirimicuaro

dan tiempo al tiempo

como si el tiempo curara.

 

Parangari

intenta no pensar en lo que

pudo ser y no fue.

Pero guarda en el armario

un mapa con el camino de regreso,

un manual de como extraer tierra

y cómo no, la pala.

 

Cutirimicuaro

duerme con la puerta abierta,

que confunde persistente con la ventana;

y se pregunta

por qué nadie prepara a los niños

para perder y ser capaces

de seguir con sus vidas,

sin el halo de un guacamayo

que, en sueños a ojo abierto

a raja tabla,

a mediados de abril;

insiste

algo irrepetible

se fue

y no vuelve,

para nadie

para nada.

Author Details
Iliam Zepeda (Tegucigalpa, 1998) es escritor y poeta. Licenciado en Psicología por la UNAH, ha sido finalista del premio de poesía del Festival de Los Confines (2019 y 2024). Su obra ha sido publicada en la Revista Zanatillo de Costa Rica, y forma parte de la antología poética de Contraportada: Catorce arterias (Editorial Efímera, 2025). Es miembro fundador del Colectivo Contraportada, desde donde ha coordinado procesos de producción literaria independiente, como el fanzine Atrás del fuego. Ve en la literatura no un decorado anecdótico, sino una herramienta para habitar el mundo y transformarlo, tendiendo puentes entre la sensibilidad individual y los procesos colectivos.
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