Poemas de Edilberto Cardona Bulnes de su libro “perdido”: Jonás, fin del mundo o líneas en una botella

Publicado por la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA) en 1980, Jonás, fin del mundo o líneas en una botella, poemario del poeta hondureño Edilberto Cardona Bulnes, tuvo un tiraje de más o menos 5,000 ejemplares. De acuerdo con información no oficial, 4,000 de estos ejemplares fueron enviados a Honduras, pero al llegar al aeropuerto Toncontín, desaparecieron.

La nula existencia de ejemplares de este libro en las bibliotecas hondureñas llevó a la Editorial Ypres a investigar, hasta que llegaron a Sistema de Bibliotecas, Documentación e Información de la Universidad de Costa Rica, y finalmente en la Biblioteca Carlos Monge Alfaro, localizaron un ejemplar completo. La Editorial Ypres hizo una recopilación íntegra de los poemas tras encontrar el ejemplar original. Esta es una selección de algunos poemas que componen ese libro «perdido». La transcripción es textual, incluyendo algunos posibles errores tipográficos.

Pedruscos rojos, pedruscos blancos.

¿Me puedes ver, hermano?

Recordando pudiera hablar de un cinturón

de hierro, de un collar de piedra,

de una frontera de plomo, constriñéndome.

Literatería. Literaterismo de verseros.

Contigo, Muerte,

nos respiramos la palabra.

Quebramos el espejo de entre nosotros

y a oscuras, a ojos cerrados, te miras,

me miras, como me miro, como te miro.

cambiamos ojos.

¿Cuáles son los tuyos? ¿los míos?

Cuando estamos más lejos

es cuando vamos por la playa

de la mano, perdiéndonos en hierba,

en nieve, y hallándonos

en cualquier parte a toda hora,

y esto, volviéndonosles, intransmisible,

no se explica ni cantándolo.

Nuestro lo mío tuyo.

Sin reservas. Sin regateo.

No hay cuenta con los hombres.

No debemos nada. A nadie.

¿Qué me han de cobrar? ¡Bah! ¿Quiénes?

¿Saldo o total de qué? ¿Cuál es mi deuda?

Clark Kent emerge de lo cotidiano buscando

su permanencia sobre la diaria grandiosidad

del periódico, visualizarse en la acción

deportiva, en la fresca juventud, infantilidad

instintiva del deporte y en la serena adultez

de la letra, el juego juego solo

y el juego del signo, lo inabstraíble

del acto, de lo real manifestándose, juego

vivo, y la realidad en abstraída

realidad altísima, sólo claridad

comunicándose, juego vívido; lo deportivo

y lo periódico, deporte y periodismo,

periodismo-deporte, lo fugaz renovándose,

nuevo, ¡ya!, fijación del instante,

del relámpago. Irrumpe día a día

cuajándose, vitalizándose a través

de los que han hecho de su vida

un juego palpitante, alucinante, candente,

ágil, digno de héroes, de campeones, dioses,

acto que asombra, pasma, da sentido,

razón a la existencia, como paradigmasde lo supremo, espectacular, indiscutible,

indisputable, irrecusable culminación

de lo máximo, lo único. Clark Kent, este

permanente periodista de la instantaneidad

contemporánea, de los entusiastas múltiples,

multitudinarios, de la aventura colectiva

sobre los verdes engramados claros,

animosa, estimulante, tonificante, alegre,

sana, fenomenal, del triunfo de la prontitud,

la rapidez, lo raudo, la agilidad,

la oportunidad, la audacia, la fuerza,

la inteligencia, el vigor, el amor, el coraje,

el civismo, el poder, cúspide inobjetable

de lo épico, lo actual, lo dinámico,

lo vital, lo genial; este periodista activo,

vivo, hábil, íntegro, convive, vive

con los mejores ejemplares humanos

y baja hasta nosotros diariamente

a mezclarse con nosotros por la amplitud

el desprendimiento ecuánime del periodismo

en su función testimonial, social, popular,

directriz, humana, sin más compromiso

que cubrir y cumplir con el deber

de informarnos ni más satisfacción para sí

que la misma del deber que se cumple

en favor de naturalizarnos ciudadanos del mundo,

habitantes, contemporáneos de la hora

del progreso, de la evolución, del ser histórico,

con los que hacen la historia

y son la historia,los prototipos del género, de la acción, del drama.

Clark Kent, nuestro cabal intermediario

lealtísimo, el informado, el conocedor,

sabedor de lo grande, de todo, de lo que no

supiéramos si no fuere por él, él,

el pavlov de la información; él, el bergson

de la novedad última, el perseo, teseo

de lo absurdo, prometeo, jesucristo

de la verdad, él, el servet de la vida;

él, el arquímides de las cosas; él, el sócrates

del honor; él, el descartes de la opinión

pública, proteo del ser, pluto, creso, midas,

onasis de la idea, freud de la razón,

ezequiel de la luz, alejandro del idioma,

bolívar de la palabra, se nos deja

aproximar como si fuéramos iguales

permitiendo tutearlo, poder decirnos

cómo estás, cómo estuvo eso, cuéntanos

haznos conocer, ansiamos, necesitamos,

nos urge saber. Clark Kent es el que sabe

y el que está entre nosotros, los anónimos,

y ellos, los epónimos, y aún así

participa de nuestra inutilidad,

nulidad, de nuestra abnegación, de esta

innata, atávica, adánica timidez

de estúpidos, los más que estúpidos,

los extranjeros, los inválidos, estos

que no pudimos ni podremos estar

adentro, los inferiores, los ínfimos,

esos desgraciados pobres diablospaupérrimos que no sabemos ni supimos

nada, aquellos execrables invasores

que no sabremos nada de nada… aquello.

Clark Kent nos salva, espartaco

de menesterosos ignorantes apátridas,

nos colma, nos significa, nos da el significado,

inventa ser uno de nosotros, miente ser

de nosotros el tímido, el encubierto,

y calcula, especula estafando

nuestra perfecta credulidad de imbéciles,

nuestra normal anormalidad desde

su juicio, desde él natural a nuestra

condición natural de idiotas, y cerca,

constriñe y avasalla, coloniza

bajo una falsa realidad que nos cae

pusilánime falsamente repitiéndonos.

 

Y venís, mariposas, por caminos i-rreales

a nos: (otros).

Hay que cazar la hora.

Cuando Dante la cace escribirá La Comedia.

Un minuto más, un minuto menos, no podría.

Hablará con los muertos de él como antes

Homero con sus dioses. La poesía es un diálogo

consigo mismo, aún en momentos cuando

parece ser con otro semejante. Diálogo de uno

ante algo, ante alguien —en esencia— fuera

de forma, de la forma. Nunca entre hombres.

En poesía no hay ilusiones ópticas,

ni auditivas, ni de ninguna otra especie.

Si tal fuere, sí, pues equivaldría

a la conversación que el hombre

—como en una sala de espejos—

sostuviera con sus imágenes (anamorfosis)

equívocamente reales.

Real el surrealismo.

Para conocerse mejorhay que conocer a los demás.

No hay mundo si no hay un hombre en él

y no hay hombre si en él no hay un mundo.

Para verse, ver;

para ver, verse.

Aquí el encanto fatal del iris de Narciso.

En un mundo en que no existiera

lo que la costumbre considera

únicamente como espejo,

el hombre se vería,

volvería a verse en los otros,

o en los no otros.

Aquí el fatal desencanto del iris de Narciso.

El ojo hace el espejo de él.

Del ojo —espejo vivo— al espejo muerto

—la copia—.

Siempre se ha tenido espejo,

aunque estuviere encubierto.

El hombre es el espejo del hombre.

La viva imagen, consciente,

fuera del espejo.

El espejo hacia atrás.

Y hacia adentro.

El espejo es la muerte de la imagen.

Si no hubiera cómo ni en qué

poder verse —y ver para mirar,

distinguir para diferenciar—

el hombre se ignoraría

en su precario instinto de conservación

a tal modo de enojarse,si esto le cupiere

contra el estorbo

en que casualmente tropezare,

y le diría: —si esto le cupiere también—

bruto, imbécil, estúpido,

y le daría una patada,

pues el estorbo no sería esto que es

sino otro, imbécil, que me molesta.

He aquí lo que hubiera sido hombre.

¿Qué?

¿Qué digo yo sin no ser acto de decirme,

sin moverme en el ansia, en el sueño,

en la memoria?

¿No se es ni se tiene más que el acto solo?

¿Qué puedo decir que soy

sin moverme en el saber, en el sentir

que soy? ¿Y qué es lo que ha sido

sin el hombre? ¿Ha habido nombre

aquí, allá, ayer, ahora?

Si así fuese hubiera sucesión,

y si hubiere sucesión habrá permanencia,

si habría permanencia hay universalidad.

Sucesión no es repetición

como repetición no es igualdad fuera de sí,

si no en sí, sino en sí

por esto de lo móvil del hombre

a lo inmóvil del ser,

no al ser inmóvil, no de ser

y conquistar, re-conquistar

desde el ser del estarla permanencia universal del ser.

Pudiera, incluso, hablarse de permanencia

muerta, no absoluta, que en esta

el hombre volvería a desaparecer, y con él,

el espejo del mundo en él, su espejo,

y este modo de decirse que es otro espejo,

otro modo de decirse,

de señalarse esta permanencia

y universalidad que Poesía,

vértice de tinieblas,

foso de relumbres,

lengua única del hombre

hasta ser único modo de decir-Nos,

de señalarnos universal y permanentemente

este modo de ser, ella misma, y en ella,

zarza de Yavé, pre-diciéndonos desde la Noche,

diciéndonos en la tarde cazada en el esposo muerto,

nos firma, a-firma y con-firma.

Ser sin imagen.

Fuera de ella, caos, confusión,

bruma de Babel, la torre trunca.

¿Si no en ella en dónde entonces, ya asunta,

la colmada asunción de él,

por él, con él y para él?

¿En dónde si no en ella el ser del tiempo,

el tiempo del ser, de ser del ser, de ser,

y ser tiempo en esencia

y permanente esencia única de verdad?

No la belleza su sentido.

Su pulso sí, su impulso.La belleza no es plasma de Poesía,

su asunto: la esencia.

La belleza es iris de la luz. No la luz.

Gusto del fruto. No sabor.

Uno en esencia.

Y lo que aquel dijo —dice— de él

por aquellos, o dice de aquellos,

por nosotros, por él, no lo entenderíamos

si no fuera única lengua,

ni nos atañería si no hubiera

tal permanencia y tal universalidad

de uno por lo que somos uno de tiempo

y tiempo siempre en esencia de verdad,

alba de iniciación,

sangre de crepúsculo.

Sobre
Edilberto Cardona Bulnes (Comayagua, 1934-1991) fue un poeta hondureño. Realizó estudios en la Escuela Normal Pedro Nufio, donde obtuvo el título de Maestro de Educación Primaria, y el de Bachiller en el Instituto León Alvarado de Comayagua. Ganador del premio Café Marfil de España en 1973 por su libro Interiores. En 1971 obtuvo el premio de poesía Jorge Federico Travieso por su trabajo en verso Los ángeles murieron.
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