Texto y fotografías: Teddy Baca
Portada: Persy Cabrera
Han pasado algunos meses desde mi último escrito, y no puedo describir de la mejor manera cómo me siento ahora, pero navego entre la melancolía y el optimismo.
El 3 de agosto tuve la maravillosa oportunidad de participar en la gran marcha del orgullo LGTBIQ+. Algunos podrían pensar «¿por qué enorgullecerse?», y mi respuesta es breve: porque no tenemos los mismos derechos que las personas cis-heterosexuales, ni tampoco la misma cabida en la cultura. Citando a alguien que dijo «vergüenza solo para robar», ser LGTBIQ+ no tiene nada de malo, y por tanto el orgullo es la respuesta política para contrarrestar a quienes buscan reprimirnos, así como una respuesta interna, una forma nuestra de decirles a los demás que no nos avergüenza ser así ni amar a quien queramos.
Pero una cosa sí es cierta: existen muchas personas que niegan el Día del Orgullo, no por odio, sino porque desconocen lo básico o lo importante que es, así que me tomaré este pequeño espacio para informar y esperar que pueda ser de ayuda a más de algune.
Además de sexo masculino y sexo femenino, hay quienes tienen características sexuales de ambos; es lo que se conoce como intersexualidad.
La orientación sexual se refiere a la atracción romántica, sexual o física que tenemos hacia los individuos con base al sistema sexo-género: si nos atraen personas de nuestro mismo sexo, podemos decir que somos homosexuales (gays para hombres y lesbianas para mujeres); si alguien se siente atraído por personas del sexo opuesto, se diría que es heterosexual; en el caso de una persona que pueda sentirse atraída por personas de ambos sexos o por más de un género, es porque es bisexual; y en el caso de la pansexualidad, la atracción se basa más en cuanto a la personalidad y no tanto en el sexo de la persona o en cómo se identifica.
También existen las personas asexuales, que no sienten atracción sexual en particular por nadie, aunque no necesariamente implica no sentir atracción romántica.
En cuanto a la identidad de género, que es la manera en como manifestamos nuestras vivencias y autoconcepto de género, las personas cisgénero se identifican con la construcción social del sexo asignado al nacer; aunque hay estudiosas como Judith Butler, que en su libro Género en disputa señala el binarismo como un sistema instaurado antes del nacimiento, con la frase «es niño/niña». Las personas transgénero no se identifican con ese género que les asignan, y dentro de las identidades trans se encuentran personas no binarias, quienes no nos identificamos como hombres o mujeres.
Se ha estudiado mucho si existe una causa para la orientación sexual e identidad de género diferente a la cisgénero/heterosexualidad. La investigación científica ha encontrado factores hormonales, marcadores cromosómicos genéticos, diferencias en las estructuras del cerebro, influencias culturales, entre otras, pero no hay una respuesta universal, porque cada persona desarrolla su sexualidad o género de forma única y nadie elige qué es lo que te atrae o lo que te identifica.
Ser LGTBIQ+ (Lesbiana, Gay, Bisexual, Trans, Intersexual, Queer u otra disidencia) no es ninguna enfermedad o trastorno, ya que nadie sufre por serlo, sino más bien por los estigmas sociales, prejuicios y discriminación existente.
Aunque en muchos países es considerado un delito, lo cierto es que nadie merece sufrir persecución, tortura o sanciones de cualquier índole solo por el hecho de ser LGTBIQ+ o expresarlo; sin embargo, más de 60 países penalizan la homosexualidad y apenas 28 permiten casarse a parejas del mismo sexo.
Tampoco se trata de un rasgo inmoral de la personalidad. Pese a que muchas religiones la consideran un pecado, lo cierto es que también hay religiones que aceptan la diversidad sexual y existen críticas sobre la traducción e interpretación de textos considerados sagrados sobre que las conductas homosexuales no son pecaminosas en sí mismas ni tampoco las identidades (sugiero leer Sex and the Church: Gender, Homosexuality, and the Transformation of Christian Ethics).
Ser LGTBIQ+ a menudo no es sencillo por todas las restricciones sociales, legales y presiones del entorno para encajar con la heteronorma, es decir, la imposición de la heterosexualidad como estandarte social.
Algunas personas nunca han necesitado salir del clóset (comunicar a familiares y amigos que eres LGTBIQ+) debido a su ambiente familiar de aceptación y autoconfianza, pero para la gran mayoría es un reto, e incluso un enorme riesgo. Algunos ni siquiera logran hacerlo debido a la discriminación o prejuicios internalizados, pero hacerlo supone generalmente mejoras importantes en la salud mental, incluyendo la autoestima y resiliencia, La aceptación de la familia, amistades e incluso compañeros de trabajo es crucial para un mejor ajuste psicosocial.
La diversidad sexual y de género no es ajena a nadie y no se trata de algo antinatural, ya que ha estado en nuestra historia como especie y en la de otras más en la naturaleza.
Más importante aún, no podemos pensar en la diversidad como una ideología. Somos personas, no ideas, y nuestros derechos no son privilegios, son garantías que no deben ser condicionadas a encajar en la heteronorma.
Finalmente, debo mencionar que todos, todas y todes, tenemos una responsabilidad para contribuir en este proceso de inclusión; no hay un «ellos», sino un «nosotros». Las batallas que libramos diariamente contra la sociedad, e incluso en algunos casos contra nosotrxs mismxs, no deben desalentarnos, sino crear esperanza para nosotrxs mismxs y para quienes vienen después.
Si alguien siente que esto ha podido responder interrogantes, le gustaría aprender más o desea que conversemos, háganmelo saber, por favor, escribiéndome al correo abajo de mi perfil. Creo en el conocimiento como herramienta de consuelo y de lucha. ¡Un abrazo!