Texto: *Josefina B.
Portada: Persy Cabrera
«¿Verdad que no solo te gustan los hombres?», me preguntó Estela mientras caminábamos de regreso a su casa, después de comprar churros y fresco para la reunión semanal del colectivo literario del que formé parte durante mis veintipocos. El corazón se me detuvo milésimas de segundos, pero, sabiendo que congeniamos tan fácil desde que nos conocimos, sabía que podía responderle con sinceridad. «Jaja, no», le dije. Era un día helado, estaba nublado, lo podía sentir en el sudor que estaba comenzando a salirme de la piel. «¿Por qué me preguntás?» continué. «Por cómo te vestís y cómo actuás, una persona hetero no se viste así» me dijo. En unos segundos llegamos a la casa y cambiamos de tema tan rápido como lo empezamos. La tarde siguió sin novedad, al menos para Estela y el resto del grupo, pero no para mí.
No creo que esto me haya pasado solo a mí, y quiero escribir sobre ello porque aunque mi estilo personal está influenciado por muchísimas cosas, definitivamente también está influenciado porque soy cuir. En mi experiencia, comentarios como el de Estela son tanto halagos como señales de alerta, en especial para una persona enclosetada amante de la moda y el estilo, involucrada en la industria de la moda en diferentes niveles, y por eso, me parece importante para mí y mi identidad escribir sobre esto.
Muchas veces, cuando estoy cambiándome y peinándome para verme con alguien por primera vez o después de mucho tiempo, o cuando voy a asistir a un evento con desconocidos, se me viene a la mente esa pregunta que me hizo Estela y otras que me han hecho con los años. Mientras saco prendas de los estantes y zapatos del ropero, me pregunto si con quien llegue a interactuar verá mi atuendo y pensará «a ella no solo le gustan los hombres, se le nota», y pienso en qué significará eso para el resto de nuestra interacción, para el resto de mi día, y a veces hasta de mi vida. Así me cambio de camisa, así elijo otro pantalón, pensando en que tan sáfica me veo y si donde voy estará bien que me vea así. Sé que por eso me gustan tanto los espacios donde se celebra la moda, ya que no solo me siento segura siendo mujer, me siento segura siendo cuir, y esa seguridad se refleja en mis atuendos, lo sé, lo siento y hasta la gente me lo hace saber. Claro que también pienso en los lugares donde tengo que atenuar esta expresión y acceder a otras influencias en mi estilo; aun así me niego a renunciar por completo a esta parte latente de mí, que amo vestir y que amo ser.
Y ¿por qué toma tanto espacio en mi vida la ropa? O ¿por qué me preocupa parecer o no parecer cuir por la forma que visto? La ropa, la moda, el estilo, como usted lo quiera llamar, han sido importantísimos dentro del movimiento de la comunidad LGTBIQA+. Para honrar mi identidad, más allá del mes del orgullo, me gustaría compartirles un par de datos sobre la influencia de la moda en esta celebración.
El lugar, EE .UU.; el tiempo, finales de los sesenta del siglo pasado, previo a los disturbios de Stonewall. Las personas cuir estaban en constante peligro y reconocieron que la moda podía servirles de ayuda. Entre las comunidades tenían una recomendación, o más bien una regla implícita de vestimenta para mantenerse segures; la llamaban: «la regla de los tres artículos».
Esta regla se aplicaba al usarse tres artículos de ropa de su sexo biológico y así poder estar tan segurxs como les fuera posible. Pero para sus corazones no era suficiente, y salir a espacios seguros durante la noche, vestirse de las formas más maravillosas y celebrarse por ser elles mismes, era el combustible de la resistencia, tanto así que cuando fueron atacades de nuevo por la policía, el 28 de junio, las personas que estaban en el Stonewall Inn se defendieron y esta defensa duró seis días, seis días en los que los atuendos que usaron para expresar lo que pensaban en esa noche de celebración, con el tiempo se volvieron el uniforme, la representación de su expresión y de su lucha por proteger y elevar esta expresión.
Este precedente es lo que ha logrado que muchas de las personas en EE. UU. puedan encontrar comunidades en ciudades en las que sí pueden expresarse, y que de hecho deciden honrar el sacrificio y la lucha de activistas como Marsha P. Johnson y Stormé DeLarverie, al identificarse como parte de la comunidad LGTBQIA+ a través de su vestimenta.
Volvamos a Honduras, más específicamente Tegucigalpa, donde yo vivo. ¿Cómo se ve esto aquí hoy? Puedo decirles entre risas nerviosas que, simplemente, es difícil. Muchísimas personas luchan por tener derechos que les pertenecen y muchas veces, simplemente, luchan por seguir con vida. Estamos como estaba Estados Unidos en 1960.
Tratando de ser un poco más positiva y observadora, puedo decir que en el tiempo que he estado involucrada con la moda en el país, ya sea como espectadora o ejecutora, he podido presenciar la evolución de la expresión de género de las personas dentro de la industria y como esta se ha ido colando —con ayuda de la globalización principalmente— y hasta floreciendo en el día a día de las disidencias en la ciudad. Incluso personas de las zonas rurales del país han podido encontrar un espacio ínfimo, que dura a veces horas o que muchas otras veces mide un metro cuadrado, para expresarse aquí en Tegucigalpa.
No siempre funciona y no siempre es seguro, pero existen y están por ahí. Es por estas personas valientes que van por los centros comerciales, vestides de maravilla, que se sientan al lado de su pareja en los restaurantes, que crean eventos y espacios seguros para la comunidad, que yo me siento con un poco más de valor de permitirle a esta parte de mí que elija algo para ponerse en este armario donde estamos escondidas, para que, tal vez, un ojo entrenado, empático y seguro, me reconozca sin tener que decir palabras, y al menos con elle, ya no deba ocultarme.
*La autora de este artículo decidió publicar desde el anonimato con el seudónimo: Josefina B.