Entre las montañas de la cordillera El Merendón, en el norte de Honduras, hay casi tres mil manzanas cultivadas con café; el 80% de ellas se encuentra en la zona de reserva que provee de agua y oxígeno a la segunda ciudad más importante del país, San Pedro Sula. La última esperanza para conservar y recuperar esa montaña depende ahora de los mismos caficultores, quienes enfrentan una decisión crucial: adoptar sistemas agroforestales para preservar el bosque o cambiar a cultivos más rentables pero menos amigables con la zona de reserva ante la falta de apoyo estatal y la desigualdad que favorece a exportadores y transnacionales.
Texto: Fernando Silva
Fotografía: Amílcar Izaguirre
Bajo la tenue luz blanca de su cocina, Norbelina sirve una taza de café de tueste oscuro, en la mesa también ha colocado una canasta de pan. Su esposo, José Ángel Ramos, es dueño de la finca donde se cultivó ese café.
Don José dice que ese no es el tipo de café que él prefiere, porque a él le gusta más el de tueste medio; sin embargo lo consume porque diversificó su producción buscando sobrevivir en este rubro. Con sus 53 años, su bigote con canas y su piel curtida por el sol, este amable productor ha experimentado el éxito y el fracaso en los 25 años que le ha dedicado a este cultivo. Ha recibido premios internacionales por la calidad de su café, pero también ha perdido cosechas completas debido a huracanes.
Ahora busca la forma de reinventarse ante las dificultades que enfrentan los productores en las comunidades dentro de la reserva natural de El Merendón, pues asegura que este cultivo ya no es rentable.
La baja rentabilidad del café se debe, en gran medida, a que los intermediarios, exportadores y grandes corporaciones obtienen la mayoría de las ganancias de la venta del café a nivel mundial, mientras que los productores en El Merendón destinan casi la mitad de sus ingresos a pagar cortadores y cubrir los gastos del mantenimiento de las fincas (poda, abono, lavado y secado). Además, la falta de mano de obra para el corte del café a causa de la migración a las ciudades del país y a los Estados Unidos ha resultado en la pérdida de una parte importante de las cosechas.
En pleno marzo y en medio de la temporada de cosecha, a unos metros de su casa, la finca se baña con los últimos rayos del sol mientras en la cocina de color gris fluye el aroma de un café de sabor fuerte —una mezcla de dos variedades— con notas amargas producto del tueste. Es un sabor que José dice que es «pesado» y no lo recomienda a quienes tienen estómagos sensibles.
«Yo de café no sé nada. Yo solo sé sembrar, cortar, moler e ir a venderlo —confiesa José— pero ahora estoy aprendiendo a distinguir los sabores con lo que nos están enseñando en el Ihcafe».
El Instituto Hondureño del Café (Ihcafe) es la institución que brinda soporte a la producción cafetalera del país. Ese día, antes del atardecer, José recibió en su finca la visita de uno de los técnicos del Ihcafe, quien llegó acompañado por una comitiva de organizaciones internacionales y una reconocida campeona alemana de catación. Durante 30 minutos, recorrieron la finca y tomaron muchas fotografías.
Los visitantes destacaron y remarcaron que este tipo de acercamientos podrían propiciar que los compradores finales —que pueden ser marcas de café internacional, empresas de tueste y otros— se interesen en el café de José y lo compren directamente, sin intermediarios o exportadores, mejorando el pago del producto y acercándose a tratos más justos.
José y su familia mantienen la esperanza y trabajan para producir un café de especialidad que sea atractivo para el mercado internacional, pero no se fían del todo, pues aún recuerda el sabor amargo de las promesas de hace seis años cuando la exportadora a la que vendía su café lo llevó a Nueva York, en los Estados Unidos, para competir en el Premio Internacional de Café Ernesto Illy, que premia los mejores cultivos de café en el mundo basados en la riqueza, complejidad e intensidad de los aromas y la elegancia y el equilibrio de los sabores.
Al regresar de ese viaje traía entre sus maletas el premio del tercer lugar y la promesa de la exportadora de que su café ahora podría ser comprado a un mejor precio.
José dice que con emoción cultivó los primeros lotes de café que supuestamente tendrían un mayor valor, pero, al contrario, el precio que le ofrecieron fue menor. Se dio cuenta que la diferencia que habían prometido era en contra suya y la exportadora sería la única favorecida con su trabajo.
Después de eso, la exportadora envió técnicos para supervisar la finca de José y mencionaron que iniciarían un proceso de certificación en prácticas sustentables. Tras una serie de visitas y varios cambios adoptados, a José se le ocurrió preguntar si la certificación sería para él o la exportadora. Le respondieron que sería para la exportadora y la frustración de José aumentó.
José se sintió utilizado y entendió la poca importancia que estos exportadores le daban al arduo trabajo de toda la familia para venderles el mejor café posible en comparación con otros productores que no tenían la misma dedicación. Decidieron entonces dejar de venderles y buscar otras alternativas. Así comenzó a vender el café a un intermediario que, aunque le compraba más o menos al mismo precio, le daba el dinero en efectivo de forma inmediata, sin papeleo o largas esperas infructuosas en el banco.
Los intermediarios son personas que en muchos casos pertenecen a las comunidades y sirven de compradores menos rigurosos que luego venden el café a las empresas exportadoras del país, que son quienes mantienen el acuerdo de provisión con las empresas internacionales. Los intermediarios también sirven de prestatarios para los productores que, en ocasiones, terminan en la quiebra y tienen que entregar tierras o devolver carros por no poder pagar las deudas. Los intermediarios no arriesgan ni se esfuerzan con el cultivo pero reciben grandes ganancias.
Tras un tiempo de vender a intermediarios, José y su familia disminuyeron considerablemente el cultivo de café en esa finca y se dedicaron a sembrar tomates, pepinos, zanahorias y otras hortalizas, porque son cultivos que al poco tiempo pueden ser cosechados y vendidos; contrario al café que pueden pasar años y mucha inversión hasta alcanzar las condiciones óptimas de producción.
El cambio de uso de la tierra –explica José– es uno de los fenómenos más comunes en la zona, sobre todo cuando el precio internacional del café baja y los productores necesitan una salida rápida para sobrevivir. De hecho, aunque José tiene su finca de café, en otras zonas tiene tierras donde cultiva hortalizas para tener un respaldo ante la volatilidad del precio del café.
Sin embargo, las modificaciones en el tipo de cultivo también pueden ser uno de los mayores peligros en la zona protegida del Merendón, considerando que su plan de manejo estipula que no debe expandirse la zona agrícola, lo que hace que cualquier cambio en el uso de la tierra deba ser cuidadosamente evaluado. Además, la promoción de sistemas agroforestales en el cultivo de café, que puede crecer en óptimas condiciones bajo sombra, es diferente cuando se cambia a hortalizas que requieren cortar la cobertura forestal para recibir el sol de forma directa.
Tras ese periodo en el que José y su familia eligieron evitar dolores de cabeza con el café, personal del Ihcafe se acercó para brindarle asistencia técnica e incentivarlos a regresar a la caficultura por lo que ahora ha regresado con el objetivo de sembrar árboles maderables y frutales que recuperen la cobertura arbórea en la zona y, por supuesto, encontrar un precio justo para su esfuerzo.
«Lo que queremos es prepararlo bien para sacar calidad y buscar precio, buscar compradores que en realidad paguen lo que vale porque no podemos seguir en lo mismo, porque ya no da pues. Fíjese que para sacar una lata de café hay que pagarle carísimo a los cortadores».
Con muy poca ganancia por cada lata de café, el productor tiene que cosechar, limpiar la maleza, fertilizar –varias veces si es posible–, volver a limpiar la maleza, luego limpiar las ramas del arbusto de café. Luego debe lavar, secar, a veces moler y, finalmente, transportar el café.
«No es rentable, por eso nosotros ahora buscamos cultivar cafés especiales y venderlo a compradores directos, porque los intermediarios siempre nos van a pagar lo mismo; aunque miren nuestro sacrificio, ellos siempre pagan lo mismo» dice José mientras termina su taza de café y anochece en el Merendón.
Los cafés especiales son una tendencia que ha ganado terreno en los últimos años en el mundo del café. Se trata de granos de alta calidad y sabor excepcional, cultivados en regiones específicas con cuidados especiales durante todo el proceso de producción y con una trazabilidad completa desde su origen hasta su taza. Estos cafés suelen ser más costosos que los cafés comerciales debido a su calidad.
Ahora, el café, ese grano extraño que según la historia los europeos introdujeron en América hace dos siglos, es sumamente importante para la economía hondureña. Tanto que fue el sustituto perfecto del banano, otro cultivo agrícola por el que Honduras fue infamemente popular en el siglo pasado.
Si bien a inicios del siglo XX el escritor estadounidense O. Henry acuñó la despectiva etiqueta de «Banana Republic» para describir la subordinación a los Estados Unidos y la inestabilidad política y social de una Honduras que dependía principalmente de la exportación de bananos, en 2023 posiblemente la expresión cambiaría a «Coffee Republic».
Aunque Honduras actualmente no depende absolutamente del café para el sostenimiento de su economía, más del 5% del Producto Interno Bruto (PIB) del país y el 30% del total del PIB agrícola proviene de la exportación de este grano. Además, el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) estima que 110,000 familias a nivel nacional obtienen su ingreso principal de ese rubro, y de estos, el 95 % son pequeños productores con menos de 7 hectáreas de terreno. El café proporciona empleo a un millón de personas aproximadamente.
En el periodo de cosecha 2021-2022, Honduras produjo un total de 6.202 millones de quintales de café y exportó 6.1 millones de quintales a nivel mundial, lo que resultó en un ingreso de 1,451 millones de dólares en divisas, que equivalen a aproximadamente un 20% del total que recibe Honduras, según un estudio del CIAT.
Actualmente, Honduras es el sexto productor a nivel mundial, el tercero en Latinoamérica y el primero en Centroamérica; sin embargo, la reducción en la exportación y producción del café nacional ya es una alarma para el sector.
Solo entre el periodo 2020-2021 y 2021-2022, la producción de café pasó de 7.9 millones de quintales a 6.2 millones. Una reducción de 1.7 millones de quintales de café verde en un solo año.
José y otros productores de El Merendón apuntan a diversos orígenes de la problemática, tales como la falta de mano de obra por la migración, el cambio climático y la poca rentabilidad del cultivo debido a la falta de equidad en la cadena de producción.
En la oficina regional del Ihcafe en la ciudad de San Pedro Sula, el ingeniero Ebis Medina trabaja para encontrar soluciones conjuntas con los productores ante la reducción de la producción y exportación. Es una problemática que les supera pero que intentan abordar.
Ebis es el técnico que visitó a José y que atiende a los caficultores de El Merendón, y explica que la reducción de las exportaciones no solo afecta a los caficultores, sino que es un problema de país que es desatendido por el gobierno y que debería tener importancia porque gran parte de las divisas y del Producto Interno Bruto (PIB) de Honduras viene de estos granos.
«La caficultura es el rubro principal agrícola de Honduras, con eso sacamos la cara y mueve mucho la economía hondureña, entonces realmente vale la pena apostarle. Yo siempre le hago hincapié a muchos productores que piensen como un empresario y no como un productor de café tradicional porque al final pues su finca es como una empresa y una de las filosofías con el plan de asistencia técnica es volver el rubro rentable».
Ebis explica que en Centroamérica no hay otro país que se nos compare a nivel de producción y transferencia de tecnología; pero cuando se habla de calidad y prestigio, el país no es un referente tan claro en comparación con otros países de la región. Apunta que para lograr ese prestigio se deben adoptar acciones por parte de todos los actores: productores, Ihcafe, exportadoras, intermediarios y torrefactores (tostadores) en conjunto.
«Nos interesa que cada productor tenga una sección de por lo menos 5% de café especiales para crear diferentes ventanas de comercialización; además desarrollar marcas para productores que quieren emprender y ver el rubro como una fuente de ingresos para todo el año, ir un paso más allá del productor tradicional que solo cosecha y vende café, y de ahí se acaban sus ingresos».
En el gobierno anterior, el tema de la inversión y promoción del café fue parte recurrente del discurso público, e incluso fue parte de un discurso del expresidente Juan Orlando Hernández en la cumbre de las Naciones Unidas donde reclamó mejores precios para las escalas más básicas de la cadena del café.
En ese tiempo, el Ihcafe era dirigido por el empresario Asterio Reyes quien era cercano al expresidente; hubo múltiples denuncias por la falta de transparencia en la institución e incluso se vinculó al rubro cafetalero con el tráfico de cocaína a raíz del hallazgo de un contenedor en Italia con 600 kilos de droga escondida en bolsas de café. Cuando se conoció la noticia en 2019, un grupo de productores exigió una aclaración por parte de las autoridades del Ihcafe; sin embargo, este nunca se pronunció.
Ebis explica que con el actual gobierno ha costado mucho tener relación y lograr trabajar en conjunto.
«El gobierno anterior —explica el técnico del Ihcafe— sí se involucró con el tema, se canalizaron varios proyectos a través de un programa llamado el bono cafetalero, ahorita pues nos ha costado. Hay un montón de opiniones verdad, unos que dicen que el país quedó mal, otros que dicen que estamos culpando el pasado y hay un montón de situaciones, pero ahí estamos queriendo, verdad, encarrilar el tema y lo estamos haciendo a través de municipalidades».
En la montaña de El Merendón, los productores de café aseguran que el actual alcalde de la municipalidad de San Pedro Sula, Roberto Contreras, nunca ha subido a visitarlos e incluso dicen —entre risas— que no conoce el lugar.
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El agua se calienta cuidadosamente hasta alcanzar los 95 grados centígrados, luego se vierte en una molienda resultado de una combinación de granos de café molido de variedad Parainema —originaria de Honduras— y Geisha —originaría de Etiopía y popularizada en Panamá—. Durante un par de minutos el agua infusiona el café y comienza a caer del filtro hacia una taza de vidrio transparente.
Este café es cosechado y ahora servido en la comunidad Gallito en la zona de reserva de la cordillera de El Merendón, en la finca Miramar, ubicada en la pendiente de una montaña desde donde puede verse la cordillera y al fondo el reflejo del mar atlántico.
Mientras el sol comienza a descender en el horizonte, casi como si fuese a caer en el mar, David —quien es uno de los socios de la finca— sirve el café que tiene un sabor intenso, notas de caramelo, frutos rojos y un toque láctico. Este café negro no es del color oscuro casi torrefacto que se acostumbra a consumir en la mayoría de los hogares en el país, sino que más bien parece un té de hierbas.
Cada sorbo es una explosión de sabor y complejidad inigualable.
Los gramos de café en esa taza son parte de los 64 mil quintales producidos en la cordillera de El Merendón en el periodo 2021-2022 en el que Honduras produjo 6.2 millones de quintales de café. La mayoría del café de El Merendón se produce en la Zona de Reserva que consta de 37,377 hectáreas cuyo objetivo principal es conservar las áreas de producción de agua de tres sectores: San Pedro Sula, Cofradía y Naco donde viven aproximadamente 2.2 millones de personas.
Según las estimaciones de sitios especializados, cada libra de café puede producir alrededor de 21 tazas de café de 12 onzas. Esto significa que se podría servir un estimado de 1,365 millones de tazas de café procedentes de la Zona de Reserva El Merendón. Sin embargo, el plan de manejo 2020-2032 de la zona de reserva de El Merendón, a cargo de la gerencia de ambiente de la municipalidad de San Pedro Sula, estipula que esta zona está destinada a preservar las fuentes de agua y señala al cultivo de café como una de sus principales amenazas.
Ese plan de manejo explica que las malas prácticas en la producción y el procesamiento del café son la sustitución de ecosistemas naturales para el establecimiento de cultivos, la introducción de especies exóticas asociadas al cultivo de café, el uso excesivo de agroquímicos, la construcción de carreteras para el manejo y extracción del producto y la contaminación por residuos sólidos y líquidos en el procesamiento o beneficiado de café.
La zona de reserva de la cordillera de El Merendón oscila entre los 60 y 2,242 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m) y, en contraste con otras zonas donde la reserva solo comprende en núcleo y amortiguamiento, esta se divide en cuatro zonas de manejo: zona de uso restringido, zona de recuperación, zona de uso sostenible de los recursos y zona de uso público. Se destaca la zona de recuperación que comprende altitudes entre los 800 y 1,600 m.s.n.m y que en el plan de manejo se considera prioritaria para el manejo del recurso hídrico y la biodiversidad en la parte media/alta de las cuencas hidrográficas de la zona de reserva.
Sin embargo, esta zona también es ideal para el cultivo de café en sus máximos estándares de calidad, que se dan entre los 900 y 1,800 m.s.n.m y, de hecho, en esa zona de 10,447 hectáreas se encuentran muchas comunidades dedicadas al cultivo. Aunque el plan de manejo permite «actividades agroforestales y hortícolas con buenas prácticas de manejo, siempre y cuando no impliquen el cambio de uso del suelo, ampliación y se respeten las franjas de protección de fuentes de agua», prohibe el establecimiento de beneficios de café para procesar el producto, lo que en muchos casos no se cumple.
Sin embargo, en El Merendón y sus 44 comunidades caficultoras, el café no es solo un cultivo más, sino una forma de vida. Por ejemplo, en la aldea Buenos Aires, desde las 6:30 a.m., o incluso antes, muchos cortadores —estoicos ante el frío de la mañana— empiezan a caminar por las calles de tierra y a abordar los carros de doble tracción para llegar hasta los cafetales. Estos cafetales pertenecen a alrededor de 692 productores que el Ihcafe ha identificado en la zona.
El café también ha representado una oportunidad de subsistencia para aquellos que no están directamente involucrados en su producción. Por ejemplo, en un restaurante local de la comunidad de Buenos Aires llamado Chicken Jordan, venden una combinación de café con toques de pimienta. En ese comedor rural puede haber días sin suministro de Coca-Cola, pero siempre, siempre, hay café.
Sobre las condiciones en las que se desarrollan estas comunidades y la relación entre el cultivo del café y la zona de reserva, el ingeniero Ebis del Ihcafe explica que ya están desarrollando proyectos de recuperación de áreas degradadas por la tala o la siembra de granos básicos a través de la implementación de sistemas agroforestales con el café. Ebis explica que la intención no es expandir el cultivo de café sino aprovechar de forma sostenible los recursos. Los sistemas agroforestales a los que se refiere consisten en el acompañamiento del cultivo de café con árboles maderables o frutales que generen sombra y aumenten la cobertura forestal en zonas agrícolas.
«El Merendón tiene 65 comunidades, 44 comunidades son cafetaleras —explica el ingeniero Ebis— entonces hay una población grande de 35,000 habitantes distribuida en esos caseríos, no los podemos ir a desalojar. Ya están viviendo aquí y lo mejor es buscar una estrategia amigable para poder trabajar con ellos no solo en café, también hay otros temas que tratar, como las hortalizas, granos básicos, ganadería, y se trata de encontrar la forma de cómo conectar con todos esos eslabones de una manera más responsable, siguiendo el plan de manejo».
Este objetivo está destinado a las áreas de cultivo de café ubicadas en las zonas de uso restringido, de recuperación y uso sostenible, con el fin de expandir la cobertura forestal de El Merendón, que según el plan de manejo, actualmente se ve sometido a diversos procesos de degradación y ha sido ocupado por la ganadería o la agricultura.
Ebis asegura que el cacao y el café son una buena opción para cuidar algunos entornos, y asegura que en áreas donde otros cultivos han secado las fuentes de agua con la tala del bosque para poder sembrar, con el cultivo de café han establecido sistemas agroforestales y las fuentes de agua se han recuperado. Además, Ebis cuenta que existen productores en la zona que han recuperado hasta 128 manzanas de tierra con el establecimiento de sistemas agroforestales.
Lo cierto es que, según un estudio realizado por el Institute for Water Education de la Unesco, se necesitan aproximadamente 140 litros de agua para producir una taza de café de 125 mililitros, y el establecimiento de estos sistemas agroforestales —como se plantean en el Ihcafe— solo son un paliativo ante la gran huella hídrica que deja el café.
«Manejamos en promedio unas 3,000 manzanas de café en El Merendón, y todas las quisiéramos ver con un sistema agroforestal, todo café bajo sombra, y eso ayudaría mucho a la zona» dijo Ebis.
La finca Miramar es uno de los lugares en la zona de reserva donde ya ha iniciado el proceso de implementación de un sistema agroforestal que, según los técnicos del Ihcafe, se verá reflejado plenamente en 4 o 5 años; sin embargo, David, quien es uno de los dueños de esa finca, dice que el establecimiento de estos sistemas para la protección del medioambiente no es un tema sencillo para la mayoría de los productores de las comunidades de El Merendón.
«La realidad que vivimos en este momento es que no tenemos sistemas adecuados para el procesamiento del café y es muy difícil para un pequeño productor poder acceder a un equipo de beneficiado que pueda separar todos los desperdicios que deja la producción, entonces la actualidad es que la caficultura no está siendo manejada de la mejor manera».
David explica que desde su punto de vista, esta situación no es completamente un problema de los caficultores ya que se requieren grandes inversiones de dinero que tendrían que venir del mismo negocio, que no está siendo rentable, o de créditos bancarios que son casi imposibles; además concluye que, debido a la actual problemática del café, derivada de la baja demanda internacional y la pérdida de mano de obra, la principal preocupación de los caficultores es su subsistencia.
En contraste, el plan de manejo de la zona de reserva manda que todas las fincas de café existentes dentro del área protegida deberán de incorporar prácticas ambientales sostenibles que incluyan técnicas de conservación de suelos, sombra, recuperación de franjas de protección de fuentes agua, reducción del uso de agroquímicos y el manejo adecuado de los residuos sólidos y líquidos tanto en la producción (cultivo) como en el procesamiento. Todas estas acciones, dice David, pueden realizarse de forma artesanal, pero podrían ser más efectivas con la maquinaria adecuada. Maquinaria que requiere de ingresos que la mayoría no tiene.
Al preguntarle a David sobre la posible expansión ilegal del cultivo de café y las hortalizas — algo prohibido en el plan de manejo— explica que le preocupa bastante pero que el café no le preocupa tanto porque «quienes van a seguir en el rubro van a ser gente apasionada» debido a los diversos problemas que implica invertir en un sistema de producción tan volátil, sin mano de obra y otras complicaciones. David apunta que le preocupan más los cultivos intensivos de hortalizas porque son más fáciles y rápidos para generar ganancia.
«Aquí en frente de nosotros —explica mientras señala una zona montañosa sin árboles— yo tengo fotos viejas de que estaba más cubierto y solo había bosque virgen.
A pesar de lo dicho por David, el plan de manejo de la zona de reserva El Merendón menciona que mientras el cultivo de café abarca un 4% del total, los cultivos que incluyen hortalizas, granos básicos y pastos llegan a extenderse hasta un 15% del total de la zona. Además, apunta que la reducción del bosque en los últimos años ha aumentado y que solo entre 2016 y 2018 la cobertura de bosque disminuyó en 184.70 hectáreas.
Ahora, lo alarmante es que los datos preliminares para la temporada 2022-2023 van empeorando. Solo en los primeros cuatro meses de la cosecha, las exportaciones ya habían disminuido en un 19% en comparación con el mismo periodo anterior.
Ante la crisis del sector cafetalero, los productores con los que hablamos en El Merendón apuntan a que cambiarán el uso de la tierra y cada vez más buscarán el cultivo de hortalizas.
Por otro lado, el ingeniero Ebis dijo que las hortalizas, frijoles y maíz son cultivos limpios con los que hay que socavar mucho el terreno y usar una gran cantidad de pesticidas, impactando más en la zona. Además, dice que no hay controles tan estrictos con este tipo de productores por lo que muchos botes de plaguicidas tóxicos para el ser humano terminan tirados cerca de las fuentes de agua.
Resultados de estudios realizados por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras del Valle de Sula (UNAH-VS), incluidos en el plan de manejo, han determinado que las condiciones de las principales cuencas que abastecen de agua a San Pedro Sula y los municipios aledaños no son las mejores. Además, el documento describe que los niveles de fosfato y amonio están fuera de los rangos normales en todas las microcuencas donde se realizaron los análisis, pero sobre todo, la más afectada es la cuenca de Manchaguala que provee agua a 150 mil habitantes en el municipio de Cofradía.
Finalmente, el ingeniero Juan Lozano, quien es el coordinador del programa de agroforestería, medio ambiente y cambio climático del Ihcafe, asegura que, en lugar de verse como una dificultad la producción de café en una zona protegida, ésta puede ser una oportunidad para los productores que pueden publicitar su café como dedicado a la protección y restauración ambiental y al mismo tiempo se pueden recuperar áreas que fueron degradadas por otros rubros. Todo con la condición de no expandir la frontera agrícola en esas zonas.
«Para mí es una herramienta de marketing, tenemos que garantizar que si producimos en un área sensible también la protegemos […] y pues a ese que consume café y es de espíritu ambientalista se pueden mejorar los precios porque hay mercados que enfatizan la sostenibilidad ambiental».
Juan cuenta que cuando hicieron los análisis de cobertura forestal en otras zonas protegidas del país, por ejemplo, en la montaña Santa Bárbara ubicada en un departamento vecino a El Merendón, vieron que zonas que en 2014 estaban identificadas como cafetales o matorrales, en 2018 eran bosques, pero realmente es que se habían establecido sistemas agroforestales de café bajo sombra.
«Los sistemas agroforestales en el café son una de las estrategias más fuertes para poder restaurar áreas y hacerlas más vendibles, hasta en el Instituto de Conservación Forestal (ICF) tuvo que incluirla como herramienta de restauración de ecosistemas. Si se guía de forma correcta puede ser altamente productivo y altamente sostenible» concluye Juan.
Sin embargo, el uso agrícola no es el único peligro para la cordillera de El Merendón. En 2013, el Congreso Nacional aprobó la propuesta del diputado del Partido Liberal, Marlon Lara, sobre reducir los límites de construcción en zonas que pertenecen a la cordillera.
El área protegida Zona de Reserva El Merendón, de acuerdo con el Decreto 46-90, poseía una extensión de 39,976.71 hectáreas y de acuerdo con las modificaciones establecidas en el Decreto 334-2013, ahora posee una superficie de 37,377.66 hectáreas, presentando una reducción de 2,599.05 hectáreas de las que 1,575.79 corresponden al área que se redujo de la reserva y el resto se encuentra en el área de traslape con la zona núcleo del Parque Nacional Cusuco.
La reducción de esta zona permitió la instalación del proyecto urbanístico «Ciudad Jaraguá», que planea construirse justo en los límites de la reserva, pero que, según un expediente otorgado por la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente (SERNA), ya ha violentado esos límites e incluso una inspección en 2019 comprobó la construcción de un muro de casi un kilómetro dentro de los límites de la zona protegida.
Cuando en enero de 2023 la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC) capturó a nueve personas por la supuesta construcción fraudulenta de ese mismo proyecto, Contracorriente consultó a Clariza Vega Molina, abogada exfiscal del Medio Ambiente y fundadora del Instituto de Derecho Ambiental de Honduras (IDAMHO), quien aseguró que hubo mala intención al aprobar la reforma para mover la cota 200, para beneficio de grupos de interés como políticos y económicos.
«Aunque la reforma exista, hay leyes y principios que están sobre esta reforma, por lo tanto no se debió aprobar esos permisos, porque aunque estén debajo de la cota 200 hay una ley superior que es la Constitución de la República donde se declara el derecho al agua como un derecho fundamental de los seres humanos, y lo que se persigue es mantener las fuentes de agua para abastecer a la población de San Pedro Sula» argumentó Clariza.
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En el extremo más bajo de la cadena del café —en la escala más elemental y cercana a la tierra— se encuentra Dunia, una mujer de 40 años que en pleno marzo trabaja como cortadora de café en la finca Miramar. A su lado, acompañándola con inocencia pero también con responsabilidad laboriosa, está uno de sus tres hijos, el pequeño Samuel de tan solo 6 años.
Son casi las dos de la tarde y ambos cargan en la cintura una canasta que van llenando con las «uvas» que son los frutos maduros del café. Mientras tanto, Dunia comenta que desde hace ocho años, en los periodos de corte, se dedica a trabajar en las fincas de El Merendón y ahora lo hace en Miramar porque es la más cercana a su casa.
Dunia cuenta que si llega temprano a la finca puede hacer entre 9 y 10 latas de café que le pagan a 70 lempiras cada una. Esa será su rutina hasta que en mayo termine el periodo de corte y se dedique a trabajar en casa cuidando a sus hijos, encargándose de las labores del hogar y, en ocasiones, elaborando pan, montucas y tamales para vender y aportar a los ingresos familiares.
Ella asegura que le gusta el trabajo de cortar café y que además le encanta el café como bebida y que si no fuese de esa forma no trabajaría cortándolo.
«Compramos un quintal de café por año, el café que nosotros tomamos yo lo arreglo, yo lo tuesto y lo muelo».
Además, explica que con su esposo tenían hace unos años una pequeña finca de café que finalmente vendieron porque «no daba mucho», no era rentable, y piensa que ahora sería peor con los insumos que están carísimos.
Tras vender la finca de café, el esposo de Dunia se dedicó a sembrar hortalizas, un cultivo con el que podía generar ganancias más rápido; sin embargo, con el tiempo también ha dejado de ser rentable, ya que el abono y las semillas están muy caras y, sumado a eso, es difícil encontrar mano de obra.
Ahora el esposo de Dunia trabaja en la finca Miramar apoyando al ingeniero David durante todo el año en el proceso de producción completo.
En las montañas del Merendón en Honduras, el café es más que un producto, es un estilo de vida y un legado transmitido de generación en generación. A pesar de las dificultades y las limitaciones en las opciones de trabajo, la pasión y la dedicación son los motores que impulsan a aquellos que se dedican a su cultivo y producción. Pero este café termina en las tazas de personas que lo compran a precios que en Honduras serían inaccesibles.
Honduras es uno de los principales exportadores de café a dos de los mercados más grandes de consumo de café en el mundo: Alemania y los Estados Unidos. El gobierno anunció que pronto iniciaría la exportación a China, uno de los mercados de mayor crecimiento a nivel mundial donde el consumo de café se triplicó entre 2016 y 2020, según reportes de la Comisión de Promoción del Perú para la Exportación y el Turismo.
Según informes del Ihcafe, en el periodo 2020-2021 Honduras exportó 1,896 quintales a los Estados Unidos, siendo el principal destino del café hondureño en el mundo; el segundo fue Alemania a donde se enviaron 1,842 quintales de café verde.
Resulta que Alemania, a pesar de no ser un país productor de café, está obteniendo mayores ingresos brutos por la exportación de café de Honduras. Este país europeo importa café verde o sin tostar de países latinoamericanos como Honduras y, gracias a su gran industria de tostado y procesamiento, actualmente ocupa el cuarto lugar entre los países con mayores ingresos por la exportación a nivel mundial de café en sus diferentes presentaciones con casi 3 mil millones de dólares. En comparación, en Honduras —donde parece que se sufre mucho la producción de café— solo se obtienen unos 1,350 millones de dólares.
Específicamente, como compradores finales del café hondureño, también se encuentran algunas de las marcas más reconocidas en el mundo como Nestlé y Starbucks. Entre 2020 y 2021, NESTLE FOODS LTD. —segundo mayor comprador final— adquirió más de 613 mil quintales de café verde a la industria hondureña por un valor de casi 92.3 millones de dólares, mientras que STARBUCKS COFFEE TRADING COMPANY —séptimo mayor comprador final— trató 211 mil quintales por 32.8 millones de dólares.
Entre los 10 principales compradores del café hondureño, solamente Nestlé anunció una campaña de reforestación para las zonas cafetaleras y bosques protegidos entre los que podría entrar El Merendón; sin embargo, hasta el momento no hay intervención de ellos en la zona.
El ingeniero Juan Lozano del Ihcafe, que le ha dado seguimiento a este tema, confirma que hasta lo que él sabe solo esta marca se ha proyectado de esa forma, pero asegura que el resto también deberían de hacerlo ya que son responsables de las consecuencias que puede tener el cultivo en el país, sobre todo si son los mayores beneficiarios en la cadena de producción.
«¿Quién es el responsable del impacto ambiental? El que se quedó con el grano al final y lo vendió o el daño tiene que cuantificarse por cada parte que va pasando ese grano: el productor, el que lo procesó, la exportadora y el consumidor final. Al final, las empresas deben garantizarnos que lo que consumimos no genera tanto daño al ambiente» explica Juan.
Además, apunta que, en el caso de Nestlé, están haciéndolo porque quieren mitigar los daños ambientales que ya están generando y debería existir un mecanismo preventivo.
«Lo otro es ¿pagan el precio justo a nuestro productor? Considero yo y eso a mí criterio personal que en nuestro país la distribución y el pago del café no está regulado y algunos se quedan más dinero. Al final, el que se mata más, es el que recibe menos.
Don Alexis apunta que quienes podrán sobrevivir a la crisis en la zona serán los productores que tengan otras inversiones, pero que la mayoría de los pequeños que representan el 95% del rubro en la zona están en grave riesgo.
«No tienen suficientes ingresos, entonces ¿qué va a pasar con ellos? Pues no van a poder fertilizar y donde se producían 10 quintales ahora se producirán 5 […] vamos a llegar a un problema y ya no se va a generar suficiente divisa en el país. La gente se irá para Estados Unidos y luego aquí la familia se va a acomodar, ya no van a trabajar y por eso no hay mano de obra; además, estamos cerquita de San Pedro Sula y la gente dice “no me ando mojando” porque hay mucha lluvia en tiempo de cosecha y mejor trabajo en la ciudad».
Don Alexis cuenta que él ha invertido en otros negocios por lo que su problema es menor, y sigue en el rubro porque tiene pasión por el cultivo.
«Yo soy feliz viendo cómo las plantas florecen cuando están madurando, porque a nosotros nos cuesta. Son dos años para producir algo un poco rentable por eso los productores vivimos apasionados por el café».
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La encargada del Instituto de Conservación Forestal (ICF) para atender la zona protegida de El Merendón es la bióloga Sandra María Sánchez, quien explica que el enfoque de esta dependencia del Poder Ejecutivo sobre esta zona es llevar de forma paralela la conservación y la productividad.
Los productores con los que hablamos en El Merendón desconocen quién o cómo se está proyectando el ICF en la zona e incluso aseguran que el personal encargado de la zona no se encuentra en San Pedro Sula. Sin embargo, Sánchez sí atiende en la oficina regional de esta institución en esa ciudad.
Sánchez asegura que en El Merendón hay una economía fuerte que se ve reflejada, por ejemplo, en los carros de trabajo que transportan a los cortadores de café todas las mañanas.
«Nosotros en la institucionalidad no hablamos de una conservación absoluta, es decir, con romanticismo. Nosotros sabemos que la conservación y la productividad tienen que ir de la mano y nuestros principales aliados dentro de las comunidades son las comunidades porque la verdadera conservación va a emanar de ellos. Si las comunidades no sienten ese amor y esa apropiación y ese sentido de vivir los medios de vida, no se estaría haciendo nada.
Sánchez explica que la evidencia que ellas tienen es que los sistemas productivos de café y sistemas agroforestales promueven y mantienen la diversidad, cuya evidencia se encuentra en Brasil, Costa Rica y Colombia.
«No hay una publicación que ponga en detrimento este sistema productivo, realmente estamos hablando de conservar y producir; estamos hablando de mantener la biodiversidad activa dentro de esos sistemas productivos. Tenemos la cajita de Pandora en estas zonas, ahora le vemos como más de preocupación porque no expandimos nuestra mente o seguimos encasillados en todos esos sistemas de tradición de conservar para conservar. Hay que innovar, y tiene que ir desde que las acciones de conservación y las acciones productivas vayan de la mano».
En su finca, José ha iniciado también un sistema agroforestal, en parte porque ha escuchado que los compradores también están interesados en que se cuide el ambiente.
«Yo miro a los niños chiquitos y pienso que cuando ese niño este grande ¿cómo va a estar el mundo y los climas? Seguro no va a haber agua, porque yo me acuerdo cuando estaba chiquito había quebradas y hoy no hay nada».
Finalmente, José dice que no tiene un tiempo establecido en términos de ganancias o rentabilidad, y asegura que seguirá adelante porque el amor por este grano lo impulsa. Hasta el momento, ni tormentas, sequías, plagas ni decepciones lo han logrado apartar completamente del cultivo.
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«Tenemos fe de sacar un café de calidad y conseguir un buen comprador, tenemos la fe porque el café es una cosa que le gusta a uno entonces no puede alejarse del todo, aunque la situación sea mala. De repente suben los precios y uno siente que le genera ganancia, porque, como dicen, las esperanzas no llenan, pero mantienen» explica José Ángel al terminar aquella conversación en la mesa de su casa.
Y es que el hecho de que el café hondureño sea comprado según los precios que en ese momento están fluctuando en la bolsa de valores de Nueva York, siempre ha sido un problema, sumado a otros como la migración.
Sobre esto José explica que ha perdido cosechas y fincas de hasta nueve manzanas porque no encontró suficientes cortadores, entonces al final era mejor dejar perder todo si no iba a sacar ningún tipo de ganancia. Y así dice que hay muchos otros productores a quienes les ha pasado lo mismo.
Mientras los productores se encuentran en esa situación, dice José que las autoridades gubernamentales no muestran interés.
«Aquí el gobierno no sabe quiénes somos nosotros y que pagamos los impuestos para que ellos estén felices, tomando Café Oro, tomando basura».
José se refiere a una marca popular en Honduras de café que en la industria es mezclado con otro tipo de semillas y desperdicios de café. Este tipo de café era el más consumido en la mayoría de los hogares hondureños hasta hace algunos años.
Así como lo describe José, hay otros productores en El Merendón que se encuentran en esa situación precaria, por ejemplo, don Alexis, un caficultor con más de 20 años en la zona que asegura que es difícil que haya otras instancias de la cadena que mejoren los precios. Se refiere a los intermediarios y los exportadores a quienes acusa de no entender lo que cuesta cultivar café por lo que no les importan los problemas del productor.
El café de don Alexis tiene un sabor fuerte con toques cítricos y frutales, y asegura que en su casa se sirve lo mejor de la producción en comparación con tiempos anteriores donde dejaban lo peor que se sacaba de la finca para tomar en sus hogares.