Por Antonio Gutiérrez
Después de haber sido deportado de los Estados Unidos (EE. UU.), en donde vivió durante 6 años, Óscar Bernárdez, a sus 38 años de edad, se dedica a lavar y cuidar motos y carros en las cercanías de la municipalidad de San Pedro Sula. «Primero no me gustaba el ambiente de aquí, pero con el tiempo uno se acostumbra, hay que hacerle gancho aunque a uno no le guste», dice Óscar quien se siente un extraño en su propia ciudad.
Retornar ha sido para Óscar un proceso que no termina. Tiene tres hijos: dos niñas de 10 y 12 años, y el más chico, un varón de 7 años. «Trabajo lavando autos desde hace cuatro años porque tengo que sustentar a mis hijos y a mi esposa, ya que aquí no hay empleo», comenta. Eso no es suficiente, no es la vida que él quiere. Piensa en migrar nuevamente hacia EE. UU., pues con lo que recibe lavando y cuidando vehículos no alcanza para cubrir todas sus necesidades. Oscar gana aproximadamente 200 lempiras diarios (8.13 dólares) y cuando el trabajo «está bueno» logra hasta 400 lempiras (16.25 dólares).
Actualmente reside en el sector de Chamelecón, en la colonia Chotepe. «Anhelo tener mi trabajo en EE. UU., estar allá máximo dos años, poner un negocio y luego regresar, dependiendo de la situación del país. Si no mejora me voy a llevar a mis hijos y esposa hacia allá», dice Óscar, quien también teme arriesgar a sus hijos en el camino hacia los EE. UU. «Se sufre, pero vale la pena intentarlo, todo sea por el bien de mi familia», cuenta. Por ahora, la esperanza en Honduras no es suficiente para Óscar, tal vez después éste se convierta en el país al cual él sí pueda retornar finalmente.