Texto por Vely Zúniga
Fotografía por Jorge Cabrera
Tras doce años de larga espera, finalmente sentimos que se nos hizo justicia. Estoy muy contenta por el triunfo de la oposición, a pesar de que me tocó estar fuera de Honduras, mi patria, ya que desde hace un tiempo -al igual que otros tantos compatriotas que buscan mejores horizontes- vivo en el extranjero, por tal motivo me perdí la celebración que, por cierto, ya nos habían arrebatado en las fraudulentas elecciones de 2017. Lamentablemente no pude celebrar con mi gente la arrasadora victoria de la alianza.
Amigos y familia me enviaron cientos de mensajes y estuve siguiendo las noticias minuto a minuto. Al inicio se hablaba solo del triunfo de la oposición asegurando la salida del nefasto Partido Nacional (manchado por el narcotráfico y la corrupción), pero poco a poco el discurso comenzó a desviarse hacia otro elemento: ¡Tenemos por primera vez una mujer en la presidencia! Inclusive las noticias internacionales comenzaban a destacar este hecho. En ese sentido yo me sentía algo incómoda y no fue hasta que una amiga de este medio me preguntó si quería escribir algo al respecto. Fue en ese momento cuando le pude poner palabras a ese sentimiento respondiéndole que nunca he sido admiradora de doña Xiomara, pero ante las buenas noticias me sentí motivada a escribir este artículo.
Es muy importante lo que como oposición hemos logrado, pero la emoción no nos debe cegar. Pienso que desde la primera vez que doña Xiomara Castro de Zelaya participó en 2013 fue para ocupar el cargo que su esposo –el expresidente José Manuel Zelaya– no podía desempeñar porque la reelección era y sigue siendo inconstitucional y no lo íbamos a apoyar. Como mujer siempre me incomodó esta postura, porque Xiomara Castro no era una mujer con una carrera extraordinaria y con una trayectoria propia, tampoco era conocida por sus logros sino por los de su esposo. Era una mujer con la que no me sentía identificada.
En días previos a las elecciones, pude ver en el programa de debates del periodista Renato Alvarez en el que se hablaba sobre los candidatos presidenciales que aún no habían presentado su declaración de impuestos, al igual que a muchas otras personas me indignó mucho cuando Yani Rosenthal, el candidato del Partido Liberal, respondió descaradamente que, como él había estado preso no generó ningún ingreso y por eso presentó una declaración por un centavo. Pero nadie mostró indignación cuando dieron a conocer que doña Xiomara no presentó su declaración, porque su esposo la presenta a nombre de los dos, para colmo fue el mismo Mel Zelaya quien dio esta explicación vía telefónica, hablando en nombre de su esposa. ¿Cómo me puedo sentir al respecto? Si lo que añoramos es ver a nuestras mujeres hondureñas económicamente independientes, lo que queremos es que ninguna mujer tenga que vivir a la sombra de su pareja.
Como lo señalaron algunos analistas de la política hondureña, durante la campaña presidencial de 2021, el expresidente Zelaya supo hacerse a un lado y «la dejó brillar», lo que a mi parecer se traduce en que está vez «le permitieron» a doña Xiomara que ella misma demostrara su carisma y dejaron de utilizarla únicamente como portada de la historia que está por escribirse.
Mi expectativa es que la presidenta saque a relucir su poder propio y que, acompañada de buenos asesores, logre hacer el cambio que tanto nos merecemos. Viendo las reuniones de acercamiento que ha tenido con su comisión de transición mi admiración hacia ella va creciendo, presiento que esta vez el país irá por un buen camino.
Lo más positivo en todo esto, es que la presencia de una mujer en el más alto nivel va a servir de ejemplo y va a ser motivo de admiración para muchas mujeres, algo tan necesario en un país donde la mujer tiene una situación tan frágil y vulnerable. Creo firmemente que la presencia de la presidenta va a servir para que las organizaciones que trabajan en defensa de la mujer puedan exigir mayor apoyo de parte de las autoridades. Y que esta presencia sirva sobre todo para empoderarnos a todas y cada una de las hondureñas.
Dejando de lado los verdaderos medios por los que doña Xiomara llegó a la presidencia, no se puede negar que esta figura femenina nos motiva a todas y nos da la esperanza de que la gestión sea mejor que las que hemos tenido en el pasado y que, como ha sucedido en otros países presididos por mujeres, las cosas se harán mejor.