Por Ali Villamil
Cuando me pongo a pensar en cómo eran las cosas hace dos años, antes de la pandemia, siento como si ya hubiesen pasado cien años. Y reflexionando, hay varias cosas positivas en mi vida actual que no serían posibles si no hubiera llegado la pandemia, pero aún así también pienso que es imposible olvidar todo lo que eso arrastró, dejando por su paso el cierre de negocios, crisis financiera, crisis en mi relación con mi pareja, desestabilidad emocional y mental. Creo que lo que más me ha marcado, hasta el momento, es la separación de mi hijo mayor, por quien su padre y yo tuvimos que tomar la decisión más difícil.
Pero empecemos por el principio como toda historia. Inició la pandemia y mis hijos pasaron por clases virtuales, todos en casa amábamos esta nueva forma porque no nos teníamos que levantar temprano, no teníamos que hacer loncheras, no se bañaban recién levantados. Sin embargo, y como a la mayoría que estábamos con teletrabajo, empezaron los problemas.
Muy rápido se fue acabando la luna de miel y poco a poco empezó a salir la realidad de cómo iba a funcionar de verdad este nuevo sistema y la enorme presión que todos los involucrados íbamos a tener. Sin saber todo lo que iba a sufrir mi preadolescente con tanto encierro y tanto estrés de la escuela virtual, gracias a Dios siempre tuvimos techo y comida, eso era un privilegio comparado al 70 % de la población que vive abajo de la línea de pobreza.
Lastimosamente mi preadolescente no pudo con la presión del encierro y escuela virtual. Se deprimió, le dio ansiedad, subió bastante de peso y pues todo esto hizo más vulnerable a un chico con hormonas revueltas. Llegó a un punto tan grave que decidimos retirarlo de la escuela para mudarse a Francia con el papá, ya que Francia estaba bien adelantando en el tema de control de la pandemia a diferencia de nuestro triste país tercermundista (ojo, no es culpa de la población que seamos tercermundistas es culpa de la gente que nos ha gobernado).
Un 20 de julio, a sus 13 años mi hijo se fue a vivir al otro lado del mundo sin mí. Ese día se fue un pedazo de mi corazón y al sol del día hay momentos que me cuesta respirar cuando paso por su cuarto vacío o cuando hago frijoles fritos (su comida favorita), o cuando veo sus churros favoritos en el supermercado o cuando veo sus programas favoritos en la tele. Esta ha sido la decisión más dura que he tenido que tomar y no puedo evitar sentir odio por esta pandemia y odio por quienes han gobernado este país.
Este resentimiento que hoy siento empezó desde las manifestaciones del golpe de Estado, cuando en uno de los días de protestas nos quedamos atrapadas, con mi hermana y con mi hijo que era un bebé, en un restaurante chino que acogió a varias personas que estábamos pasando cerca justo cuando en la calle empezó una confrontación violenta entre policías y protestantes. Gracias a Dios estábamos en un restaurante que tenía bastante seguridad y en ningún momento estuvimos en peligro, pero sí podíamos escuchar todos los gritos, peleas y disparos. Entonces imagínense ese cuadro de tener que refugiarnos en un restaurante con un montón de extraños en pánico, y con mi bebé. Como les cuento, nunca estuvimos en peligro, pero el miedo estaba presente. Desde ahí empieza mi desilusión por este país y nace mi repudio de vivir en Honduras.
En esta pandemia hemos visto morir a tantas personas y a sus familias sufriendo las pérdidas de seres queridos, porque tal vez no tenían los recursos para poder medicarlos u hospitalizarlos. En Honduras hay una gran carencia de hospitales y los que supuestamente se compraron al inicio de la pandemia resultaron ser otra vil estafa por parte del Gobierno que solo se ha dedicado a engañar y robar. No hay recursos porque todo se lo roban, tampoco hay líderes que tomen las riendas para hacer el bien a la población, por el contrario siguen hundiendo más a este pobre pueblo.
La pandemia es una crisis mundial, pero como es de esperarse, esta crisis hunde más a los países «en vías de desarrollo». En realidad esta pandemia vino a agravar y profundizar más los problemas económicos y sociales que ya venía arrastrando Honduras.
Hubo una frase que se viralizó el año pasado en medio de los catastróficos huracanes Eta y Iota: «El pueblo salva al pueblo». Me encantó porque en su momento así fue, nosotros mismos intentábamos salvar a nuestros hermanos hondureños que estaban en peligro en esos días tan duros. Pero siento que esta frase va mucho más allá de dar donaciones y hacer voluntariados en momentos de crisis, esta frase debería de ser nuestro eslogan permanente, debería de ser nuestro mantra, nuestra afirmación diaria y nuestra forma de actuar.
No hay partido político actual que nos vaya a sacar de esta oscuridad, no hay ni un tan solo político en la actualidad que nos va ayudar a salir adelante colectivamente y buscar el bien común, no hay movimiento actual que nos vaya sacar del segundo país más pobre del continente o del quinto país más peligroso del mundo. Esta es nuestra realidad, no hay que ser político o sociólogo o diplomático, no hay que ser «ñunga» para ver que en nuestro país el 70 % de la población vive abajo del nivel de pobreza, para ver la realidad de nuestro país. Simplemente se necesita un poquito de corazón, de conciencia y un poquito de moral para ver que la realidad de este país es triste, sumamente triste.
Quiero aclarar que si es bien es cierto mi familia y yo no estamos en esos índices de pobreza, mis hijos estudian en una escuela privada que pagamos con un enorme sacrificio (así como lo hacen muchos padres de familia), podemos comer en restaurantes, ocasionalmente viajar, si nos enfermamos podemos comprar medicinas, pero todo esto no significa que vivimos en la gloria. Vivimos día a día bajo la inseguridad de que nos vayan a asaltar o secuestrar, que nos vayan a extorsionar en nuestro trabajo, que nos asalten en nuestro negocio, vivimos bajo la incertidumbre de que en el Congreso Nacional se inventen una nueva ley que nos afecte. Vivimos constantemente bajo la amenaza de que probablemente el siguiente mes vamos a tener que cerrar nuestro negocio porque la cuenta de la luz es impagable o porque los nuevos impuestos que se inventan cada vez que les da la gana nos dejan con menos dinero siempre, vivimos con la constante preocupación de que si alguien de nuestra familia se enferma o tiene un accidente no tenemos donde llevarlos porque la situación de salud de nuestro país es tan deplorable que no podemos ni contar con eso. Básicamente, si tenés bastante dinero sobrevivís bien en este país, pero si so clases media para abajo nunca vas a tener paz mental o simplemente paz. Por esto y mucho más la pandemia y el país me rompieron el corazón.
El día que me tocó dejar a mi hijo en el aeropuerto fue otro momento donde se me abrieron los ojos a una realidad que solo vemos en las noticias. Ese día madrugamos para llevarlo al aeropuerto y para que no tuviéramos ningún inconveniente y pudiera tomar su vuelo tranquilamente, sin embargo lo que vi me partió más el alma. Resulta que mi hijo no era el único niño/adolescente que viajaba solo para Europa ese día, en la fila de los UM (unaccompanied minors) iban 35 niños, sí los conté, iban sin sus papás a vivir a un país lejos de sus familias en Honduras, vi como tantas mamás se despedían de sus hijos tan desconsoladamente y en ese momento me di cuenta que yo pertenecía a ese grupo de mamás que se estaban separando de sus hijos que partían en busca de un mejor futuro, algo que jamás iban a poder conseguir aquí. Cada niño tenía su historia, cada familia tenía un motivo.
Mis ganas de emigrar de este país no son porque quiero tener grandes lujos, sino porque quiero que mis hijos puedan ir a parques sin tener miedo de que nos asalten, quiero que mis hijos vayan a museos y exposiciones de arte, llevarlos a obras de teatros, quiero que hagamos picnics en espacios públicos sin temor que hayan delincuentes cerca o policías corruptos, quiero poder llevar a mis hijos a un sistema de salud que sirva de verdad, que estudien en lugares con excelentes profesores y sistemas educativos sin tener que dejar un riñón mes a mes porque la educación en Honduras es bastante cara, quiero que vivan en un país donde ellos puedan cumplir sus sueños y vivirlos, quiero que vivan en un país donde se sientan libres y no a medias como en Honduras.
No quiero imaginarme cómo va ser este país dentro de quince años, no vivimos bajo un régimen comunista, pero lo que vivimos lo es a escondidas y cuando menos lo acordemos va a ser mil veces peor si siguen los mismos políticos y los mismos partidos. Yo no quiero que mi hija tenga que vivir en un país en el que sus derechos como mujer se respeten a medias (tal como lo vivimos aquí), no quiero que mis hijos no puedan estudiar o ejercer sus profesiones en un lugar con cero oportunidades.
Quisiera vivir en un país en donde los impuestos que pagamos se traduzcan en un eficiente sistema de educación y de salud, donde mis hijos tengan igualdad de oportunidades para salir adelante. Es difícil no ser tan negativo y pesimista bajo las condiciones en las que se viven en Honduras, pero aún me queda la esperanza de que somos más los buenos y que aún hay familias luchadoras que están criando a los niños y niñas que transformarán este país por completo, que están inculcado los mejores valores y principios, que aún hay jóvenes que piensan en el bien colectivo y no solo en sus propios beneficios. Espero que cuando estos jóvenes estén en el poder podamos todos vivir nuestros sueños sin tener la necesidad de migrar, y que para entonces todo esto sea solo el recuerdo de una pandemia y un país quebrado que por mucho tiempo nos partió el corazón.
1 comentario en “Una pandemia y un país que me rompió el corazón”
Palablar bellas pero fuertes y realistas Ali, contás con migo siempre y te entiendo al 100% en todos estos puntos de vistas que das… Conosi a tu hijo desde mero Chiki jajaja y el día que vi que posteaste su partida le pedí a Dios por tu corazón porque sabía que ese sentimiento no iva a ser bonito al 100, comparto tus deseos de no estar acá, de querer lo mejor para mi chaparra y luchar por ella al 100, me has tocado el corazón y la mente claro….. Estamos en una situación como le dije a mis amistades sea quien sea que quede en el poder yo debo trabajar para alimentar a mi familia y no pensar en quien está en el poder y si me beneficiare y creme cuando te digo esto Ali estoy cansado de partirme el lomo y no obtener lo que realmente merezco para mi familia y ver que otros lugares realmente cuidn a su población y los atribuyen y acá todo es como en el mercado un regateo completo… Regateamos hasta el profecionalismo de la gente imaginate…. Pero en fin así es esto y lo único que toca es luchar por la familia y si hay que irse por los hijos y con los hijos es mejor porque si Ali el pueblo salva al pueblo pero corres el mismo peligro de que el mismo pueblo luego te lo saca en cara
Love you Ali sos una gran amiga y sorry por desahogarme la verdad empatizo con vos y esta lectura…. Haber que día cocinamos jajaja