Por Vely Zúniga
Hace cuatro años acudimos a ejercer nuestro derecho al sufragio con toda la esperanza puesta en sacar de la presidencia a un nefasto gobierno, el que además pretendía reelegirse ilegalmente. De parte de la oposición se lanzó una fuerte campaña, como lo están haciendo ahora, de cuidar los votos en las mesas para evitar que nos hicieran fraude como ya había ocurrido en 2013, pero la labor no fue tan fácil.
En mi familia tenemos la tradición de reunirnos en la casa de mi mamá el día de las elecciones, los cuatro hermanos decidimos no cambiar nuestro domicilio para así poder llegar a nuestra antigua casa para pasar un rato juntos y poder saludar a los antiguos vecinos de la colonia.
En noviembre de 2017 con los ánimos en alto acudimos, acompañados de nuestros hijos a votar contra el Gobierno, conscientes de que la opción de votar por Nasralla no era nuestro mayor ideal, pero era la única alternativa viable para sacar del Gobierno al Partido Nacional que tanto daño le estaba causando al país. Después de votar regresamos a la casa a almorzar y descansar un rato para luego irnos al centro de votación a cumplir con la misión de vigilancia que nos habíamos propuesto.
Solo unos pocos minutos antes de las cuatro de la tarde, acompañada de mi hermana, llegamos al lugar justo antes de que cerraran los portones; casi no lo logramos porque inusualmente los horarios de votación no se extendieron hasta las cinco de la tarde, como se había hecho en todas las elecciones anteriores. Se nos acercaban personas a preguntarnos qué hacíamos ahí y les respondíamos que solo estábamos como testigos de que el conteo de votos se hiciera de forma transparente. Enviaron a los militares que estaban a cargo de la vigilancia del centro para solicitar nuestras credenciales, le respondimos que éramos simples ciudadanas con el deseo de presenciar el conteo.
Afuera había gente que solicitaba entrar y no se lo permitían, a nosotras que por poco logramos entrar, no tenían el valor de sacarnos, pero entonces nos hicieron la advertencia que podíamos quedarnos con la condición de mantenernos calladas y que teníamos estrictamente prohibido hacer fotos o videos con nuestro celular.
Mi hermana fue a la mesa donde le tocó votar y yo me quedé en la mía, muy amablemente me ofrecieron una silla y el conteo comenzó, yo iba apuntando en una libreta y los resultados de la mesa coincidieron con mis apuntes. Por estar pendiente de no perderme de nada, no me di cuenta en qué momento el lugar se llenó de gente, ilusamente me alegré pensando que más personas como nosotras habían decidido formar parte de la vigilancia de las mesas, pero estaba muy equivocada.
Nos reunimos con mi hermana porque el conteo de votos a nivel presidencial de nuestras mesas había finalizado y juntas nos dirigimos a otra mesa donde había un importante grupo de personas observando y gritando. ¡Gran sorpresa la que nos llevamos: eran activistas del Partido Nacional! Aparentemente ellos sí contaban con todo el permiso de permanecer en el centro y de gritar celebrando cada voto que salía favorable a su candidato. Sucedió que cada vez que salía un voto favorable a la Alianza, el presidente de esa mesa que era nacionalista, inventaba una excusa para anularlo: que si la marca se salía un poco del recuadro, que si la marca era muy pequeña, en fin. Fue tal mi indignación de ver cómo uno tras otro anulaban los votos y el fraude a nivel de mesa se estaba efectuando. Saqué mi celular dispuesta a hacer un video de lo que estaba ocurriendo, cuando uno de los activistas se percató y con su brazo me bajó el celular, al mismo tiempo toda la gente comenzó a gritar llamando a los militares para que me sacaran.
El militar en jefe se acercó y me dijo que ya me lo había advertido, que no podía hacer más que sacarme, con mi voz quebrada le dije que no podía quedarme sin hacer nada presenciando lo que ahí estaba sucediendo. Cuando salimos era ya de noche, el lugar quedaba abarrotado de nacionalistas en una histérica celebración de lo que estaban logrando. Llegamos a la casa a contar lo sucedido en medio de lágrimas.
Recordando todo esto es que me pregunto: ¿Cómo se van a cuidar los votos en estas elecciones? El presupuesto que tiene el partido de Gobierno para mandar gente a las mesas no se compara al de ningún otro partido. La indignación ciudadana nos mueve a algunos, pero no es suficiente. Además, debería existir algún mecanismo que nos autoricé a presentar quejas y a documentar con fotos o vídeos si se dan infracciones.
Faltan muy pocos días para las elecciones, los organismos de sociedad civil que estarán observando el proceso deberían emitir comunicados y llamar a la población a demostrar su civismo, pero dándonos los lineamientos necesarios e informándonos sobre nuestros derechos al respecto, para que se nos trate de la misma forma que a cualquier otro observador. Hay mucho miedo en la población con la alta tasa de violencia política a la que el país se está enfrentando, dejar sola a la ciudadanía que quiere apoyar la transparencia del proceso será repetir los errores del pasado, necesitamos armas que nos empoderen, necesitamos más información para impedir a toda costa otro fraude.