La espera en el Hospital Leonardo Martínez Valenzuela (HLMV) en San Pedro Sula es angustiosa. Decenas de familiares esperan en las aceras por información de los enfermos. El viernes 3 de julio, 107 pacientes eran atendidos en las salas COVID-19 de este hospital. Todas están a su máxima capacidad. Hasta la fecha, se han confirmado 144 fallecimientos por esta enfermedad en este centro asistencial. Otros 92 casos esperan confirmación post mortem.
Texto: Allan Bu
Fotografías: Deiby Yánez
Es la mañana del viernes 3 de julio y decenas de personas esperan en las aceras del hospital Leonardo Martínez. La angustia y la esperanza se ocultan tras la mascarilla, algunos lloran. En las salas de este hospital, 107 pacientes son tratados por COVID-19 y desde afuera sus familiares esperan por buenas noticias.
Cuando el 11 de marzo se diagnosticaron los primeros dos casos de coronavirus en Honduras, el HLMV pasó a ser un centro de atención para los enfermos por COVID-19. La atención general y de especialidades se suspendió quedando solo activa la atención a partos de emergencia. En este centro asistencial se atienden unos 18 mil partos al año y un promedio de 20 cirugías ginecológicas diarias. Antes de la pandemia, personas del Valle de Sula buscaban atención en consulta general, pediatría, odontología, ortopedia y psicología.
Todos los días, las enfermeras reciben varias bolsas que contienen cobijas, pañales para adulto, toallas húmedas, agua y quizás suero que entregan las familias para los pacientes. Los medicamentos para tratar la COVID-19 los está dando el hospital. Cada paquete lleva el nombre del paciente y en el hospital han establecido un horario.
Enfrente de la entrada, expectantes, se encuentra una pareja de hermanos. Desde hace 18 días se encuentra hospitalizada su madre, Lucía. «Nos dicen que se encuentra estable. Aunque ya nos han dicho que satura menos» nos dice la hermana, como si el lenguaje médico fuera ahora más entendible que antes.
En términos médicos, saturación es una medida que refiere a la cantidad de oxígeno disponible en la sangre. Cuando el corazón bombea sangre, el oxígeno se une a los glóbulos rojos y se reparten por todo el cuerpo. Los niveles de saturación óptimos tienen rango de entre 95 y 100 por ciento de oxígeno y garantizan que las células del cuerpo reciban la cantidad adecuada de oxígeno. Niveles deficientes de saturación son síntoma grave en un paciente de COVID-19. A esto se le llama hipoxia.
«Mire, con esto uno se vuelve experto en términos que ni siquiera conocía» repite ella. Una hora después vimos que se marchaban, pero volverán mañana a la misma calle y con la misma esperanza que lo hicieron los últimos 18 días, volver a ver a su madre.
Son las 9:45 a.m. y muchos familiares que no han entregado sus paquetes hacen una fila. En menos de 30 minutos, como si fuese un mal presagio, tres carros funerarios han pasado por esa calle. Apenas a unos 100 metros de la entrada principal del hospital, la esperanza se agotó. Una mujer se desmayó esperando que le entreguen los restos mortales de su madre. Al recuperarse grita y solloza como una niña. Se sienta en el asfalto y no hay nada que la consuele. Los amigos y familiares tratan de calmarla. Su madre llegó enferma con COVID-19 y salió en un ataúd envuelto en una bolsa negra.
Entre el jueves 2 y el viernes 3 de julio, ocho cadáveres fueron entregados a sus familiares bajo el mismo protocolo de seguridad. Una patrulla de la Policía Nacional acompaña el transporte del cuerpo del hospital al cementerio. Tres familias quedan esperando para recibir los restos de sus familiares al siguiente día. En total, 11 fallecidos en dos días.
A las 10:20 a.m. encontramos a Erlan Padilla, empleado de una empresa que vende productos de bioseguridad acompañando a un colega diagnosticado con COVID-19. «Esto está a reventar» nos dice. Padilla ha llevado a su amigo en dos ocasiones y no lo han hospitalizado porque no hay cama disponible. «Anoche no durmió» revela sobre su compañero de 45 años al que tienen con oxígeno, pero que tendrá que regresar a casa.
Ese día había 15 pacientes en la Unidad de Cuidados Intensivos, 40 en cuidados intermedios y 41 en observación con filtro. En la sala especial COVID-19 para maternidad son atendidas siete madres y cuatro recién nacidos. Estas cifras fueron ofrecidas a este medio por el área de epidemiología del hospital.
El sol y la esperanza
El sol brilla, el asfalto calienta y hay amenaza de lluvia sobre San Pedro Sula. Un carrito fumigador de la alcaldía sampedrana despierta de su letargo a los angustiados hondureños que se mantienen afuera del hospital. El vehículo pasa en dos ocasiones y la gente se mueve para ser alcanzada por los aspersores de un líquido que nadie sabe a ciencia cierta qué es.
Uno de los guardias de seguridad a quien todos llaman el “Negro” dice que «ahorita ya no hay cupo, solo le están dando el medicamento al que viene». En el hospital nos dicen que solo hay tres cupos en la Unidad de Cuidados Intensivos y seis en una sala de COVID-19 orientada a maternidad. «Solo un milagro haría que hallen cupo» afirmó. Desde marzo, cuando arrancó la pandemia, hasta el jueves 2 de julio, el hospital Leonardo Martínez recibió 1310 pacientes de COVID-19, de los cuales, 81 fueron atendidos en la Unidad de Cuidados Intensivos, 524 en cuidado intermedios, 519 fueron enviados a sus casas para aislamiento, 367 pacientes fueron dados de alta y 196 fueron referidos a otros centros asistenciales.
En declaraciones a diario La Prensa, el Viceministro de Salud, Roberto Cosenza, aseguró que la próxima semana se estarían habilitando 50 camas más en el Leonardo Martínez e igual cantidad en el Mario Catarino Rivas. Además, se habilitará una sala Covid en el Centro de Triaje ubicado en Expocentro.
Es casi mediodía y afuera del hospital se nos acerca don Jorge y nos pregunta el nombre del medio para el cual trabajamos. Cuando recibe la respuesta, deja ir un mar de quejas «mire, aquí nos piden higiene y que nos lavemos las manos y no hay agua por ningún lado. Tampoco hay sanitario. Los varones podemos ir a meternos a cualquier palo (árbol) ¿pero y las mujeres?», se pregunta indignado.
Tampoco hay sillas y la carpa instalada por COPECO filtra el agua cuando llueve. Don Jorge se retira molesto, también se queja de que hay poca información sobre la condición de salud de los pacientes.
Las hermanas Karla y Maura tienen 15 días de “vigilar” desde afuera del hospital la salud de su madre. Las acompaña el esposo de Maura, Luis Rodríguez. Su madre tiene tres condiciones que la hacen más vulnerable a la enfermedad: es diabética, hipertensa y es mayor de 60 años. Un camillero con el que han tomado confianza, les da información sobre ella.
En una base de datos de la Secretaría de Salud, entregada a Contracorriente, se indica que de las 335 personas fallecidas entre marzo y mayo a nivel nacional por COVID-19, 37 padecían cardiopatía y 40 diabetes.
Karla y Maura han sido testigos de la muerte en las puertas del hospital. «A una señora de la tercera edad la traían con esperanzas de que podían salvarla, pero creo que ya venía muerta» nos cuentan. Esa misma noche también supieron de otra persona que murió esperando por atención.
Ya son las 10:40 a. m. y otro cuerpo es retirado de la morgue del hospital. En el reporte de defunción se registra que la causa es neumonía por COVID-19. Sus familiares esperan el cuerpo que será enterrado en el cementerio de Dos Caminos en Villanueva. El conductor de la funeraria dice que ha llevado ya tantos cadáveres que «la verdad hasta he perdido la cuenta».
Desde el 26 de marzo hasta el jueves 2 de julio se registran 236 fallecimientos por COVID-19 en ese hospital, de los cuales 144 han sido confirmados y el resto espera el resultado de la prueba para dicha enfermedad.
Al momento de publicar esta nota, se han registrado 22,116 casos de COVID-19. En San Pedro Sula se han diagnosticado 4,426 casos con un reporte de 188 muertes según información que dio la Región Departamental de Cortés a La Prensa. El departamento de Cortés reporta 9,743 casos con 319 decesos según fuentes oficiales. El Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (SINAGER) oficializó 605 víctimas mortales por la pandemia a nivel nacional, el 23% (144 confirmadas) de esas muertes fueron en el Hospital Leonardo Martínez.
El camillero
El camillero pide que no le tomen fotos. Está molesto. «De forma educada se los voy a pedir, de qué me sirve a mí?» pregunta, pero repentinamente empieza a dar información. «Todo lo que es de los finados, ropa y hasta relojes, lo desecho yo» nos cuenta.
Contó que hace dos meses no recibe salario y que algunos de sus compañeros que hicieron el reclamo fueron despedidos por quienes dirigen el hospital. «Dicen que hoy pagan», se anima. Tiene razón de estar molesto «aquellos que ponen el pecho a la pandemia están trabajando por amor propio» dice.
«Póngalo ahí», exclama como si me diera la orden para escribirlo.«Supuestamente nos iban a dar un bono y nada, parece que solo es para doctores y licenciadas en enfermería, para el personal de apoyo nada» nos dice el camillero que se mueve en las salas Covid-19 del centro hospitalario. Anda lentes, guantes, dos mascarillas y una bata de bioseguridad. Sostiene que el hospital tiene en abundancia insumos de bioseguridad, pero algunos de sus compañeros andan con bolsas plásticas en los pies en lugar de botas.
«Mire yo soy cachureco, pero este gobierno me tiene molesto, por eso ando de toque».
Este reclamo no es solamente del camillero. También hubo huelgas de los trabajadores en el centro de triaje ubicado en el Colegio de Ingenieros de Honduras y el martes 3 de julio, los camilleros del Hospital Mario Catarino Rivas también reclamaron por sus salarios.
En el marco de la pandemia, los trabajadores de la salud han denunciado la falta de insumos de bioseguridad. El reclamo ha sido constante y hay centros, como el Hospital del Tórax en Tegucigalpa y el Hospital del Sur en Choluteca, que han emprendido campañas para recibir donaciones para que sus trabajadores puedan protegerse de la forma adecuada. En la última semana de junio, 170 empleados de diferentes áreas del Hospital Escuela fueron retirados como sospechosos de COVID-19.
De acuerdo a estadísticas ofrecidas por la Secretaría de Salud, desde el comienzo de la pandemia en marzo hasta finales de junio, 1,221 trabajadores de la salud se habían contagiado. De las muertes, la SESAL no ha ofrecido una cifra oficial pero se conoció de varios médicos, como Denisse Murillo, Alexis Reyes (San Pedro Sula) y Julio Licona, que fallecieron por COVID-19.
Mañana la espera volverá
Es mediodía y la humedad de San Pedro Sula es sofocante. Con su mascarilla azul, paraguas y una mirada triste, nos encontramos a doña Julia. Hace cuatro días trajo al hospital a uno de sus 12 hermanos. Es el menor de la numerosa familia, tiene 44 años, es diabético y padece Síndrome de Down.
Llamadas, mensajes, esperanzas, oraciones, repudio…todo se conjuga en aquella calle. Hay dudas y hay reclamos. Hay sonrisas opacas, pero también lágrimas.
Allí está Esmeralda con su hermano. Ellos vienen de Choloma y esperan que su madre recién ingresada salga bien librada de la batalla. Hasta el momento ellos no tienen el resultado positivo de COVID-19, pero su progenitora está en una sala para tratar a pacientes víctimas de la pandemia. La señora tiene 65 años y fue ingresada el 30 de junio. Es diabética, pero ellos aseguran que no es positiva de coronavirus. «Creo que ella no tiene» se plantea su hija.
El reloj está por marcar la 1:00 p.m. y una enferma es ingresada en brazos al centro de atención. Su condición es delicada. Dos de los presentes ayudan a los familiares a cargarla. Ellos esperan que salga por el mismo portón, el de la vida.
Una hora más tarde, una persona es trasladada a la unidad estabilizadora ubicada en el Gimnasio Municipal para continuar con su recuperación. Todavía no ha ganado la guerra, pero ya venció varias batallas. La instalación deportiva fue acondicionada por la alcaldía sampedrana para recibir a pacientes menos complicados. Una de las pocas buenas noticias del día.
Por la tarde, dos cuerpos más fueron entregados a sus familiares. Salen directo al cementerio y son acompañados por la Policía Militar. Hay tres familias más que esperan por los restos de sus seres queridos, que no serán entregados hasta la mañana siguiente.
Entre los que esperan está un hombre de unos 30 años. Viste camisa de un equipo de fútbol de la Liga de España y toma refresco. Acompañó a su esposa para reclamar el cuerpo de su hermano, Douglas, quien tenía 19 años y llegó con un dolor de cabeza, según afirma su familiar. Estuvo siete días en el hospital y murió.
Ser testigos de tanta muerte e incertidumbre hace que los rumores sean parte de la nueva cotidianidad de estas familias. Esmeralda, quien espera por su madre de 65 años, cuenta que hace un par de noches una mujer hablaba por teléfono con su esposo quien estaba internado en el hospital. Al otro lado del auricular, el hombre le dijo que estaba bien. Ella colgó tranquila. Minutos más tarde fue llamada al mismo celular, su cónyuge había muerto.
Sin embargo, estas familias también han sido testigos de la vida. Dos madres se marcharon a casa con sus recién nacidos en brazos. El hospital aplica una prueba para descartar la presencia de COVID-19. Paradójicamente, el lugar donde se están perdiendo muchas vidas, también recibe a muchos que ven el brillo de la luz por primera vez.
A las 3:00 p.m. quedan muy pocos familiares en las afueras del Hospital Leonardo Martínez Valenzuela. Se van cansados y hambrientos, pero con la esperanza de que su ser querido salga por la puerta de la vida. Si sale por el otro lado ni siquiera podrán verlo. Nadie quiere esperar en ese portón.
2 comentarios en “Esperando la vida y la muerte en un hospital de San Pedro Sula ”
Parece un fragmento sacado de la divina comedia de Dante alighieri en una cámara del infierno donde el sufrimiento no acaba y se convierte en diferentes facetas como un monstruo de mil cabezas qué triste la situación en la que hemos caído y especialmente los sampedranos donde su gente trabaja día a día para producir riqueza riqueza que no no es retribuida ni siquiera en un trato mínimo de dignidad para atender esta gran situación de emergencia sanitaria la pregunta es donde está el dinero donde están hospitales móviles porque no se habilitan el centro cívico y otra instalaciones que podrían servir si eso está construido con dinero nuestros porque porque porque
Objetivo reportaje.les abrazo compañeros Allan y Deiby.
Cuidense mucho. Conociendo su ética y calidad profesional, deseo sigan con la verdad, así se crea y fortalece conciencia en nuestro pueblo .
Un fraternal abrazo