Distopía urbana: pensar, sentir, habitar en tiempos de COVID-19

La ciudad abre un gran abanico de temas que podemos abordar desde la óptica espacial, social y sensorial. Como urbanistas, profundizamos en la observación cualitativa y análisis de datos cuantitativos en la categoría pública, semipública y privada; profundizamos en conceptos que no solo encierra el estado físico del sujeto, también el comportamental.  Ahora, ¿cómo ha funcionado la ciudad en tiempos de la COVID-19?, ¿existe un exceso de información que nos ha vuelto paranoicos a todos?

En los últimos tres meses, el COVID-19 se ha desarrollado de manera rápida en casi todos los rincones del mundo. Se contabilizan alrededor de 192 países con casos confirmados hasta el pasado martes 31 de marzo de 2020, según los medios de comunicación.  Hasta el momento ha causado más de 38,000 muertes y los números cada día crecen exponencialmente.  Como medidas de seguridad, varios países del mundo están decretando distanciamiento social y cuarentenas para no propagar más el virus afectando en gran medida como experimentamos la urbe. 

El arquitecto español Ildefons Cerda, utilizó por primera vez en 1859 las palabras urbanismo y urbanista. Dichas palabras surgieron por la necesidad de una comprensión propia de las ciudades. Las crisis económicas y los problemas en la salud pública llevaron a repensar la estructura de las ciudades, partiendo de que las enfermedades afectan tanto a ricos como pobres. Las pestes fueron grandes amenazas en las ciudades, por ejemplo, la Peste negra disminuyó un tercio de la población europea en la Edad Media. Los primeros urbanistas que intentaron enfrentar estos problemas de salud no fueron los médicos, fueron los ingenieros. La ingeniería civil no era solamente la construcción de puentes y edificios elegantes, su labor era de prevención al mejorar la calidad de vida de los usuarios a través de la higienización del espacio.

Actualmente, desarrollo investigaciones psicogeográficas en el campo latinoamericano. La psicogeografía es un concepto que surgió en Francia después de la segunda guerra mundial y fue impulsado por el Movimiento Situacionista Internacional a mediados de los años 40, como una crítica hecha por artistas, revolucionarios e intelectuales hacia el nuevo urbanismo europeo, clasificado como monótono, capitalista y fragmentado. La psicogeografía se encarga de estudiar la ciudad con base en la experiencia del sujeto; liga el espacio, la emoción y el comportamiento en una misma cartografía. En la actualidad estoy realizando estudios a través de la semiótica en la imagen y memoria: la creación de The Kittynet (@thekittynet), una plataforma de intercambio multidisciplinar en mi kitnet o apartamento monoambiente con el uso de herramientas tecnológicas; y el estudio de cartografías emocionales en barrios y calles surgidos en la época moderna.

 El pasado 4 de marzo cumplí 2 años viviendo en Brasil. A lo largo de este tiempo he viajado, observado y experimentado rutinas de la cultura brasileña. Hace menos de un mes, las calles se apoderaron del aclamado Carnaval, la mayor fiesta en Brasil y el mayor atractivo para turistas de todo el mundo. Se celebra desde el siglo XVI cuando los portugueses conquistaron el territorio suramericano. Para el siglo XX, la popularidad de la fiesta contribuyó al surgimiento de nuevas escuelas de baile y música, ya que estas instituciones juegan un papel indispensable en la preparación del Carnaval.

Con la apropiación de los espacios públicos: parques, calles y plazas, El Carnaval cumplió un importante rol en la economía, turismo y actividades sociales en todo Brasil. Idea semejante a los escritos del filósofo Henri Lefebvre, a finales de los años cincuenta, que retratan estos comportamientos lúdico-constructivos con lo que él llamaba La fête o la fiesta. La festividad funcionaba como un rechazo radical de la sociedad capitalista alias «el uso eminente de la ciudad», que elude toda lógica productiva, en la que todos puedan participar.  Con esto surgió ese momento en el que las personas identifican la calle como casa, como oficina, como una extensión espacial de su día a día.  Para el antropólogo norteamericano Geertz, «las calles sirven como referencias definitorias a los límites de un territorio, son unidades de gran importancia para quienes saben cómo reconocerlas […] Las calles forman un continente, mapean y organizan contenido de actividades. Una calle es un universo de múltiples eventos y relaciones».

Carnaval 2020, Rio de Janeiro, Brasil. Fotografía: Gabriela Zúniga Fu.

Según la Alcaldía de la ciudad de Río de Janeiro, se recibieron alrededor de 1.9 millones de turistas en el pasado Carnaval 2020. La fiesta recibió una inversión gubernamental de alrededor de 100 millones de Reales (aproximadamente 20 millones de dólares) que fueron destinados a tour operadoras, pago de blocos o desfiles y mejoramiento del espacio público y salubre. En menos de 3 semanas, lo que era descrito como fiesta, baile y libertad se convirtió en paranoia, sedentarismo y aislamiento. ¡Llegó el minuto 33 de la película, ese momento donde todo sale del control y la dinámica de nuestra vida cambia! 

Para el 19 de marzo, los departamentos de salud estatales publicaron 534 casos confirmados de COVID-19 en 20 estados de Brasil, con 6 víctimas mortales. Se decretaron distanciamientos sociales a través del cierre de actividades escolares, comerciales y eventos deportivos, conciertos, ferias, manifestaciones, marchas, entre otros. Estos distanciamientos se establecieron con el fin de minimizar el contacto con las personas y mantener una distancia de al menos 2 metros entre uno y el otro. Lo anterior conllevó a evitar el transporte público, limitar los viajes, trabajar en casa. Esta estrategia salvó miles de vidas  durante la pandemia de gripe española de 1918, de igual manera que en la Ciudad de México durante la pandemia de gripe de 2009. Sin embargo, la pandemia de la COVID-19 nos está haciendo reflexionar y especular sobre el futuro de las relaciones laborales y sociales en el mundo. Millones de personas se han visto obligadas a trabajar desde casa, uniéndose a un número reducido de personas que antes lo han hecho por elección o por conveniencia. 

Los nuevos modelos de negocio, como el freelance o independiente, han beneficiado a miles de personas para poder movilizarse y agendar sus actividades con base en sus necesidades y tiempos. Sin embargo, es una economía incierta, ya que este modelo no permite contar con beneficios como los seguros de salud o un fondo de reserva monetario, entre otros. Si lo llevamos al campo de las artes: la música, la danza, pintura, fotografía y video, han sido algunas de las actividades capitalizadas en el espacio público (plazas, parques, calles) o semipúblicos (bares, restaurantes, centros comerciales). Con el surgimiento de la COVID-19, artistas, artesanos y otras economías independientes han sido brutalmente afectadas con la cancelación de sus actividades.

Por otro lado, la revolución tecnológica y la transformación de los medios de creación, han tenido un profundo impacto en nuestra forma de vida y relaciones laborales, causando cambios categóricos en la forma en que nos relacionamos.  Construimos mundos virtuales para reemplazar un mundo físico en problemas.  Cada día las herramientas digitales nos facilitan nuevas plataformas para la gestión de la información y procesamientos de grandes cantidades de datos. Además, ayudan a ofrecer nuevos servicios y comunicaciones en el entorno urbano. Sin embargo, el exceso de noticias e información ha llevado al ser humano a una falta de control e inseguridad. La difusión noticias falsas viraliza informaciones sensacionalistas que tienden a desestabilizar emocionalmente a quienes consumimos estas noticias. 

Debido a este aislamiento, somos impedidos a realizar nuestras actividades exteriores y tener contacto directo con gran cantidad de personas, causando signos que van desde el aburrimiento hasta la soledad, incluidos ataques de ira, intolerancia y agresión. En este escenario pandémico, los arquitectos y creativos estamos siendo impulsados ​​a buscar respuestas a nuevos desafíos, reinventando las tipologías tradicionales de espacios de vida y trabajo y cuestionamos la división espacial tradicional entre estas dos áreas.  El manejo de recursos físicos y digitales abre puertas a nuevas políticas sociales, por lo que es necesario un soporte comunitario y multidisciplinar para que estas plataformas se sostengan.

LA VIDA EN INTERIOR

El humano debe estar integrado a la naturaleza, y provocar lugares dedicados al pensamiento.

Transformaciones de mi kitnet / monoambiente. Escenario de The Kittynet

Estudios han demostrado que pasamos alrededor del 87% de nuestras vidas en espacios interiores, ya sea en casa o en el trabajo. Si bien es cierto, los interiores agradables pueden influir positivamente en el estado de ánimo y el bienestar de sus ocupantes, los lugares poco iluminados e incómodos pueden producir efectos psicológicos desfavorables. Es por eso la importancia de espacios bien ventilados e iluminados, ya sea iluminación artificial o natural, uso de diferentes colores, texturas y materiales de construcción, integración de vegetación y otros aspectos que influyen en las sensaciones espaciales. 

El diseño de viviendas es un problema que parece simple, pero es de los temas más antiguos desde la formación del ser humano. Es posible escribir la historia de la civilización, desde los inicios del hombre primitivo hasta la actualidad, analizando únicamente la evolución de las formas de vida. Para Le Corbusier, la arquitectura de residencia es el producto inmediato del instinto humano y cada día nuevas estructuras de convivencia son ejecutadas. La mala arquitectura, construcciones mediocres y situaciones de aislamiento en que vivimos en la actualidad ha elevado las tasas de depresión y suicidio, incluso en los nuevos y ordenados edificios. Los signos de desconexión social, individualismo y apatía son resultados de una mala planificación urbana y de una economía elitista. Además, la negligencia en relación con los ancianos y el abandono de los abuelos tomó tales proporciones que los gobiernos lo declararon un delito punible. Como urbanistas debemos ir a favor de la salud física-mental en nombre de la justicia.

En términos psicoanalíticos, la persona que está aislada quiere eliminar aquel sentimiento de vulnerabilidad y exposición. Pensar, sentir y habitar nunca es estático. El psicólogo William James y el filósofo Henri Bergson, pioneros de estudios de la consciencia, acreditan que los estados mentales no son bloques sólidos o imágenes fijas. La atención de individuo se disloca de manera constante saltando entre recuerdos y otros cuadros que son absorbidos sensorialmente por el cuerpo. 

Los cambios urbanos, climáticos y salubres son en gran medida causados por la imprudencia humana. Correspondería aprovechar este tiempo de cuarentena para reflexionar y concientizar sobre una ética más humana, humilde y solidaria para evitar futuras crisis. En el griego antiguo, la palabra krisis significaba tomar una decisión cuando las situaciones llegaban a un punto que no podían ser evitadas. Los grandes pensadores, filósofos y meditadores fomentaban el hábito de la resiliencia para decidir con calma qué acciones tomar en momentos de histeria y terror. Con la resiliencia se promueve buscar la recuperación de las ciudades a través del arte de la reconfiguración. 

Sobre
Tegucigalpa, 1991. Arquitecta, urbanista y fotógrafa. Actualmente reside en Brasil, donde realiza investigaciones sobre psicogeografía.
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Escritora, no labora en Contracorriente desde 2022.
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1 comentario en “Distopía urbana: pensar, sentir, habitar en tiempos de COVID-19”

  1. OSCAR JOSUE VARELA ZUNIGA

    Da una apertura al análisis cultural y la influencia artística en contra de un sistema capitalista donde los limites de las clases sociales son definidas por las calles y los pasajes en donde diferentes personas de distintas clases sociales transitan y coexisten, que sera después de esta pandemia que sera del mundo urbano y mas importante aun que sera de la sociedad humana que sobreviva y como esta se vera impactada ante un eminente cambio de economía, el colapso del sistema bancario y de salud y el fin del sistema neo liberal y el comienzo de una nueva sociedad marcado por un profundo dolor ante tal situación

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