Muchas y muchos tendremos memorias de visitar el mercado junto a nuestras madres, abuelas o tías. Entre ruidos, olores y colores aprendimos cómo comprar, qué cosas comprar, distinguir entre lo vital y el lujo, aprendimos que allí se construyen comunidades donde el sentido y respeto por la preservación de la vida son una expresión de amor. Los mercados son espacios de apropiación e identidad cultural que cohesionan a pobladores, son espacios con realidades dolorosas, espacios cargados de tradiciones e historias que permanecen.
El año pasado, el Colectivo Culturas Vivas, un equipo de graffiteros – muralistas de Tegucigalpa, intervino artísticamente en diferentes espacios en uno de los mercados urbanos más populares de Comayagüela: el «Mercado Mama Chepa».
Los murales retratan a las matriarcas en los mercados y la mirada de la niñez en estos espacios. El arte público construye un lenguaje en lugares donde lo que fue una pared en blanco, ahora representa la cotidianidad de nuestra gente en los mercados. El Colectivo Culturas Vivas reivindica a través del arte público los derechos ciudadanos y el cese a las represiones violentas, el hostigamiento y la incautación de bienes por parte de los entes de seguridad, todo en vías de crear espacios generosos para el trabajo digno de las y los comerciantes en los mercados.
Miles de mujeres hondureñas se despiertan desde las primeras horas del día, se preparan, ajustan su delantal a la altura de su cintura y salen de su vivienda con una sola finalidad: llegar al mercado y comercializar diferentes productos en búsqueda del sustento económico para ellas y su familia.
La mayoría de ellas empezaron como comerciantes en los mercados desde su infancia, algunas llegaron en su adolescencia, y existen otras que han llegado como comerciantes ambulantes en su adultez. Ya en el mercado, enfrentan los desafíos de Comayagüela: la sofocación por un espacio de trabajo en un lugar sobrepoblado y reducido que iguala a la lucha diaria por el sostenimiento de una vivienda, diversas agresiones con un rango elevado de violencia en todos los sentidos por parte de los transeúntes y demás vendedores. Estas mujeres son víctimas del olvido por parte del Estado hondureño ya que no existen políticas públicas que mejoren las condiciones de vida de los comerciantes en los mercados. Estas mujeres, en gran medida, tienen que enfrentarse solas a diferentes peligros y sobre todo a la tremenda carga que llevan sobre sus cestos: sobrevivir cada día.
La economía de nuestros mercados está en manos de mujeres, cuyos saberes pasan de madres y padres a hijas, hijos y allegados, provenientes de familias de aldeas y pueblos del interior del país, barrios urbanos de Tegucigalpa y Comayagüela. A pesar de la resistencia, tanto individual como colectiva, de las mujeres, de los hombres, de los niños y niñas de los mercados, no se puede subestimar el sufrimiento humano que deja como experiencia el empobrecimiento y la violencia económica.
En esta ocasión uno de los murales lleva el rostro de Doña Julieta, la antigua propietaria del Mercado Mamachepa. Según datos históricos adquirió este espacio entre los años 1940 y 1950. Muy poco se conoce de la historia de este espacio, fue construido en los años veinte del siglo pasado y remodelado hace unos pocos meses. En los murales, como simbología general, se empleó una fusión entre las popularmente conocidas «Flores de muerto» y los girasoles, como una representación del contraste de las realidades: nacer, florecer y morir.
Otro de los murales destaca el rol materno de las mujeres comerciantes que trabajan en los mercados, mujeres en condiciones de baja escolaridad, juventudes sin ningún conocimiento de educación sexual y por ende con dependencias económicas. En muchos casos, lamentablemente, son madres adolescentes, son mujeres que retan las normas sociales, los estereotipos de la maternidad y el trabajo, las desigualdades que estructuralmente e institucionalmente las han mantenido marginadas, son mujeres generadoras de su propio empleo, vendiendo en los espacios públicos a pesar de la exclusión social y discriminación que viven a diario. Especialmente se dedicó un mural en representación de todas las madres que luchan día a día en los mercados, por esas madres que desde estos contextos nos enseñan a ser con los otros, a luchar por un mundo más equitativo.
Las niñas y niños se ven obligados a trabajar en ocupaciones altamente peligrosas para su salud física y psicológica, estando en una situación de desprotección absoluta, todo esto ligado especialmente con el empobrecimiento en ascenso en los hogares de nuestro país.
«Pintando en el mercado, compartimos espacios de diálogo y pintura con los niños y niñas (hijos e hijas de vendedoras), niños que se dedican a la venta callejera. Los primeros acercamientos fueron momentos de inseguridad para ellos, luego de compartir saberes y pinturas, derribamos esa inseguridad de los primeros momentos, comenzaron a pintar con mayor confianza y entusiasmo. Las madres, los niños y algunos transeúntes nos comunicaron que hasta ese punto de vida no habían tenido interacción alguna con el arte. Algunas de las madres vendedoras deseaban obtener referencias de instituciones públicas en las que los niños y las niñas puedan asistir y ser educados a través del arte, y nuestra referencia más cercana fue Piloto 7/14, organización dedicada a la promoción artística educativa, cerca del teatro Manuel Bonilla», Colectivo Culturas Vivas.
El Colectivo artístico reivindica la exigencia y promoción de los derechos educacionales y culturales que el Estado hondureño ha mutilado a través de los años en nuestras realidades. La niñez es el grupo principal en la transmisión oral de la cultura popular. Estamos llamados a fomentar la comunicación y la relación entre ellos.