Imaginen a un presidente que dice ser ungido por Dios y que controla todo el poder del Estado (de los tres organismos que supuestamente son independientes). Un presidente que ha dado a las Fuerzas Armadas acceso, potestad y presupuesto para desarrollar proyectos sociales en el sistema educativo y en la producción agrícola (además de la seguridad pública, lo que es inconstitucional, y de obras permanentes de infraestructura en momentos de crisis). Un poder, que bajo bendición, le ha dado a los militares para tener control del campo, donde se pueden detener el descontento de la mayor parte de la población en un país eminentemente rural, donde se puede generar una reserva que le permita tener relevos, una base que pelee para defender el orden establecido.
«Fusiles y frijoles» se llamó en Guatemala en 1982, quizá a ustedes que se lo imaginaron les pareció muy local y actual. Este programa de control social fue implementado por el dictador Efraín Ríos Montt, condenado por genocidio en Guatemala, como estrategia contrainsurgente. Los militares y el Ministerio de Defensa, manejaban los fondos agrícolas, porque el hambre también puede conducir a muchos a defender un gobierno ilegítimo. Esta es una lección cercana que aprendió el actual gobierno hondureño o tal vez, sin saberlo, emuló.
El decreto ejecutivo número PCM 052-2019 que el periódico de circulación nacional, El Heraldo, dio a conocer esta semana, donde manda a crear el Programa de Desarrollo Agrícola de Honduras (PDAH) adscrito a la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), ha generado debate sobre el poder de las Fuerzas Armadas en el contexto de inestabilidad que vive Honduras actualmente. El juicio de Nueva York, los casos por corrupción de funcionarios públicos, las huelgas policiales, las especulaciones sobre golpe de Estado o intervención militar ante una posible interrupción del mandato presidencial, han generado una crisis política que se arregla como todo en ese medio: más dinero para mitigar la mayor amenaza, la que representa tener al aliado más poderoso de tu lado. Un PCM es la mejor manera de hacerlo en un orden de cosas: la legislación desde el presidente, las decisiones unilaterales, la voz del mandamás.
Que las Fuerzas Armadas manejen fondos para alimentación ha generado escándalo en las voces opositoras, aunque no sería algo muy nuevo que los militares hagan no solo las tareas para las cuales son entrenados. Desde hace ya casi 10 años, las Fuerzas Armadas manejan fondos de manera secreta para un programa social llamado Guardianes de la patria, que se ha infiltrado en el sistema educativo y que es imposible de auditar, ya que tanto su currícula como su presupuesto es información reservada*. Un programa educativo determinado como información reservada contradice todo principio democrático.
Cada año son 25 mil niños beneficiarios de este programa que bien podría funcionar desde la Universidad Nacional, porque son voluntarios de esta universidad quienes dan las charlas, o desde la Dirección Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia porque se trata de niñas y niños en «riesgo social», o desde la Secretaría de Educación porque se realiza en los centros de educación pública. Sin embargo, lo manejan las Fuerzas Armadas, y para 2020 el presupuesto nacional de la república ha reducido en el gasto público las transferencias a las instituciones que arriba mencionamos para engrosar el presupuesto de gastos militares.
Hace 10 años, cuando ocurrió el golpe de Estado, se aceleró el proceso de militarización del país, y no hablamos solo de los militares en las calles, reprimiendo protestas, realizando acciones policiales, dirigiendo fuerzas de seguridad contra el crimen organizado, sino que también hablamos de los militares involucrados en lo más cotidiano: realizando jornadas de oración, haciendo trabajos sociales que les permite limpiar su imagen ante la ciudadanía y sobre todo que a nivel internacional no se hable de una dictadura militar, que se diga que Honduras es siempre democrática y hasta cristiana y con valores, aunque todo indique lo contrario. Aunque ya el país no retenga a su gente. Aunque el terror diario impere. Aunque los fusiles y los frijoles se junten para tutelar una democracia enferma y mantener a la sociedad controlada, en la ficción de que aprende a volar dentro de una jaula.
*Al cierre de este editorial, esperamos respuesta del recurso de revisión interpuesto ante el Instituto de Acceso a la Información Pública sobre las razones de la reserva de información solicitada.