Publicado originalmente en (Casi) Literal
Un país sin arte es el reflejo de un pueblo sin espíritu. El poeta y crítico literario italiano Arturo Graf decía que «el arte es la crítica de la realidad»; realidad que en Honduras es pintada con los colores del partido de turno.
Hace algunos días tuve el placer de leer en un periódico de mi país que la fotógrafa y artista visual Heleci Ramírez —gran amiga de muchos años—, junto con Gabriel Vallecillo, ganó el Premio del Público en el II Festival de la Luz en Vanguardias de Salamanca, España. Ramírez y Vallecillo participaron por segunda ocasión en este festival en la categoría de video mapping con la obra «Xibalbá». Video mapping es una técnica que consistente en proyectar imágenes sobre superficies reales, generalmente inanimadas, para conseguir efectos de movimiento en tercera dimensión.
La noticia me alegró mucho y al mismo tiempo me llenó de coraje, les explico por qué: el primer año (2016) en que artistas hondureños participaron en este festival fue a nivel personal, ya que no contaron con ningún tipo de apoyo por parte del sector privado y mucho menos del gobierno de Honduras. Pese a esto, la cancillería hondureña extendió un comunicado presumiendo la participación de los artistas y exponiéndolos como un logro del gobierno de turno. Esto no solo fue falso sino además una gran injusticia. La promoción de las artes en Honduras es cada día menor, y para colmo bajo el gobierno de Juan Orlando Hernández, el Ministerio de Cultura, Artes y Deportes —que por cierto, ya contaba con un mínimo presupuesto destinado a las artes— pasó de ser un ministerio a convertirse en una dirección que ahora, estratégicamente, depende de la Casa de Gobierno.
Hace un par de años se creó en Honduras la «Marca País», que a simple vista pareciera una campaña innovadora del actual gobierno que fomenta la buena imagen de la nación a través de personalidades hondureñas destacadas, aunque en realidad esta estrategia tiene poco de innovadora ya que esta misma idea ha sido empleada desde hace mucho tiempo en diferentes países como México, Perú y España. No obstante, la iniciativa es muy buena aunque el problema es el mismo de siempre: el objetivo debajo del objetivo.
Si bien es cierto que la principal razón de «Marca País» es, por decirlo de forma sencilla, promover lo bueno de Honduras a nivel internacional con el objetivo de incrementar el turismo, la verdad pareciera ser otra. La marca ha venido utilizándose como una herramienta más para impulsar la imagen del presidente Hernández, lo cual no solo es inaceptable sino además arriesgado, sobre todo cuando este busca la permanencia ilegítima en el poder. Ser invitado para convertirse en embajador de «Marca País» debería ser motivo de orgullo para cualquier hondureño, sin embargo, para muchos artistas y hasta deportistas no es así. Existe un miedo a ser parte de ese selecto grupo de ciudadanos que con intención o sin ella han prestado su imagen a este juego político.
Este repentino interés por las artes es mezquino en un país que las ha adolecido desde siempre. En 2004, por mencionar un ejemplo más, el gobierno de turno —que curiosamente era del mismo partido político del actual— tomó la decisión de cancelar la partida presupuestaria destinada para la Orquesta Sinfónica Nacional, que para ese entonces era considerada como una de las mejores de la región centroamericana. Silenciaron la orquesta a pesar del esfuerzo de los músicos por mantener vivo el proyecto. De la Orquesta Sinfónica Nacional no quedó más que un recuerdo que la cineasta Laura Bermúdez denunció en el bien logrado documental La orquesta que murió en silencio. Trece años después el gobierno continúa sin proveer fondos para reactivarla.
“La marca ha venido utilizándose como una herramienta más para impulsar la imagen del presidente Hernández, lo cual no solo es inaceptable sino además arriesgado, sobre todo cuando este busca la permanencia ilegítima en el poder”-Mario Ramos.
El «apoyo» a las artes en Honduras es lamentable. No solo por parte del gobierno sino también de la empresa privada e incluso de los ciudadanos en general. Las artes son mucho más que un hobby o distracción. La escasa ayuda que reciben los artistas en Honduras es vergonzosa, razón por la que muchos de ellos deben emigrar para lograr los sueños que tiempo después —cuando los llegan a realizar— son presumidos por el gobierno con absoluto descaro y sin ningún tipo de vergüenza. Entre muchas cosas, el arte nos vuelve sensibles y Honduras necesita alimentarse un poco más de este sentimiento para salir del hoyo en que se ha hundido.
Mario Ramos (Tegucigalpa, 1977). Fotógrafo, productor de televisión y cineasta hondureño ganador del premio EMMY en 2016.