Balas cruceadas
Junto al camino real que conduce hacia Tierras Coloradas, la cruz del finado Casio ya solo asoma los hombros de puro sumergida en un túmulo de piedras, que crece indefinidamente por obra y gracia de la piedad cristiana, pues cada quien que pasa por allí se cree obligado a arrojar sobre el montón un guijarro más, en sufragio al alma del difunto. Y la cruz, con sus brazos extendidos, de más bien la idea de ser un náufrago que está pidiendo auxilio en medio de aquel mar de soledad.