
Todas las veces que reencarné
Texto: Josselyn Estrada Ilustración: Pixabay Mi nombre es «Ella», me tocó crecer y vivir en una de las ciudades más peligrosas de mi país, una
Texto: Josselyn Estrada Ilustración: Pixabay Mi nombre es «Ella», me tocó crecer y vivir en una de las ciudades más peligrosas de mi país, una
. La mayoría de sus casas, en alguna época bares y lupanares, se encontraban abandonadas, con paredes resquebrajadas y amontonados sus cimientos de monte seco y basura.
Don Cosme estaba seguro de que moriría el 17 de noviembre de 1963, así que un par de meses antes se preparó para ello. Como si se tratara de una boda o de otra celebración, convocó a sus familiares y amigos cercanos. Nadie lo tomó por broma o locura debido a la exactitud con la que predecía los acontecimientos familiares, incluso las muertes. Nunca se supo en qué se basaba don Cosme, pero no tenía la costumbre de fallar.
Este cuento forma parte de los textos inéditos de Jorge Federico Travieso.
La verdadera Cenicienta se levanta de la camilla. Está atontada y respira con dificultad. Los bomberos llegaron a tiempo para rescatarla de las cenizas de su casa. Entre el enjambre de latas, cartón y madera chamuscada han de hallarse los cuerpos calcinados de sus dos hermanas; pero la verdadera Cenicienta ya no hace por acercarse a mirar.
Como parodia del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), The Boys hace sus deberes mostrando una visión «adulta y madura» del género de superhéroe y pone en tela de juicio las consecuencias de mega corporaciones detrás de un poder absoluto e invencible. Tiene tiempo para hablar sobre la radicalización de personas hacia extremos conservadores a través de fake news, y casi todos los personajes en The Boys se desarrollan al recordar o pensar en sus padres.
«¡Jueputa, jueputa, jueputa!», fueron las tres primeras palabras que pronunció don Ricardo años después de aquel accidente automovilístico que lo dejó mudo y parapléjico, que lo aisló del mundo como si estuviera en coma.
Texto: Jorge Luis Oviedo Ilustración: Pixabay El lobo pastor de ovejas Un lobo, como muy bien se sabe, hace mucho tiempo, se quiso pasar de
Texto: Xavier PanchaméIlustración: Pixabay Sin un rescoldo de cariño, Jimena se marchó de la ciudad. Se puso los mitones azules para despistar a los avergonzados
Las dos casas habían establecido una vecindad especial, determinada por el sello peculiar de aquella ciudad que sube siempre en busca de aire respirable. Una era achaparrada, tal si hubiera doblado el espinazo para arrebujarse en modesto chal. La otra se erguía con la firmeza erecta de un pequeño bastión que defiende comodidades burguesas. La más alta dominaba el lugar con aplastante predominio. Sus muros asomaban sobre el patio de la vecina, viendo con despectivo soslayo el pequeño mundo que allí se agitaba.
Texto: Alejandro Carrasco Ilustración: Pixabay La noche antes de morir, Álvaro me escribió al WhatsApp: «No pude terminar el cuento». Le contesté que lo habláramos
Todos asistían a las representaciones, no por el interés de escuchar las palabras codificadas en computadoras que los jefes del teatro habían dado a los artistas, sino para ver cómo cada día el personaje principal iba perdiendo sus movimientos originales, sus palabras claras, sus facciones auténticas, su olor a trabajo de campo o fábrica antigua de habitantes terminados.
El jueves la esposa llegó a visitarlo alrededor de las diez de la mañana. Saludó de mal genio, con gesto arrogante, viendo a los trabajadores por encima del hombro.
Paul era un chico simpático que vivía con sus padres y sus dos hermanos, eran una familia muy unida. Residían en las afueras de la ciudad, por aquello de la comodidad que permite estar cerca de zonas boscosas y alejadas del ruido insano de los motores de los vehículos en la ciudad. A pesar de eso, no eran del todo felices.
Junto al camino real que conduce hacia Tierras Coloradas, la cruz del finado Casio ya solo asoma los hombros de puro sumergida en un túmulo de piedras, que crece indefinidamente por obra y gracia de la piedad cristiana, pues cada quien que pasa por allí se cree obligado a arrojar sobre el montón un guijarro más, en sufragio al alma del difunto. Y la cruz, con sus brazos extendidos, de más bien la idea de ser un náufrago que está pidiendo auxilio en medio de aquel mar de soledad.
La fundación Heinrich Böll Stiftung ( HBS) Oficina San Salvador presentó el miércoles 13 de julio de 2022 en el hotel Plaza Juan Carlos, el libro DiscrimiNaciones Migrantes, esta obra colecciona la materialización artística de lo que significa la migración forzada desde la perspectiva de distintos artistas que tuvieron que dejar sus países. Desde la poesía, la fotografía, la pintura, la música o lo audiovisual, los exiliados exploran qué significa dejar «la madre patria».
Tres meses después de su lanzamiento ha vendido 13.4 millones de copias, superando en ventas a franquicias populares como Call of Duty y FIFA. Hidetaka Miyazaki y FromSoftware han escalado una tierra de gigantes para verse cada vez más fuertes y respetables en una industria plagada por las micro transacciones y proyectos que salen a la venta sin haber tenido el debido tiempo de desarrollo.
Texto: Dar Barahona Ilustración: Pixabay «Hay quienes se consideran perfectos, pero es sólo porque exigen menos de sí mismos». H.H. «¡Te voy a azezinar!», así
Mr. John llegó al anochecer a la choza campesina de Leuterio. Dos enormes canes le seguían con ojo avizor y más detrás dos acompañantes indígenas. La primitiva vivienda de Leuterio la constituía un corredor pequeño y una enorme habitación que tenía el triple uso de dormitorio, cocina y sala de recibo.
Lideni, del pueblo indígena Lenca, fue exiliada durante dos años junto a su familia después de que su madre recibiera una orden de alejamiento por habitar en Tierras del Padre, su comunidad en Honduras. Lideni regresó, pero después de tres intentos de desalojo, el miedo de perder sus tierras y alejarse otra vez de sus jardines, cultivos y amigos, continúa. Esta historia fue coproducida entre Agenda Propia y Contracorriente.
Julio Prado, abogado y escritor guatemalteco, presentó el 13 de junio de 2022 la novela La noche viene sin ti (Alfaguara, 2022), que revela algunas de sus vivencias como fiscal en casos reales de adopciones ilegales en Guatemala.
Me gusta tener pesadillas. De esas en las que tenés que despertar varias veces antes de despertarte de verdad. Entre más oscuras y perturbadoras, mejor.
«Anariba es poseedor de un estilo muy particular: es un narrador que parodia, que trastoca, con maestría en la ironía y el humor», dice Emma Matute del Cid, licenciada en Literatura por la UPNFM y máster en Literatura Hispanoamericana por Tulane University, en el prólogo que forma parte de este manuscrito.
Porque una huella, cuenta algo, dice y ha dicho algo; si se pudieran reunir todas la huellas hechas por la humanidad y unirlas desde el comienzo de los tiempos, se podría contar la historia del mundo probablemente con más exactitud de la que hemos conocido por la información de geólogos, arqueólogos y científicos dedicados a reunir datos y hacer un eslabón en su carrera y para sus colegas.
Este cuento forma parte de Antología personal. Cincuenta años de cuentos (1963-2013), Océano, 2017, y se reproduce con la autorización y gentileza de su autor.
Sentía que su corazón también estaba partido por el surco de la desesperanza y, sobre todo, por lo que ella creía que era el desamor.
La casa del salón de los pilares (Mimalapalabra 2022), primer libro de cuentos de Dago Aspra, se compone de 17 relatos cortos, en su mayoría fantásticos. En este mundo acelerado, llama la atención cómo la novela sigue teniendo más demanda cuando existen cuentos, como los de esta ópera prima, que podrías terminarlos antes de que el segundero del semáforo acabe con su cuenta regresiva, como en «Semáforo de las seis», una narración de suspense que resultará significativa para cualquier capitalino que haya manejado por Tegucigalpa en horas pico.
Texto: Jorge Medina Ilustración: Pixabay El hombre recobró la energía de sus músculos y se levantó de la cama. Su mujer había encendido el fuego
Cuando ella le llevó el almuerzo —un plato de cocido hecho de prisa— aguardaba él a la reja, agarradas las manos a los barrotes. Era un mocetón membrudo, tirando a rojo, de mandíbulas fuertes, velloso como un perro de aguas, de barba viril. Un macho como pocos.
Esta mujer había tenido una historia galante de placer y de pecado. Corrió mucho mundo. Fue amada por magnates porque ella sabía mantener siempre rebosante la copa de las tentaciones, y más de alguno perdió su cordura en el abismo de los ojos verdes de doña Leonor.
No estaba entre mis intenciones estallar en exabruptos imprudentes provocados por los celos. Yo no era esa clase de hombre. Siempre dejaba que las cosas tomaran su curso y que cayeran por su propio peso, como una piedra arrojada al mar.
Un fotógrafo se metió en el peñasco para hacer una foto curiosa.
Había experimentado con tres botellas de cerveza, una sobre el pico de la otra y la última hacia arriba. Pero indefectiblemente el cristal regaba el suelo antes de apretar el botón.
Hoy en el parque, aunque César me había prometido ya no hacerlo, volvió a referirse a vos como Chicharrón, ese apodo horrible que te inventamos.
La señora Danielou amaba a su loquito como a cosa ninguna en el mundo. Por eso, cuando cayó en el pozo agradeció que fuera él quien bajara a ayudarla.
—¡La señora cayó al pozo!
—¡Noo! ¡Dios!
Cuando Carola logró despertarse, se dio cuenta de que los llantos de recién nacido no existían solo en sus sueños. Se asomó al moisés y Camilita se tranquilizó en cuanto vio la cara de su mamá. Pero ver a su hija bajo el carrusel de estrellas tuvo el efecto contrario en ella. El bebé de los sueños de Carola no era el suyo. No sabía quién era la mamá del niño escurridizo y chiquito, tan chiquito, del hospital.
El ángel tenía un rostro estático de dolor. Estaba pálido, de una blancura mortal que lo cubría de pies a cabeza. Sus ojos tenían el brillo de quien está fuera de las cosas de todos los días y las alas se apagaban en abanicos rotos.
Durante todo el año, Rocío ha contado los días y los pasos que la separan del horizonte marino. Una semana antes, sus pies casi pueden sentir la arena blanca y esa marca en la playa que dejarán previo al clavado final entre las olas.
La puerta de vidrio se abrió con un campanilleo alegre. Al fondo del salón, decorado con tapices medievales, una joven de largos cabellos sueltos esperaba detrás de un mostrador. Entre las lámparas de pie flotaba un aroma a incienso.
Yo la conocí por su fama, nada más. Sabía que la anciana tenía una de las lenguas más temidas de la ciudad. Era como esos periódicos de censura a los que se teme, pero son también respetados. Sus agudezas, su ingenio, su acierto en la mordacidad contra nuestros políticos sobresalientes y mujeres de sociedad eran famosos. Por eso llegué con cierto temor anidado allá en un rincón de mi corazón, a la casona que se levantaba atrás de la Catedral.
En el calendario corría la fecha 25 de marzo de 2004. Para ese entonces, la tecnología había dado algunos avances en diferentes áreas, entre ellas la comunicación, que fue beneficiada de alguna manera en la mejora de la difusión de la noticia, y con ello también los periodistas y reporteros se vieron beneficiados.
Por Josué Álvarez Foto de portada: Pixabay —Licenciado… —La voz, de un inconfundible acento de barrio, salió de una figura corpulenta e intimidante. Era Gilberto,
Por Perla Rivera Talón de Aquiles Desconocía los sinsabores de la derrota, toda empresa era un rotundo éxito y en todo el país era reconocido
Por Kalton Bruhl El doctor Page entró a la habitación de su hija. Sintió un vacío en el estómago al ver la terrible figura que
Las consecuencias del clientelismo político en un país como Honduras son graves y no permiten el desarrollo de la democracia. El clientelismo se convierte en
Cuando regresé a mi aldea aquel invierno, traía solamente dos cosas: una herida en la pierna y una carta oficial para la viuda Fournier. Me
Abril se preparó para ir a trabajar como todas las mañanas. Salió del edificio donde vivía repasando con detalle cada rincón del lugar porque sentía que había olvidado algo.
En el balcón de la casa el viento movía las Begonias. Cinco macetas sostenían con dificultad los manojos que colgaban desde la ventana del comedor.
Llega a un acuerdo y se pierde en la entrada de un asqueroso motel, el tiempo avanza entre el gemir y el vaivén de sus deliciosas caderas. «Once minutos y estás fuera cariño», piensa.
Los sueños de Sandra solían ser bastante extraños, pero, entre todos, tenía un sueño muy peculiar y este consistía en que ella se arrancaba pedazos de piel con sus dientes y luego se cortaba cada uno de sus dedos.
Mientras se contemplaba el rostro en el espejo, Arlene pensaba en las nubes del cielo: —¿Quién las pondría allí con la delicadeza de un relojero?
Por Kalton Bruhl La confesión de mi abuelo mientras agonizaba en su cama me tomó por sorpresa. Cuando me habló de la existencia de un
Por Venus Mejía Dijimos que estábamos frente a la playa. Pero aquello no era la playa, aunque la suavidad de la tierra bajo nuestras plantas
Por Perla Rivera Tiene 10 años, es una especie de clarividente. Todo lugar que visitamos juntas siempre termina en conglomerado. Si salimos de paseo, una
La herencia En el bosque, el lobo le ayudó a cortar algunas hierbas venenosas. Al terminar, se tomaron de las manos y llegaron donde vivía
Hace unos minutos he podido descender del autobús sin mayor problema, nadie me ha dicho nada y por primera vez ningún hombre me ha tocado o arrimado su cuerpo al mío.
Siento tanta felicidad que he querido compartirlo con ustedes.
Por Yorleny Sanabria ―Así que, ¿esto es a lo que llaman felicidad?― Se preguntó mientras reposaba sobre la Luna. Como todas las personas, esta era
Por Iveth Vega Giro tres veces antes de tomar asiento, veo el auditorio y acabo sentándome en las gradas del escenario. El entrevistador me imita
Maite solía permanecer sentada en el sillón grande de la sala. Se notaba que era el mueble más cómodo de la habitación, ideal para estar
Después de tener el frasco en mis manos, recordar mis síntomas y pensar que era el puto virus, pero no, no era el virus —tampoco estaba paranoica— pensé en llamarlo y hablar sobre este asunto, pensé todo, pero decidí hacer lo contrario, jugar su juego, aunque eso significara planear mi propia muerte.
Esta es la historia de un memorioso que pierde la memoria. Pasaba al lado de una inmensa procesión y las rancheras se escuchaban alto, el féretro en una vitrina era llevado al cementerio, lugar donde no cabía un muerto más, las estructuras no estaban bajo tierra, eran edificios altos con muchas ornamentas.
Me di cuenta esa mañana al verme frente al espejo, después de la inspección pertinente al concluir el cepillado. Era aquella una fisura disimulada desde un ángulo frontal, quizá por eso no la había notado.
Mientras aguardaban la llegada de Cornelius Vanderbilt, los cinco hombres permanecieron en silencio. Habían acordado una reunión de emergencia luego de recibir las noticias desde Honduras.
―Amor ―le había dicho su mujer del otro lado de la puerta del baño, antes de tocar dos veces―: no te demorés en la ducha, que quiero bañar al bebé.
Debo ir a comprar las cosas para la cena —le dijo Sandra Nelson a su padre—. No tardaré demasiado.
Doña Fernanda Santiago de Rodríguez y Verdugo vive sola y rodeada de lujo en la torre más alta de una ciudad construida sobre montes poblados, como mares embravecidos.
Junto al póster de los Beatles tenía un viejo retrato de León Trotsky que le recordaba su época de la universidad, aquellos años en donde militó en una organización de izquierda semiclandestina, o eso creían ellos: que eran clandestinos. Hablaban de los problemas de la universidad, de los baños que siempre estaban sucios, hechos una pocilga, de la necesidad de seguir construyendo el partido obrero y la Cuarta Internacional, digamos que hablaban de todo y mucho, hablaban más de lo que fumaban, y fumaban.
Míster Ghost era un hombre sencillo, que al parecer, no tenía necesidad económica alguna, ya que había nacido en el seno de una familia acaudalada, aunque poco se sabía de sus orígenes y de sus familiares.
Caperucita roja, dejó el mundo de la inmundicia en el wifi del hogar. Antes de ser una mujer entera en cuerpo y alma. Decidió convertirse en una asidua lectora de novelas rosas de Corín Tellado y de literatura de hadas madrinas.
Cómo hubiese querido tener la fuerza y decirle que sí, que venía de estar tomando. Borracho. Pero cuando entré, creí que ella no notaría nada, porque a esa hora empezaba El corazón valiente, su novela favorita. Por eso yo había escogido esa hora para llegar a la casa, por eso estuve tres horas en la calle aunque no quería. Solo.
No durmió en toda la noche escuchando los ladridos de su perro y pensando en el azaroso viaje. Lleno de ansiedad, se la pasó dando vueltas en su cama, hasta que los hilillos de luz entraron por los orificios del techo e iluminaron el cuarto. La alarma sonó a las cinco y treinta de la mañana.
Era un ser de muchas piezas, pero de una sola alma: la demoníaca. En realidad, no tenía alma. Se comportaba como un ser humano, pero era el vacío, el desierto. Viudo de amor desde su nacimiento, llevaba el hastío en su rostro como símbolo de muerte. Con sus garras y colmillos destrozó las almas hermosas de una gacela y de una coneja de carnes dulces y sabrosas que le habían amado.
Su deseo tenía limitantes por las tardes, cuando le venían esos sentimientos de dolor sin saber que era un dolor. Sentía el cuerpo volátil, como lo siente un adolorido por la pérdida de un ser querido, sentía una profunda tristeza como la siente un recién condenado. Y el deseo de vivir se le quebraba en trozos como si fuera de barro.
Hispanidad cursaba con éxito los últimos semestres de su carrera universitaria en una prestigiosa y exigente universidad. Había llegado a ese país del Norte de América desde muy niña y había enfrentado, junto a su familia, todas las vicisitudes que atraviesan los inmigrantes en tierras anglosajonas…
Esta es una convocatoria de cuento libre para que personas de todas las edades puedan contar historias de ficción en Contracorriente.
Al finalizar su ponencia magistral, abren el micrófono al auditorio. Una escuálida y bajita edecán, vestida de hippie setentera, lleva el micrófono inalámbrico a la primera persona que levantó la mano. Un agudo feedback sabotea de entrada el conversatorio y hace evidente el malestar de los organizadores, cuya mirada recriminatoria recae sobre el encargado del sonido.
Un cuento de Anacleto Soriano Sobre el camastrón de madera con tejido de cuerdas de nylon, la mujer, borracha, se despedía de la vida. Sus
A menos que se especifique lo contrario, los contenidos de esta página están licenciados bajo una Licencia de Producción de Pares.