El aborto clandestino de Domenica

En abril de 2016 Domenica abortó. Su doctora le aconsejó abortar ya que el feto tenía una malformación congénita en el corazón, y después del consejo la dejó sola. Sin embargo ese embarazo estaba condenado desde antes, cuando se gestó en medio de la violencia y el rechazo.

Cuando tomó la decisión, Domenica buscó ayuda en una maestra de la universidad, quien la recomendó con una amiga que tenía una clínica donde practicaban abortos. Así, viajó a una ciudad pequeña del norte de Honduras, conocida entre susurros como “la capital del aborto”. Personas de todo el país viajan a ese lugar, una ciudad de paso, a practicarse este procedimiento de manera clandestina pero un poco más segura. Funciona con recomendaciones, es una red.

En Honduras el aborto está penalizado. El artículo 126 del Código Penal determina que el aborto es la muerte de un ser humano, sin embargo no cataloga este crimen como homicidio. La pena ronda entre 3 y 6 años de reclusión para la mujer que lo consintiera, 6 a 8 años para quien lo practique en una mujer sin su consentimiento o empleando violencia, y de 8 a 10 años de prisión para quien lo practique con engaños o intimidación.

El médico que lo practique tendrá una multa de 15 a 30 mil lempiras (alrededor de 2 mil dólares), establece la ley.

Se deriva de ese mismo delito, que las Píldoras Anticonceptivas de Emergencia (PAE) sean prohibidas, por ser consideradas abortivas por el Congreso Nacional desde 2009.

Para mujeres como Domenica, no es opción el aborto, aun sabiendo que lo que lleva en el vientre está tan enfermo que la misma doctora le aconsejó interrumpir el embarazo. Aun sabiendo que se enfrenta a todo eso sola, porque quien abortó a su hijo primero fue el padre.

Mientras iba de camino recordaba lo duro que la ha golpeado la vida. Su pareja ejercía violencia contra ella, salía con otras mujeres y ya habían intentado tener un hijo, pero Domenica sufrió un aborto involuntario y la relación se tornó cada vez más perturbadora desde entonces.

Al fin, Domenica logró llegar a su destino. Era una casa, no parecía clínica. Le dijeron que era una doctora quien la atendería. Ella no sabe exactamente cómo llegó, detalles de su historia se han fugado, o los ha escondido.

El procedimiento comenzó cuando la supuesta doctora le facilitó varias pastillas Cytotec. Este fármaco se usa para el tratamiento de la gastritis, pero como efecto secundario provoca abortos. Una investigación de Diario La Prensa de junio de 2016 fecha, descubrió que aunque este medicamento debe venderse con estricta prescripción médica, se vende de manera clandestina en pequeñas farmacias y hasta en pulperías.

Además de la Cytotec, a Domenica le dieron un té negro de sabor desagradable. Nunca supo qué era.

Dos horas más tarde, comenzaron los calambres en su vientre. “Era un dolor que me dejaba casi sin respiración”, cuenta.

Comenzó a sangrar, estaba asustada. La doctora le decía que era normal.

Vio a su alrededor y supo que no estaba en una clínica privada o en un hospital. No tuvo acceso a una camilla. Pero lo peor era estar sola, no tener a nadie que la apoyara. Podía morir allí sin que nadie lo supiera.

Lo único a lo que Domenica tenía acceso era a un sanitario. Se internó en él por más de tres horas mientras los coágulos de sangre salían de su cuerpo.

En total, Domenica estuvo más de cinco horas ingresada en la clínica. Allí dentro pudo observar varias cajas de ese te misterioso, kit de citología y de cirugía menor.

“No había ninguna enfermera ni aparatos para atender emergencias, yo corrí riesgo, porque aunque era una doctora ella no tiene equipo de paro, si yo entraba en un paro cardiaco ¿cómo iba a salir? O podía sufrir un shock”, recuerda Domenica.

La penalización del aborto entró a discusión en el Congreso Nacional la última semana de abril en el momento preciso en que se discuten reformas penales en el país. La organización que aglutina diversos grupos de mujeres y feministas, Somos Muchas, incitó esta discusión y a pesar de ser un tema tabú en Honduras, logró estar en la agenda política y mediática. La discusión giró en torno a la despenalización del aborto por tres causales: enfermedad de la madre, inviabilidad del feto y violación sexual. Domenica representa una de esas causales.

Sin embargo, el Congreso Nacional decidió casi unanimemente, con la opósición de apenas 9 diputados, que el aborto seguirá penalizado en Honduras.

Según un informe del Programa de Derechos Sexuales y Reproductivos del Centro de Derechos de las Mujeres, entre 50,000 y 80,000 mujeres ponen fin a su embarazo de manera clandestina cada año.

La Secretaría de Salud establece que, en promedio, unas 11,000 mujeres con diagnóstico de aborto egresan anualmente de los hospitales públicos del país. La historia de Domenica es la historia de muchas.

Se  juzga a las mujeres pero no a los hombres

Las causas de la decisión de Domenica fueron varias, pero convergen en una situación de violencia.

En septiembre de 2015 Domenica había sufrido un aborto involuntario. Transcurrieron 5 meses y su relación de pareja se volvió cada vez más hostil. Así comenzó a sufrir violencia psicológica y física, y en ese proceso Domenica quedó nuevamente embarazada.

“Estaba aún con mi pareja, y tuvimos una gran pelea en la que hubo violencia, entonces fue cuando decidí que ya no quería estar con él.  Mis suegros me apoyaron en el primer embarazo, pero cuando sucedió el aborto todo cambió”, afirma Domenica.

La violencia doméstica es el segundo delito más denunciado en Honduras, según el Ministerio Público. Sin embargo la pena por este tipo de violencia es de 1 a 3 años y las instituciones de justicia priorizan la reinserción del agresor a su vida familiar, que la protección a la víctima. Honduras es un país violento contra las mujeres, cada 13 horas asesinan a una, y en el 93% de los casos no se sabrá si el asesino fue su pareja o no. A pesar de esas cifras, sigue siendo un problema menor ante la alta tasa de homicidios que sigue manteniendo el país.

En 2016, en medio de la crisis en su relación, Domenica se dio cuenta que estaba embarazada y se puso en control. Pero al darse cuenta que el feto no iba a formarse sano por el defecto cardiaco que tenía, todo se volvió más oscuro; sin respaldo, sin trabajo y con un futuro hijo enfermo, lo mejor era abortar.

“Mi decisión de abortar también fue porque yo sabía que mi pareja no me iba a apoyar. Cuando le dije que estaba embarazada él se negó y dijo que eso no podía ser, además me estuvo engañando con otra mujer”, cuenta.

Él la abandonó. Para Domenica eso fue un trauma.

Paradójicamente, su pareja era abogado y eso la hizo sentir más miedo. La manipulaba y amenazaba, el control era tal que su vida giraba en torno a las decisiones de él.

En 2016, el Sistema Nacional de Emergencias, mediante la línea 911, recibió 3,233 denuncias de violencia doméstica. Además un total de 4,653 denuncias por violencia intrafamiliar, para un total de 7,886 casos. Ese año se promediaron 6 muertes de mujeres al mes por violencia doméstica. El terror de Domenica, es el terror de muchas.

Libertad y política

Probablemente Domenica no habría abortado si el feto, que tenía 13 semanas, hubiera estado sano, o si su pareja no la hubiera violentado. Si la institucionalidad fuera confiable y ella hubiera denunciado o si el sistema de salud le hubiera dado otra respuesta a su problema de salud. Pero nada de eso pasó.

Actualmente un debate, más político y religioso, se ha estado efectuando en Honduras por la despenalización del aborto.

La sociedad tiene opiniones encontradas, hubo protestas enfrentadas de asociaciones llamadas “Pro Vida” lideradas por iglesias y partidos políticos (Partido Liberal y Nacional) y las que están a favor de la despenalización del aborto.

“Con motivo de la discusión que se generó en torno a la promulgación de un Nuevo Código Penal para nuestro país, los movimientos y grupos pro–aborto, existentes en Honduras, han visto una coyuntura para lanzar de nuevo una campaña que busca despenalizar el aborto, que es un crimen atroz. El aborto es un camino fácil para la mujer, incluso cuando ha sido víctima de una violación sexual, de la cual el niño es inocente”, escribió en un comunicado la Conferencia Episcopal de Honduras.

Domenica no tiene voz en esto, ella escucha y lo ve de lejos. Se esconde, aunque todo ese debate pasó por su propio cuerpo.

“Yo solo recomiendo que si estas clínicas van a seguir haciendo estas prácticas tengan más seguridad”. Domenica, ahora estudia Enfermería, tiene sueños. Las cicatrices siguen en su cuerpo y en su salud mental, aunque ella asegura que se siente en paz.

“Yo estoy bien y puedo volver a embarazarme. Ser madre. Pero en las circunstancias adecuadas y con la persona adecuada”. Su historia es la de muchas.


NOTA: Nombres y lugares se cambiaron para seguridad de la víctima.

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